Durante estas semanas posteriores a los anuncios económicos del 17 de agosto, el régimen estuvo intentando comprar tiempo. Intentando una vez más hacerle creer a los venezolanos, especialmente a los más humildes, que ahora si tenían la solución a la crisis; nada más alejado de la verdad. Sin embargo nosotros la oposición, que seguimos desarticulados y a veces incurriendo en debates estériles, permitimos que lograran confundir a muchos venezolanos.
Nuestra inacción como oposición política, debería ser un campanazo: permitimos que la trampa del régimen tuviera relativo éxito.
No es una conclusión que saqué de la nada. No es algo que digo yo y punto. Digo que la trampa del gobierno tuvo un relativo éxito a partir de una reflexiva y cuidadosa lectura política de los más recientes resultados de la encuesta Ratio de la UCAB, un estudio que nadie puede acusar de viciado ni de estar sesgado en beneficio de Miraflores. Sin embargo, si no conocen el estudio, antes de que lo busquen y lo analicen, voy a comentarles las conclusiones que se extraen del propio trabajo y que me obligan a encender alarmas políticas. En la idea además de que necesitamos a todo el mundo, porque sólo nadie puede ni podrá.
El silencio nos está matando políticamente. Como ciudadano, yo agradezco el trabajo que hace cada especialista, en medio de las limitaciones que pone el gobierno, para reaccionar de manera coherente ante el atropello y el desacierto. ¿Pero dónde está el aparato político? Es doloroso ver cómo una enorme cantidad de analistas, académicos y economistas están dispuestos a explicar el fenómeno de la crisis, pero nuestra maquinaria política está atorada en unas luchas internas absurdas. Y al mismo tiempo unos “líderes” vendedores de humo insisten en fabular con dimisiones, caídas, renuncias y ruidos de sables, que no son otra cosa que alucinaciones de sus egos. Así es como no tenemos una vocería rotunda y cohesionada que conteste las mentiras del gobierno, pero al mismo tiempo le haga ver a nuestra gente que estamos listos para ser gobierno. Hemos dejado a los mejores y más respetables investigadores gritando en el desierto, porque hemos sido incapaces de organizarnos. Y eso es evidente en el estudio de Ratio del que les hablo.
Miraflores pretende secuestrar la esperanza. Imagínense hasta dónde ha llegado nuestra inacción que ha ocasionado que la gente sienta que no hay otro mensaje que no sean las repeticiones del disco rayado de la propaganda oficialista. Y así, poco a poco, nuestro pueblo termina cayendo en las tretas discursivas generadas en los laboratorios oficialistas: la manera en la que han logrado bajar las exigencias de nuestra gente y replantear los mínimos de vida es lamentable y cruel. Al punto que, aunque se ha demostrado en las propias cifras oficiales que cada vez entregan menos beneficios, siguen extorsionando con el hambre y (ahora) con espejismos económicos que no hemos sabido combatir y a ellos les sirven para mantener el Poder.
Una buena parte del liderazgo está equivocando la percepción.
Hay un elemento importante en el Ratio que es urgente atender: los instrumentos de extorsión política, como el carnet de la patria, se han normalizado. Eso significa dos cosas: la primera es que a la gente no le está quedando otra que ceder al chantaje y por eso pasan a formar parte de las bases de datos de la gestión peligrosamente demagoga de alimentos, remedios, bonos, beneficios y otras yerbas; la segunda es cuán equivocados están quienes piensan que cuando la gente decide sacarse el carnet o hacer una cola o inscribirse en el consejo comunal es para hacerle el juego al madurismo. La gente está buscando cómo sobrevivir. Y no estamos acompañándolos con una propuesta mejor. Al menos no pública ni masivamente. Es nuestra responsabilidad.
