La selección conocerá rival el próximo jueves: Estados Unidos, lo más probable, o Suecia
Un lanzamiento de falta de Alexia Putellas. En vídeo, declaraciones de las jugadoras. FRANCISCO SECO (AP) | EFE
España empató a cero contra China y se clasificó por primera vez para unos octavos de final de un Mundial. Le bastaba con no perder para ser segunda de grupo. Ahora, aguarda rival para el lunes 24 de junio (18.00) en Reims. Hasta este jueves no sabrá si se enfrentará a la todopoderosa Estados Unidos, muy probablemente, o a Suecia. La selección de Jorge Vilda consiguió el billete para la siguiente fase arrastrando el problema de siempre: la falta de gol. Chutó un sinfín de veces, creó ocasiones, siempre en superioridad de tres cuartos de campo para arriba, pero no hubo manera de que entrara la pelota. En gran parte, por la gran actuación de la portera china. No hay manera de que España plasme su superioridad con goles. Lleva apenas tres en tres partidos, los que le marcó a Sudáfrica y los que, a la postre, le han permitido pasar como segunda pese a tener los mismos puntos que China.
China
Peng Shimeng, Lin Yuping, Wu Haiyan, Han Peng, Liu Shanshan, Gu Yasha (Yao Wei, min. 86), Wang Yan, Li Ying, Zhang Rui, Wang Shuang (Li Wen, min. 55) y Wang Shanshan (Yang Li, min. 45).
España
Sandra Paños, Marta Corredera, Irene Paredes, Leila, Mapi León, Lucía García (Celia Jiménez, min. 85), Virginia Torrecilla, Patri Guijarro, Mariona (Andrea Falcón, min. 45), Jenni Hermoso y Nahikari García (Alexia Putellas, min. 66).
Árbitro
Vilda revolucionó el once en el Stade Oceane de Le Havre. Al técnico no le está temblando el pulso con las pretorianas. Amanda Sampedro, sustituida en el descanso del primer partido contra Sudáfrica, no ha vuelto a jugar. Vicky Losada, tampoco. Marta Torrejón, que contra Alemania cometió un error garrafal que propició el gol de la victoria para las germanas y que en el primer partido tuvo que ser cambiada de banda porque Kgatlana le estaba haciendo un roto, fue suplente esta vez. Con lo que eso conlleva: es la capitana y la que más veces ha vestido la camiseta de España. También sentó el seleccionador a Alexia Putellas, que no terminó ninguno de los dos partidos anteriores. La centrocampista del Barça entró en la última media hora por Nahikari.
El cambio generacional está en marcha. Vilda no quiere esperar a que pase el verano para llevarlo a cabo. Las Patri Guijarro, Nahikari y Lucía García están para liderar la selección del futuro. Con criterio, madurez y desparpajo. Han crecido con mejores instalaciones y más cultura futbolística que las más veteranas. Han gozado de una mejor preparación, por la apuesta de los clubes y por la explosión del fútbol femenino. Hacer que España despegue definitivamente será cosa de ellas.
Quería la Roja dar el paso. No para plantarse en una final de un Mundial, porque pese a ser ambiciosa sabe de sobra que queda camino todavía, que hay selecciones que son superiores —físicamente y en ritmo— a ellas. Rivales que saben ser más pragmáticos y que tienen más pegada. Nadie le exige (todavía) plantarse en una final, pese al éxito y a los triunfos de las categorías inferiores. Quería España dar el paso para superar la primera barrera hacia el crecimiento del futuro; quería España llegar a octavos para seguir derribando puertas. Quería España hacer historia porque hay muchas formas de hacerla. Se puede hacer paso a paso y subiendo pequeños peldaños. De Canadá 2015, el primer Mundial que disputó la selección entrenada por Nacho Quereda, se marchó en la primera fase sin haber ganado un partido. En su segundo Mundial, el que se está disputando en Francia, ya ha dado un paso más.
Pasar a octavos para una selección que hasta hace cuatro años recibía de regalo una taza y volaba al otro lado del charco dos días antes de jugar el primer partido del torneo, es hacer historia. Pasar a octavos, para una selección que hasta hace cuatro años ni siquiera tenía a un equipo de analistas que estudiara a los rivales y prepara a las jugadoras sobre virtudes y defectos de los demás equipos, es hacer historia. Porque hasta hace cuatro años eran las propias futbolistas las que iban pidiendo información y estudiando a los equipos a los que se iban a enfrentar.
Lo celebran, por lo tanto, como hay que celebrarlo y como se merece celebrarlo: como una victoria histórica. Con muchas consecuencias. Porque las internacionales —todas juegan en la Liga Iberdrola salvo Irene Paredes, central del PSG, y Celia Jiménez, lateral del Seattle— esperan que tras este Mundial la gente termine por engancharse al fútbol femenino. Porque esperan que a la vuelta del torneo, la Liga Iberdrola pegue el estirón. Porque esperan que las peleas y el pulso entre Rubiales y Tebas no afecten al fútbol femenino y terminen de ponerse de acuerdo sobre cómo se organizará la próxima Liga.
Porque esperan que los pasos dados en Francia les permitan tener más peso para poder, por fin, en el siglo XXI, tener un convenio colectivo. Para que el 35% de las jugadoras de la Liga tengan un contrato laboral de verdad y no de 10 horas. Para que las futbolistas tengan las vacaciones pagadas y no tengan que incluir en los contratos que si se lesionan para más de dos meses puedan seguir cobrando. Para que dejen de escucharse comentarios como que el fútbol femenino es un movimiento impulsado por el feminismo que quiere que lo vean todos a toda costa. Para que no haya tantas diferencias económicas entre Atlético y Barcelona y el resto de los equipos. Para que empiece a verse como algo normal que las chicas también juegan al fútbol.
El País