El martes, el actual presidente obtendrá una imagen clara del apoyo popular que realmente tiene y empezará a dibujar una posible estrategia reeleccionista.
Las elecciones de este martes en Estados Unidos ponen a prueba las políticas del presidente, Donald Trump. / AFP
El martes 6 de noviembre se celebran las midterm elections en los Estados Unidos. Las primeras elecciones tras la victoria de Trump en 2016. Así que en los resultados de estas elecciones de mitad de mandato se quiere vislumbrar si las elecciones de ese año abrieron un ciclo electoral marcado por formas de populismo, nacionalismo exacerbado, xenofobia y paleoconservadurismo o si la victoria del empresario inmobiliario fue un momento aislado.
Las midterm elections (elecciones de mitad del mandato) son los comicios que se celebran cada cuatro años para la renovación de las cámaras (se votan los escaños de un tercio del Senado —34— y de la totalidad de la Cámara de Representantes —435—) y, al mismo tiempo, se eligen muchos de los poderes locales (el próximo martes, por ejemplo, se vota por el gobernador en 39 estados). Así, los estadounidenses, desde las votaciones locales, renuevan el sistema de checks and balances propio de su democracia, dado que Senado, Cámara de Representantes y gobernaciones estadales comparten el poder con la Presidencia.
Por tanto, el martes que viene, varias cosas se ponen a prueba. La primera y más obvia: el control de las cámaras. Actualmente, los republicanos tienen mayorías en Senado y Cámara, lo que les ha permitido, por ejemplo, aprobar las nominaciones de jueces conservadores como Neil Gorsuch y Brett Kavanaugh para la Corte Suprema y medidas como los recortes de impuestos. Lea también: Trump asegura que protección fronteriza será tema fundamental en elecciones
De momento, las encuestas apuntan a que los demócratas mejorarán su situación, pero sin llegar a controlar ambas cámaras. Por tanto, no se daría un escenario de gobierno dividido (que se produce cuando el Ejecutivo y el Legislativo están en manos de distintos partidos), pero sí se complicaría y ajustaría mucho más la votaciones. En este aspecto, las primeras elecciones de mitad del mandato de un presidente se suelen entender como un voto de confianza o de rechazo a sus políticas. Si los republicanos sufren el martes, no dejará de interpretarse el resultado como un castigo al presidente Trump, sus políticas y su forma de gobernar. Por el contrario, si los republicanos logran mantenerse al frente del poder legislativo, los ciudadanos estarán mostrando el camino a seguir para el futuro de su partido, en la dirección marcada por Trump.
El martes, el actual presidente obtendrá una imagen clara del apoyo popular que realmente tiene y empezará a dibujar una posible estrategia reeleccionista. Este factor es el que ha determinado al presidente a tomar un rol muy activo en la campaña y a participar en tantos eventos como le ha sido posible. Su mensaje se ha concentrado en la economía —que muestra un crecimiento sólido, pero que no ha producido el milagro prometido por Trump de revertir los efectos de la globalización en las clases medias y medias bajas de las ciudades industriales— y, de nuevo, en la inmigración —hablando de la caravana de migrantes y del riesgo fronterizo—.
Para los republicanos, un mal resultado —o un resultado ambiguo— dejará dudas respecto al futuro del partido. En un momento en el que se está produciendo la retirada de una generación de líderes republicanos —muchos de los legisladores más opuestos al presidente—, lo que pase el martes puede devolver a los conservadores hacia la senda de los Bush o de Reagan, o puede lanzarlos en un revival ideológico hacia el republicanismo de comienzos del siglo XX. ¿Podrán los republicanos moderados retomar el control del partido o serán barridos por bases y representantes más radicales y en sintonía con el presidente Trump?
