El exmandatario, que fue el segundo político de mayor influencia en la Guatemala contemporánea solo por detrás de Ríos Montt, ha fallecido este viernes a causa de un infarto
Arzú Irigoyen ante la Asamblea General de Naciones Unidas en 1999. REUTERS
El expresidente de Guatemala Álvaro Arzú Irigoyen, de 72 años, y actual alcalde de la capital murió la tarde de este viernes de un infarto, mientras jugaba al golf en un exclusivo club de los suburbios de la capital. Según la versión de quienes estaban jugando con él, el ataque fue fulminante y los esfuerzos por reanimarlo resultaron inútiles.
Arzú Irigoyen ocupó la Presidencia de Guatemala entre 1996 y 2000. Fue el mandatario que llegó a un acuerdo de paz con la guerrilla de la Unión Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG, de inspiración marxista), aunque sus adversarios políticos lo responsabilizan de haberla boicoteado desde el momento mismo de firmarla, al no darle continuidad. Su Gobierno también será recordado por la privatización de las empresas del Estado.
Se lleva a la tumba un secreto relacionado con el asesinato del obispo Juan Gerardi, ocurrido a menos de dos manzanas de la sede del entonces Estado Mayor Presidencial, fuerza nacida para la seguridad del mandatario y su familia y trastrocada en una suerte de policía política, encargada de eliminar a los enemigos del régimen. Uno de los responsables de esa muerte, el capitán Byron Lima Oliva, asesinado en la prisión donde cumplía con una pena de 20 años por ese asesinato, fue uno de los hombres más cercanos y de confianza del entonces presidente.
Pero el recuerdo más reciente, todavía en la retina de los guatemaltecos, es su enfrentamiento con el titular de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), el magistrado colombiano Iván Velázquez, que tuvo uno de sus puntos álgidos cuando la Fiscalía y la CICIG ofrecían una rueda de prensa para señalar anomalías en las finanzas de la Alcaldía. En esa ocasión, un Arzú fuera de sí irrumpió en el salón donde la fiscal Thelma Aldana y el comisionado Velázquez informaban de los hallazgos y pedían que se le retirara la inmunidad como alcalde.
Fiel a su carácter, Arzú declaró una guerra sin cuartel a Iván Velázquez, a quien se refería como “el colombiano” y lanzó una frase lapidaria: “Firmé la paz, pero también puedo hacer la guerra”, espetó ante sus incondicionales en un mitin convocado de urgencia entre los empleados del ayuntamiento frente al palacio municipal.
Con Iván Velázquez como enemigo común se unió muy fuertemente con el presidente Jimmy Morales, al grado de ser considerado el poder detrás del trono y el inspirador principal de la lucha de Morales por echar del país ya no solo a Velázquez, sino también a la CICIG.
La intolerancia fue uno de los rasgos más marcados de su personalidad. Campechano y gran conversador con sus amigos, perdía los estribos a la menor contradicción. Las hemerotecas recogen sus peleas con la prensa, que se pueden resumir en una frase que acuñó para la posteridad: “Al periodista, se le pega o se le paga”.
Su trayectoria política nace y se desarrolla en el anticomunista Movimiento de liberación nacional (MLN), cuyo máximo líder, Mario Sandoval Alarcón adoptó, con una ligera modificación, el lema carlista “Dios, patria, rey”, para convertirlo en “Dios, patria, libertad”, que luego Arzú hizo propio con su Partido Unionista, que en las últimas elecciones alcanzó un solo escaño pero que logró colocar a uno de sus hijos, Álvaro Arzú Escobar, como presidente del Legislativo. Su himno de campaña en las elecciones generales es una adaptación muy sui géneris del Cara al Sol franquista.
Como ocurre con Ríos Montt, su muerte deja divididos a los guatemaltecos y habrá que esperar un tiempo para que sea la historia la que dé su veredicto definitivo con respecto a su mandato.
El País