El horizonte se oscurece. Corea del Norte amenaza ahora con cancelar la cumbre entre su líder supremo, Kim Jong-un, y el presidente de EEUU, Donald Trump, en Singapur el 12 de junio. La razón aducida son las declaraciones del consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, en las que recomienda que Pyongyang adopte el “modelo libio” de desnuclearización. Una maniobra con la que el régimen del Norte busca presionar a Washington y llegar a la reunión desde una posición de fuerza. Ante el nuevo pulso, un evasivo Trump añadió incertidumbre. «Tendremos que ver sigue la cumbre. No nos han notificado ninguna decisión», dijo a preguntas de los periodistas, al tiempo que insistía en que su objetivo es desnuclearizar Corea del Norte.
Con anterioridad a las palabras de Trump, los portavoces oficiales de la Casa Blanca habían señalado que para el presidente la reunión se mantenía y que, en caso de que no realizase, se proseguiría con la «estrategia de máxima presión» ejercida en el último año y que ha llevado, con apoyo de China y de la comunidad internacional, a que el régimen de Pyonyang se siente en la mesa de negociación.
La declaración norcoreana tiene peso. La firma un influyente cargo del régimen, el viceministro de Exteriores Kim Kye-gwan. Y sienta las bases con las que Corea del Norte quiere negociar: no va a renunciar unilateral y totalmente a su programa nuclear, como le exige Estados Unidos. Pero no representa un cierre en banda: deja la puerta abierta a mantener la cumbre, siempre y cuando Washington deje de proponer a Libia como modelo y no insista en que Pyongyang dé todos los pasos primero antes de que EE. UU. acceda a mover ficha. El Norte considera que ya ha ofrecido una serie de gestos, desde el anuncio del desmantelamiento de su centro de pruebas nucleares hasta la entrega de los tres estadounidenses que retenía presos.
“Si Estados Unidos nos acorrala y exige unilateralmente que nos deshagamos de nuestro programa nuclear, dejaremos de tener interés en las conversaciones y tendremos que reconsiderar si aceptamos la próxima cumbre estadounidense-norcoreana”, indica el comunicado del viceministro, difundido por la agencia oficial KCNA.
La declaración arremete de modo especial contra John Bolton, uno de los “súper halcones” del Partido Republicano en Washington, gran impulsor de la guerra contra Irak y que ya desempeñó en su día un papel en las fallidas negociaciones a seis bandas con Corea del Norte sobre desnuclearización. Bolton ha sugerido que la idea que la Casa Blanca tiene en mente es que Corea del Norte se deshaga por completo de su programa nuclear como hizo Libia en 2003 y 2004. Una declaración, a ojos de Pyongyang, o muy provocadora o muy estúpida.
El líder libio de entonces, Muamar el Gadafi, acabó derrocado y muerto a manos de rebeldes financiados parcialmente por Occidente en 2011. Corea del Norte siempre ha tenido especialmente presente ese ejemplo, y el de Irak, para alegar que necesita la capacidad disuasoria de una bomba nuclear para garantizar que el régimen y el país no acaban de la misma manera.
Las declaraciones de Bolton, explica Kim, son “una manifestación de una iniciativa tremendamente siniestra para imponer sobre nuestro propio digno Estado el destino de Libia o Irak, que se derrumbaron por haber sometido la totalidad de sus países a las grandes potencias”.
“Ya quedamos iluminados sobre la calidad de Bolton en el pasado, y no escondemos nuestros sentimientos de repugnancia hacia él”, agrega la declaración. También advierte: “si el presidente Trump sigue los pasos de sus predecesores, quedará en los anales como un presidente más trágico y más fracasado que sus predecesores, muy lejos de su ambición inicial de lograr un éxito sin precedentes”.
Aunque el comunicado parece formar parte de la estrategia norcoreana -en negociaciones pasadas ha empleado tácticas similares-, es verdad que el proceso de negociación, que hasta ahora parecía avanzar de una manera sorprendentemente rápida y amigable, ha encontrado escollos. Tras confirmar el martes que este miércoles se celebrarían conversaciones de alto nivel entre las dos Coreas en el lado del Sur en Panmunjom, en la frontera, esta madrugada Pyongyang las ha cancelado unilateralmente. Iban a haber tratado sobre la celebración de reuniones de familias separadas o el establecimiento de una oficina de enlace en Kaesong, en el lado norte de la frontera; todo ello, parte del acuerdo suscrito entre Kim Jong-un y el surcoreano Moon Jae-in en su cumbre del 27 de abril también en Panmunjom.
En este caso, el motivo alegado en un segundo comunicado también distribuido por KCNA resulta sorprendente a primera vista: las maniobras militares conjuntas “Max Thunder” que desarrollan Corea del Sur y Estados Unidos estos días y que el régimen de la familia Kim había declarado aceptables hace pocas semanas. El Norte considera esas maniobras una provocación y un ensayo poco disimulado de una posible invasión de su territorio.
En los ejercicios, llamados Max Thunder, participan un centenar de aviones, incluidos bombarderos estratégicos B-52, así como cerca de 1.500 soldados. Desarrollados anualmente, en esta ocasión el Pentágono se negó a embarcar periodistas con la idea de rebajar su perfil. Pyongyang no lo sintió así.
El comunicado también alude a otro factor que ha molestado especialmente en el Norte: la comparecencia en la Asamblea Nacional del Sur de Thae Yong-ho, el ex diplomático norcoreano que el año pasado desertó mientras se encontraba destinado en Londres. Thae opina que el régimen de Kim Jong-un no puede llevar a cabo un proceso de desnuclearización completo e irreversible, como le exige Washington, ni llevar a cabo reformas económicas similares a las que han acometido China o Vietnam, so peligro de perder el poder.
“Las autoridades surcoreanas han recurrido a actos impropios bastante contrarios a la promesa de colaborar por la paz, la prosperidad y la reunificación de la Península, y han recurrido a actos provocadores como permitir que una escoria humana arrastre por el barro ostentosamente la dignidad del Líder Supremo y su sistema … en la Asamblea Nacional”, apunta el comunicado.
En cualquier caso, las negociaciones no están rotas; de momento, solo se trata de un puñetazo sobre la mesa por parte de uno de los participantes. Las declaraciones y contradeclaraciones forman parte del proceso, por altisonantes o extemporáneas que puedan parecer.
“No es una sorpresa, forma parte del juego negociador de Kim; debe querer alguna concesión de China o Estados Unidos, o bien directamente ha llegado a la conclusión de que Washington está determinado a imponer la desnuclearización y quiere salir de la mesa de negociación”, señaló el experto Anthony Ruggiero, del think tank conservador Fundación para la Defensa de las Democracias.
El próximo paso, si no ocurre antes algo inesperado -y en este atípico proceso de deshielo cabe esperar cualquier cosa- ocurrirá en una semana, cuando Corea del Norte completará, ante los ojos de periodistas extranjeros, el desmantelamiento de su centro de pruebas nucleares en Punggye-ri. Qué haga entonces, y cómo lo haga, dará una nueva pista sobre la marcha de la negociación.
El País