Nicaragua es un país en crisis. Además de las invaluables pérdidas humanas, su economía, ya de por sí frágil, ha empeorado en los últimos 90 días. ¿Podría convertirse en otra Venezuela?
La economía nicaragüense, la sexta de Centroamérica y vigésima de América Latina, depende mayormente de la exportación de productos agrícolas y de manufacturas, además de las remesas. Estas ascendieron a 353,4 millones de dólares en el primer trimestre de 2018, continuando con una tendencia al alza que comenzó en 2010. Eso representa un crecimiento de un 9,3 por ciento con respecto al mismo periodo de 2017, según el Banco Nacional de Nicaragua.
Gracias a que el precio del petróleo se mantuvo moderado durante la primera mitad de 2017, y a una recuperación de las exportaciones agrícolas, el déficit de la balanza comercial fue, el año pasado, de un 5 por ciento del PIB, cifra históricamente baja.
«Es sorprendente que un país tan pequeño como Nicaragua haya tenido un crecimiento económico relativamente alto en los últimos 15 años”, explicó Hajo Lanz, representante de la Fundación Friedrich-Ebert (FES) para Nicaragua en entrevista con Deutsche Welle. Un aspecto importante para entenderlo es que Venezuela ayudó hasta hace poco a Nicaragua con el abastecimiento subvencionado de petróleo, clave para el desarrollo energético, dijo el experto.
De «crecimiento sólido” a «riesgo económico”
Pero el panorama cambió al inicio de la crisis político-institucional, el 18 de abril, y las perspectivas de crecimiento económico ahora son negativas. El gobierno calculaba que la economía del país crecería en 2018 entre un 4,5 y un 5 %, con una inflación acumulada que se situaría entre un 5,5 y un 6,5 por ciento. Ahora, el Banco Central actualizó su proyección y se estima que la economía crecerá entre 0,5 y 1,5 %, con una inflación entre 6,5 y 8,5 %.
«El rumbo económico del gobierno de Nicaragua ha sido liberal, a pesar de que el gobierno se describe a sí mismo como socialista, cristiano y solidario”, añadió, en referencia a reglas impuestas por el gobierno de Daniel Ortega. «Según observadores, hay grandes sectores de la economía nicaragüense en manos de Ortega, su familia y sus aliados”, señaló Lanz. «Mucha gente siente que no tiene suficiente participación en el crecimiento de los últimos años, la desigualdad económica crece en el país, y por eso también muchos nicaragüenses, de todos los sectores de la población, salen a protestar a la calle.”
El 2 de abril de 2017, la agencia calificadora FitchRatings estimó que los niveles de capitales y liquidez de la banca del país centroamericano eran «sólidos”. Más tarde, luego de estallar las protestas, esa agencia calificadora rebajó la economía de Nicaragua a «B» debido a la «creciente inestabilidad política y a la correspondiente disminución de las inversiones extranjeras, al freno en el crecimiento económico y al deterioro de las finanzas públicas”.
La deuda externa nicaragüense alcanzó los 11.563,2 millones de dólares en el primer trimestre de este año, lo que equivale a 79,6 % del Producto Interno Bruto (PIB), informó el BCN en junio de este año. La deuda externa total aumentó en 50,5 millones de dólares, 0,4 %, respecto al cuarto trimestre de 2017, detalló esa entidad.
Pese a las fortalezas de los últimos años, en opinión de la agencia S&P Global Ratings, que calificó a Nicaragua con una B+ en julio de este año, el país centroamericano enfrenta retos, en particular el bajo ingreso per cápita, una posición externa débil y la rigidez de su política monetaria.
Nicaragua, ¿otra Venezuela?
La ola de protestas, y la represión de las mismas por parte de fuerzas parapoliciales del gobierno de Daniel Ortega, que dejaron un saldo luctuoso de al menos 277 muertos, según la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) al 20.07.2018, hacen mella en la economía de ese país. La vida cotidiana ya no transcurre como antes, y los productores y trabajadores también se ven afectados.
Para 2018, FitchRatings prevé que el déficit de la balanza comercial de Nicaragua ascenderá a un 8 por ciento del PIB debido al aumento en el precio del petróleo y a pérdidas en el sector turístico y agrícola motivadas por la crisis institucional que vive el país. Y espera una reducción del crecimiento económico de ese país para 2018 a un 1,7 por ciento.
A la pregunta sobre si la situación en Nicaragua podría desembocar a mediano plazo en un callejón sin salida como el de Venezuela, el experto dijo que «hay varios paralelos entre Venezuela y Nicaragua, tanto en lo referente al estilo de gobierno autoritario, corto de miras y carente de empatía, así como en que se arroga haber encontrado la solución política y ética en forma de una ideología y en el dominio de un solo partido.»
«Nicaragua no está aún al borde del abismo, como Venezuela, pero va por ese camino”, subraya.
«La falta de inversiones, el freno a la producción, y el hecho de que la economía esté en manos de unos pocos, según afirman observadores, de Daniel Ortega, su familia y sus aliados, y que la gente que sale a protestar a la calle sea perseguida, reprimida y asesinada, también es un paralelo con Venezuela”, señala Hajo Lanz.
De acuerdo con el representante de la FES, «no todo lo que ha hecho el gobierno de Ortega es malo. El Estado no deja morir de hambre a la población y se han creado en años anteriores diversos programas sociales. Pero estos no deben ser utilizados para acallar las demandas de más libertades y derechos democráticos”, sostiene. Sin embargo, el deterioro económico está yendo de la mano de la crisis sociopolítica, y nadie sabe qué sucederá dentro de algunos meses. Esa incertidumbre agrava más aún el panorama.
En cuanto a si Daniel Ortega podrá garantizar la estabilidad económica de Nicaragua a pesar de la crisis, Lanz opina que «para que Nicaragua no siga camino al abismo, no puede haber otra solución que elecciones anticipadas justas y transparentes”. DW