La junta directiva del Parlamento Nacional, su secretario Edison Ferrer, junto a los diputados Sergio Vergara y Francisco Sucre, recibieron la visita institucional del Cuerpo Diplomático de la Unión Europea, acreditado en Venezuela. En el encuentro les reiteraron la ruta para la liberación del paìs que incluye el cese de usurpación, un gobierno de transición y elecciones libres.
Así lo dio a conocer el presidente de la Asamblea Nacional, diputado Juan Guaidó en la reunión donde intercambiaron puntos de vistas con los diplomáticos sobre la crisis política del país.
Los Embajadores reiteraron el comunicado que emitió la Unión Europea el pasado 10 de enero que reconoce a la Asamblea Nacional electa en diciembre del 2015. Cabe destacar que el parlamentario Guaidó como máxima autoridad de la AN, se ha comprometido en ser articulador para solucionar los problemas del país, y al mismo tiempo ha reiterado la necesidad del apoyo de todos los venezolanos, por tal razón, manifestó que el próximo 23 de enero será la gran demostración para la reconciliación del país.
En esta ocasión estuvieron presentes los representantes de Suecia, Grecia, Alemania, Italia, Reino Unido, España, Países Bajos, Portugal, Polonia, Unión Europea y Francia.
Prensa AN
Dinorat Menessini y Yaiher Adames
Hoy 20 de enero, se celebra el Día del Pediatra. La fecha se instauró en 1939, desde que la Sociedad Venezolana de Puericultura y Pediatría comenzó una labor ininterrumpida por la salud de la infancia venezolana y el crecimiento profesional de todos los especialistas en el área.
Según reseña el portal electrónico vitae.ucv.ve, el médico Pastor Oropeza tuvo la importante misión de crear el Servicio Nacional de Puericultura y Pediatría que se inauguró en junio de 1936 y del cual fue su director. Inicialmente estaba adscrito a la Dirección de Salubridad Pública y después se le designó técnicamente como División de Higiene Materno Infantil.
En 1938 se encargó de fundar el Instituto Nacional de Puericultura (INP). Su creación contribuyó a mejorar el escenario sanitario infantil en el país. Su labor se reforzó con la creación del Consejo Venezolano del Niño (CVN), lo que desde 1978 se conoció como el Instituto Nacional del Menor (Inam). En manos del CVN estuvo la realización del primer congreso venezolano de Pediatría y Puericultura.
Felicidades a todos los pediatras en su día.
El régimen encabezado por Nicolás Maduro mata sin horario. Lo hace en todo el territorio nacional, de día o de noche. El proceso que consiste en despojar de vida a los venezolanos es permanente. Y para ello hace uso de los más diversos métodos, cuyos resultados se constatan a distintas velocidades.
El método que alcanza a un mayor número de víctimas es, sin duda, el hambre inducida. A lo largo de dos décadas, Chávez primero y a continuación Maduro construyeron un modelo económico, hoy en pleno apogeo, que funciona sobre dos premisas: hambre e hiperinflación. De forma simultánea, liquidaron el valor de la moneda –redujeron a la nada el poder adquisitivo– y extendieron entre millones de familias venezolanas la práctica de comer cada vez menos, cada vez peor, cada vez de forma más esporádica. En el diseño de esta perversa y gigantesca operación, que tiene entre sus gloriosos antecedentes las hambrunas provocadas por Stalin y Mao, ha contado con la participación de asesores del castrismo y de Podemos.
Del plan de convertir a Venezuela en un Estado de hambre nada ha escapado: se acabó con el Programa de Alimentación Escolar, se expropiaron fincas productivas y empresas del sector agroindustrial para arruinarlas, se han creado, una tras otra, entidades para hacer imposible la adquisición y distribución de alimentos, se han arrasado los presupuestos que, hasta 1998, permitieron el funcionamiento de comedores y servicios de alimentación en hospitales, orfanatos, centros de la tercera edad, cárceles y otras instituciones. Una realidad que está por reportarse y fotografiarse: las miles de cocinas industriales que, en todo el país, están hoy en condiciones inservibles, oxidadas y mugrientas.