El país sigue molesto, pero perdió los reflejos políticos. En los laboratorios oficialistas lo saben: mientras el Pueblo tenga que estar ocupado en resolver cómo comer, cómo llegar al trabajo, cómo volver a casa, cómo mandar a los muchachos a la escuela… los mantienen apaciguados. La crisis es la estabilidad del régimen: detrás de la crisis esconden la corrupción, los ilícitos, los presos políticos, las cifras de violencia. Si no es así, ¿cómo es que pasa desapercibido que el Observatorio Venezolano de la Violencia y CECODAP nos haga saber que en Venezuela se asesinan tres niños, niñas o adolescentes a diario? ¿Cómo hace un país para vivir con eso encima y no estallar de rabia, de impotencia y de hambre de justicia?
El régimen nos está ganando la batalla de la opinión pública. En unas semanas vamos a cumplir un año en hiperinflación, ¿y no hemos logrado ganar terreno en la opinión pública?
Sé que esto molestará a más de uno de esos “líderes” políticos que creen que sus métodos son infalibles y que basta con las buenas intenciones más la voluntad política. En dos platos: no fuimos capaces de hacer entender la gravedad generada por las medidas y estamos a punto de abandonar al pueblo al borde de una frustración que sólo le conviene al gobierno.
No fuimos acertados.
Es necesario hacerse responsable de los hechos, pero también de sus consecuencias.
Fallamos políticamente y es urgente reconocer para poder hacer; hacer para poder corregir; y corregir para poder recuperar el terreno perdido y avanzar.
¿De verdad tenemos claro el mensaje que estamos llevándole a la gente? No voy a hacerme eco de quienes consiguen la razón de todos estos resultados en el aparato comunicacional del régimen. Es verdad que esa monstruosa máquina de propaganda en la que convirtieron el sistema de medios públicos, comandado por VTV, ha estado bombardeando al pueblo con sus mensajes, pero debemos estar haciendo algo muy mal como para que hoy estos sean los resultados.
Porque la historia universal de la política, y la nuestra, está llena de experiencias en las cuales se lograron cambios políticos sin contar con un ejército de medios de comunicación a favor.
Es más: en la mayoría de los casos ha sido así.
¿No nos ha enseñado la historia de los derrocamientos y las transiciones que, sea cual sea la visión política que tenga un régimen totalitario, siempre va a intentar apoderarse de todos los medios?
Por eso es que las alternativas democráticas deben tener sus objetivos claros y explicar cómo es que conducen hacia la democracia. Sin eso, sin la promesa de algo mejor que lo que le ofrece el régimen, no habrá avances políticos sino frustración y tropiezos.
¿Hemos podido ofrecerle tan poco a nuestro pueblo que un aparato de propaganda puede convencerlo de que un aumento del salario mínimo en esta ocasión sí es una buena noticia?
¿Tanto hemos descuidado la formación política y la conducción de la rabia que ya hay quienes creen que hay que “esperar a ver si las medidas resultan”?
¿Somos tan soberbios como para no darnos cuenta de que tenemos que reconducir la estrategia, porque nos replantearon el juego, el tablero y hasta el adversario?
Yo sé muy bien que nuestra Venezuela no alcanza las décadas de opresión que vivió España durante el franquismo. Y espero que eso no suceda jamás. ¿Pero en la oposición nos hemos preguntado si estamos preparados para llevar adelante una transición que, desde ya, nos obligue a sentarnos a hablar con quien no queremos, como tuvieron que hacer aquellos políticos españoles?
Yo sé muy bien que el régimen de Nicolás Maduro no tiene manera de escudar su autoritarismo en alguna clase de bienestar. ¿Cómo es que, entonces, nosotros no hemos sido capaces de construir una idea de futuro como supieron hacer quienes determinaron la llegada de la democracia moderna a Venezuela en 1958?
Yo sé muy bien que Nicolás Maduro no tiene la terrible fuerza política que alguna vez tuvo el dictador chileno Augusto Pinochet, ni los gobiernos militares de Argentina ni los de Brasil. Sin embargo, ¿cómo es que nosotros, con todos esos antecedentes, no hemos sido capaces de construir una alianza capaz de vencer las mezquindades internas, como tuvieron que hacer esas coaliciones opositoras que derrotaron a esas cruentas dictaduras del siglo XX?