Para los demócratas, estas elecciones son cruciales. Son el momento de mostrar si pueden volver y, sobre todo, cómo hacerlo. Desde la derrota de Hillary Clinton el partido ha carecido de liderazgo y de iniciativa. No ha sido capaz de encajar el golpe y solo consigue mantener su posición en Washington, D.C. por los frecuentes traspiés y errores de la administración Trump. Para recuperar el espacio perdido, los demócratas tienen que descifrar cuáles son los mensajes y candidatos que pueden ponerles rumbo a la Casa Blanca. Algunas circunscripciones han mostrado un claro giro a la izquierda, en la línea de Sanders y Warren, mientras buena parte del partido ha optado por intentar moverse hacia el centro y ganar electores en aquellos nichos en los que el radicalismo republicano ha sido mal recibido. De nuevo, la pugna entre sectores más moderados y otros más radicales se deja sentir. En lo que parece que los demócratas están convencidos es que el futuro, a corto o a largo plazo, pasa por añadir los grupos étnicos hoy minoritarios, los jóvenes y las mujeres a sus votantes.
Como decía, las encuestas apuntan un deslizamiento hacia el bando demócrata, pero su credibilidad está en juego también. Tras las proyecciones de 2016, con la mayoría de las encuestas vaticinando una victoria de Hillary Clinton, los sondeos de opinión han dejado de parecer una referencia fiable. Con ese antecedente, las propias encuestadoras ponen en juego su prestigio y el seguir siendo considerados instrumentos útiles para comprender y analizar las tendencias electorales y los comportamientos de los estadounidenses.
Además de los aspectos locales que se dirimen en cada elección, hay varios elementos de coyuntura que pueden influir en los resultados del próximo martes. El proceso de confirmación de Brett Kavanaugh como juez asociado de la Corte Suprema de los Estados Unidos. La batalla desarrollada en el comité de Asuntos Judiciales del Senado parece haber animado a los votantes conservadores a participar en estas midterm elections. Las encuestas previas mostraban que si los demócratas conseguían ganar varios de los asientos en juego en las cámaras sería por baja participación de los votantes conservadores. La virulencia del proceso de confirmación de Kavanaugh, que en algún momento parecía iba a movilizar el voto a favor de los demócratas, ha reactivado a votantes republicanos y no ha tenido, en apariencia, ningún impacto en la posible transferencia de votos hacia los demócratas.
La caravana migratoria de la que se ha venido hablando, si bien le permite a Trump recuperar el tema de la inseguridad de las fronteras y la criminalidad transnacional, también permite a los demócratas insistir en el fracaso de las iniciativas del presidente hasta la fecha y recuperar imágenes de la crisis generada por la separación de familias de hace unos meses.
El asesinato de 11 miembros de la comunidad judía en la sinagoga de Pittsburgh. Negativo para las expectativas electorales del presidente Trump por dos motivos. Se vuelve a producir un incidente con armas de fuego en un espacio público. Desde la masacre de Parkland (Florida), este tema ha estado en la mesa del presidente, que, aunque prometió avances y cambios, no ha adelantado nada. Por otra parte, la presidencia de Trump ha estado asociada a incidentes étnicos frecuentes en los que él, lejos de actuar como un líder para toda la nación, ha exacerbado tensiones y diferencias. Este incidente se une al del terrorista que ha enviado paquetes bombas a personalidades del Partido Demócrata o asociadas a él, indicando que el discurso político actual está alimentando el extremismo y la violencia.
El asesinato de Jamal Khashoggi por agentes del gobierno de Arabia Saudita. La debilidad de la respuesta del presidente Trump, dentro del marco de una política exterior errática y poco efectiva, refuta su discurso de nacionalismo y fuerza frente al mundo. Le recomendamos: Risas y terror, las armas electorales en Estados Unidos
Se suele decir que all politics are local (toda la política es local), en el sentido de que todos votamos de acuerdo con las preocupaciones más concretas y cercanas, pero estas elecciones de medio mandato están marcando justo lo contrario: all politics are national.
Lo que confirma este ciclo electoral es que, más allá de los resultados, la elección de Trump inauguró un período agrio, crispado y sucio de la política estadounidense. Una forma confrontacional y denigratoria de hacer política. El desprecio de la civilidad y de la diversidad. Una etapa de uncivil politics, si me permiten las palabras en inglés. Y esa forma de practicar la política ha generado estas uncivil elections.
EE
Miguel Benito Lázaro
Historiador e internacionalista.