El más significativo logro de la revolución bolivariana en su propósito de imponer una dictadura se expresa en la politización del derecho de comer: el carnet de la patria y los Comités Locales de Abastecimiento y Producción que, en concreto, actúan bajo la más implacable lógica de la extorsión: acceso a bolsas de comida a cambio de lealtad política. El sistema CLAP es el más extendido método de humillación y sumisión de la sociedad venezolana.
Tiene la hambruna inducida una ventaja: mata lentamente sin que sus víctimas se sumen a las estadísticas de muertes violentas. Las personas –especialmente los niños y los ancianos– adelgazan, pierden su masa corporal, se debilitan, se enferman y fallecen. La estructura de muerte funciona a la perfección: cuando el ciudadano aquejado busca la acción de los servicios de salud, no la encuentra. Así las cosas, el enfermo se convierte en una especie de náufrago: solo, perdido, huérfano de la atención sanitaria a la que tiene derecho.
Para contribuir a esta política de la muerte, el régimen realizó antes una de sus más impecables operaciones: destruyó el sistema de salud. Una visión en perspectiva de lo ocurrido muestra los múltiples factores que se pusieron en juego: politizaron el funcionamiento y las operaciones hospitalarias; persiguieron a médicos y paramédicos, que por miles y miles escogieron huir del país; tomaron las medidas justas para crear situaciones de extrema escasez de medicamentos e insumos hospitalarios; importaron de Cuba, no a profesionales sino a piratas del ejercicio médico; estimularon el regreso de enfermedades que habían sido erradicadas y que han adquirido proporciones de epidemias; concentraron los sistemas de compras de manera de convertirlos en eficaces procedimientos para la corrupción; se hicieron compras milmillonarias de medicamentos de mala calidad o de medicamentos falsificados; destruyeron o se robaron el parque de ambulancias; saquearon las despensas de los centros de salud; crearon su propia fábrica de incompetentes con el nombre de médicos comunitarios; permitieron que los centros hospitalarios se convirtieran en guaridas de mafias y bandas delictivas; y, si mi cuenta es correcta, en 2 décadas el llamado Ministerio de la Salud ha tenido, léase bien, 17 ministros, uno de los más abultados carteles de un Poder Ejecutivo especialista en nombrar a ignorantes y ladrones como ministros.
Al doble procedimiento, insaciable y de regularidad sostenida, de matar por hambre y enfermedad, se suman decenas y decenas de otros métodos, más evidentes y cotidianos: matan a miles de ciudadanos indefensos, entre 25.000 y 30.000 al año, a manos de los delincuentes que mantienen bajo control las ciudades y pueblos del territorio venezolano. Mueren conductores y pasajeros de vehículos en autopistas llenas de baches, sin iluminación ni señalización, en accidentes mortales e incapacitantes. Mueren personas hambrientas tras ingerir alimentos venenosos –como la yuca amarga– desesperados por el hambre. Mueren los pacientes en quirófanos y salas de terapia intensiva como consecuencia de las amplias y reiteradas fallas del servicio eléctrico. Mueren las personas por la inexistencia de servicios de ambulancia y atención a las emergencias. Mueren familias enteras, arrastradas por el lodo y las aguas, en los días de lluvia. Mueren miles y miles de personas por falta de medicamentos e insumos para las enfermedades crónicas como las diabetes, la tensión arterial, las cardiopatías, el cáncer, el VIH y otras. Mueren los indígenas venezolanos azotados por epidemias. Mueren inocentes que viven en los barrios del país, abaleados por las luchas entre bandas o por operativos de cuerpos policiales o militares que disparan de forma indiscriminada. Mueren las víctimas de las operaciones a cargo de sicarios. Mueren en sesiones de tortura ciudadanos como Fernando Albán. Mueren los presos políticos a los que se niega atención médica. Mueren miles y miles de venezolanos bajo el yugo de un régimen que odia la vida.
Editorial de El Nacional