¿Nunca nos vamos a hacer esas preguntas? ¿A nadie más le parece que es urgente responderlas?
¿Acaso alguno de ustedes cree que Nicolás Maduro es más fuerte que Augusto Pinochet? ¿Más que Videla? ¿Más que Francisco Franco? ¿Más que Marcos Pérez Jiménez?
Yo no lo creo, pero por eso mismo tengo que asumir que la única explicación posible de que siga en el Poder es que hemos sido incapaces de aprender sobre los caminos andados y cuáles tienen realmente posibilidades o no de lograr el cometido. Hemos perdido oportunidades y en otras ocasiones queremos insistir en escenarios donde sabemos que no vamos a lograr nada. Es como insistir en ser lo que no somos. La oposición y el Pueblo venezolano es profundamente democrático y el reto histórico que tiene es de lograr el cambio por ese camino. Y hay que hacerse cargo. Y hay que hablarle claro y con la verdad a la gente.
Y esta vez no voy a obviar a quienes acusan a la oposición democrática de colaboracionista. Voy a decirlo bien clarito: es peligroso que sigan inventando un cuento que desconoce por completo lo que está sucediendo en nuestros barrios y en la vida de nuestra gente, bien sea porque desde hace rato no visitan un barrio o porque las circunstancias los han obligado a operar políticamente desde fuera de la realidad.
Mientras haya irresponsables por ahí, diciendo que al madurismo no le queda nada en el Poder, en Miraflores se están atornillando a punta de engordarle una esperanza imposible a quienes menos tienen, a sus víctimas de siempre. Sin embargo, los vendedores de humo siguen logrando que les patrocinen sus trucos, sus promesas vacías.
No nos engañemos: estamos viviendo el peor momento político de la oposición, aunque eso no signifique que éste sea el mejor momento del madurismo.
Y sólo nosotros podemos revertir esa situación, pero hay que hacerlo de inmediato.
Desde mi lugar, como inhabilitado político pero también como un hombre decidido a que salgamos de este infierno al que nos han conducido estos irresponsables, creo que es urgente que aparezcan las propuestas. Aquí las mías, quedando a la espera de alguna respuesta que me demuestre que no soy el único preocupado por tanto silencio:
Estamos en una Crisis Política que debe ser declarada de inmediato para que pueda ser atendida con la misma celeridad. No hay tiempo para disimulos: es ahora o costará mucho más después.
El contexto actual hace que la idea de la Unidad no sea suficiente. Porque ya esto no se trata de “ponernos de acuerdo en qué decir” ni de “vamos a ver qué dice la oposición”, sino de salvar a Venezuela.
Es necesario pasar a la idea de Gobernabilidad como eje que nos aglutine, como ya lo comentamos hace meses. Por eso hay que replantear la fórmula mediante la cual se han estado tomando las decisiones políticas en la oposición.
Es necesario ocupar cada espacio donde resida alguna fuerza política y empezar a ofrecer soluciones verosímiles y a corto, mediano y largo plazo. Y eso debemos hacerlo rápido y considerando a los únicos que tienen derecho a cuestionarnos y exigirnos: el Pueblo.
Si no demostramos que podemos y sabemos gobernar, no sacaremos a nuestro pueblo del secuestro emocional en que el madurismo lo mantiene como rehén.
Empecemos a demostrar que sabremos gobernar y el Pueblo nos conducirá al Poder, porque sabrá que somos una alternativa posible y real.
Si logramos eso, si logramos volver a despertar una esperanza honesta que nos movilice políticamente, no habrá militar ni empresario honesto que no quiera apoyar el cambio político.
Ha llegado otro momento de transformar la manera de tomar las decisiones, escuchando al Pueblo pero también teniendo el valor para asumir la conducción de su fuerza y de sus deseos.
Nos corresponde hacerlo. Y estoy seguro de que será tan rápido y tan bueno como decidamos.
¡Dios bendiga a nuestra patria Venezuela!