A partir de las mediciones entregadas por la sonda Gaia, se ha logrado ajustar las predicciones de cómo y cuando colisionará nuestra galaxia, la Vía Láctea, con su vecina de mayor tamaño, Andrómeda.
Físicos de renombre han predicho este cataclismo y los astrónomos saben que, cuando se asiente el polvo espacial, ninguna galaxia será la misma: casi 1.000 millones de años después del primer contacto, ambas se unirán para formar una galaxia elíptica mucho más grande.
En un primer informe, se estimó que ambas galaxias se unirían en 3.900 millones de años. Pero, según informan los astrónomos en el Astrophysical Journal, tras nuevos datos entregados por el telescopio espacial Gaia de la Agencia Espacial Europea, se clarificó que este suceso no ocurriría hasta 600 años después de lo esperado.
Además, en dicho informe señalan que en lugar de una colisión frontal, se predice una colisión inicial más de “forma oblicua, de lado”.
“El panorama general no es muy diferente. Pero las trayectorias orbitales exactas son distintas”, afirmó a National Geographic, Roeland van der Marel, autor del estudio, del Instituto de Ciencia del Telescopio Espacial.
¿Es posible evitar la colisión?
Según Roeland esto es inevitable. Andrómeda, que actualmente se encuentra a 2,5 millones de años luz de distancia, se precipita hacia la Vía Láctea a casi 402.000 kilómetros por hora y está destinada a entrar en contacto con la Vía Láctea.
Los astrónomos tienen conocimiento del evento desde que Vesto Slipher apuntó un telescopio a Andrómeda y midió el movimiento de la galaxia en 1912. En aquel entonces, y con el saber convencional de la época, se sugería que se trataba de una nebulosa dentro de la Vía Láctea.
Más adelante, con el uso del telescopio espacial Hubble, se pudo medir el movimiento lateral de Andrómeda, el cual determina si las galaxias están destinadas a un choque directo o a un roce cósmico. A partir de esas observaciones, en 2012, van der Marel y su equipo predijeron una colisión directa dentro de casi 3.900 millones de años, una predicción que acaban de recalcular.
“Es interesante, aunque es en cierto modo una modificación bastante pequeña de lo que sabíamos antes”, afirma Brant Robertson de la Universidad de California, Santa Cruz.
¿De qué forma se producirá el choque galáctico?
Los científicos explican que, en su primera aproximación, las galaxias estarán a 420.000 años luz de distancia, lo bastante lejos como para que los brillantes discos de la Vía Láctea y Andrómeda no interactúen. Sin embargo, las galaxias están incrustadas en una gran cantidad de materia oscura y, cuando ambas se crucen, esos halos galácticos se quebrarán.
«Esto provoca fricción, lo que hace que se ralenticen y pierdan energía, y que se junten de nuevo», explica van der Marel.
En palabras más simples, las galaxias cambiarán de sentido y colisionarán, atravesándose, dando la vuelta y colisionando de nuevo. Esto ocurrirá una y otra vez hasta que dichas colisiones den lugar a una sola galaxia.
¿Qué significa esto para la Tierra?
Los expertos señalan que, tal y como dijeron que ocurriría en la predicción inicial, esta colisión no supondrá un peligro para cualquier forma de vida terrestre presente dentro de 4.500 millones de años. El espacio es grande y las estrellas están muy separadas entre sí y, aunque las galaxias colisionen, las estrellas rara vez chocan entre sí.
“Aún podríamos estar orbitando alrededor del sol en una órbita de orientación más aleatoria dentro de una gran galaxia elíptica”, afirma van der Marel.
El espectáculo de luz cósmica que se producirá promete ser bastante espectacular. A medida que las dos galaxias se acerquen, Andrómeda será cada vez más grande en el firmamento hasta distorsionarse finalmente en una espiral deforme a medida que la gravedad de la Vía Láctea tire de ella. Entonces, cuando las galaxias empiecen a experimentar un efecto bumerán y colisionen, los gases comprimidos desencadenarán explosiones de formación estelar.
“En ese momento, tendrá un aspecto precioso en el cielo”, afirma van der Marel.
La cuestión es si quedará alguna forma de vida inteligente en la faz de la Tierra para presenciarlo. Ya que para entonces, el sol estará convirtiéndose en una gigante roja, una etapa natural en la evolución estelar.
Cuando eso ocurra, su brillo aumentará y se expandirá, tragándose Mercurio y Venus en el proceso y transformando a la Tierra en un fragmento tostado de carbón planetario.
Fuente: Biobiochile