¿No recuerdas qué pasó ayer? Es posible que bebieras muy rápido. La amnesia alcohólica, o las lagunas mentales relacionadas con la ingesta de alcohol, “se producen cuando esta sustancia interfiere en el funcionamiento normal del hipocampo, una estructura cerebral implicada en los procesos de memoria. Para que esto suceda deben alcanzarse elevadas concentraciones de alcohol en sangre en cortos periodos de tiempo; de modo que su aparición no depende tanto de cuánto has bebido, sino de lo rápido que ha aumentado la alcoholemia”. Así lo explica Pedro Martínez, psiquiatra y responsable de la Unidad Ambulatoria de Deshabituación Alcohólica de la Clínica Nuestra Señora de La Paz, en Madrid.
“El alcohol interfiere con los mecanismos moleculares que regulan la formación de los recuerdos en las áreas cerebrales implicadas”, recalca José Manuel Moltó, vocal de la Sociedad Española de Neurología (SEN).
Basándose en su experiencia en consulta, el psiquiatra de la Clínica Nuestra Señora de La Paz, cuenta que “las lagunas mentales son frecuentes en personas con dependencia alcohólica grave de larga evolución, en las que la exposición crónica al alcohol ya ha ocasionado daños cerebrales, y cuando el patrón de consumo etílico es en forma de atracones. Este tipo de ingesta (cinco o más bebidas alcohólicas si es hombre y cuatro o más, si es mujer, seguidas o en un intervalo de menos de dos horas) cada vez es más frecuente entre los jóvenes que se inician en el consumo de alcohol socio-recreacional”.
Benjamín Climent, representante de la Sociedad Científica Española de Estudios sobre el Alcohol, el Alcoholismo y otras Toxicomanías (Socidrogalcohol), comenta que “hay pacientes con consumo excesivo crónico, con o sin dependencia al alcohol, que presentan un deterioro cognitivo moderado (sobre todo alteraciones de la memoria) con signos de atrofia cerebral en TAC o resonancia. Cuando alcanzan y mantienen la abstinencia y siguen una buena dieta mejoran clínicamente”.
¿Dónde está tu límite con las copas?
“Resulta imposible poder calcular de antemano cuánto alcohol deberá ingerir una determinada persona para que se dé la aparición de lagunas, entre otros motivos porque no depende tanto de cuánto se beba sino de lo rápido que suba la concentración de alcohol en sangre (y, por lo tanto, en el hipocampo)”, afirma Martínez.
El psiquiatra indica que sí se sabe de qué factores depende este aumento de la alcoholemia: “De la graduación alcohólica de la bebida; de lo rápido que se beba; y de factores individuales, tanto coyunturales (por ejemplo, si se bebe con el estómago vacío), como genéticos (hay individuos, e incluso razas, con una peor capacidad de metabolización del alcohol)”.
Según Moltó, “tradicionalmente se ha considerado que cada persona tiene una tolerancia al alcohol diferenciada. Sin embargo, se van acumulando evidencias de que los consumos mínimos ya tienen efectos negativos sobre el cerebro. En ese sentido, deberíamos decir que no hay dosis saludable en términos de afectación de la función cerebral”. Y es que “se ha demostrado que beber de forma mantenida en el tiempo entre dos y cuatro cañas de cerveza diarias en mujeres (de cuatro a seis, en hombres) eleva el riesgo de consecuencias perjudiciales para la salud”, menciona Martínez.
Por su parte, Climent puntualiza que “cuando una persona consume bebidas alcohólicas de forma habitual, desarrolla mecanismos para la metabolización del alcohol, siendo capaz de tolerar más cantidades que otra”.
El consumo de chupitos afecta al equilibrio y a la capacidad de atención.
Los ‘chupitos’ favorecen la pérdida de recuerdos
Los chupitos tienen la particularidad de tratarse de “bebidas de alta graduación (destilados) que, además, tienden a ingerirse en breves espacios de tiempo -varios seguidos y de un trago-. Este tipo de ingesta da lugar a un rápido aumento de la cantidad de alcohol en sangre, favoreciendo la probabilidad de que aparezcan fenómenos de laguna mental”, dice Martínez.
Del mismo modo, se aumenta el riesgo de sufrir: coma etílico, embriaguez patológica (en la que aparece agitación psicomotriz, conductas violentas o imprevisibles) y accidentes, y se expone a unos elevados niveles de toxicidad al resto de órganos sensibles a los efectos del alcohol (tracto digestivo, páncreas, hígado y corazón). Además, este consumo produce cambios en áreas relacionadas con el equilibrio, con la capacidad de atención y de respuestas motora y refleja ante estímulos. Induce somnolencia a dosis mayores. Incluso, contra lo que se cree comúnmente, tiene efectos negativos sobre las conductas sexuales.
Para Climent, a mayor cantidad de gramos de alcohol ingeridos, mayor daño. Da igual si es cerveza o licor. Todo dependerá de la cantidad consumida. Moltó está de acuerdo, por eso sugiere que “un chupito aislado (correspondiente a unas dos cervezas como cantidad global de alcohol) no sería especialmente más dañino que esas dos cervezas”.
¿La combinación de alcohol con otras drogas incrementaría el riesgo de amnesia? Los expertos responden afirmativamente. “Muchas drogas son también neurotóxicas y ocasionan deterioro cognitivo, que se manifiesta inicialmente mediante alteraciones de la memoria. Si se consumen conjuntamente con el alcohol, el daño aumenta”, dice el representante de Socidrogalcohol.
¿Qué pasa cuando es ‘garrafón’?
“Si los alcoholes son de baja calidad o ilegales, la presencia de otras sustancias tóxicas como otros alcoholes (metílico, por ejemplo) producirán un aumento del daño secundario al consumo de la bebida alcohólica”, dice Climent. Lógicamente, advierte Moltó, “el garrafón incrementa la posibilidad de sufrir lagunas porque suele traer consigo una ingesta muy elevada de alcohol. Asimismo, con el garrafón, generalmente asociado a consumo de alcohol de bajo coste, se asocia el riesgo de consumir bebidas adulteradas ocasionalmente con otros compuestos alcohólicos como el metanol, cuya capacidad tóxica grave sobre el cerebro es mucho mayor”.
Mensajes categóricos de prevención a los jóvenes
El alcohol es una sustancia adictiva y su consumo excesivo produce un daño importante sobre la salud. Se ha relacionado con más de 100 enfermedades (algunos expertos hablan de 200) y es responsable de pérdida de años de vida, discapacidades y deterioro social y laboral. Martínez expone los siguientes datos: en España, los gastos derivados del consumo de alcohol representan en torno al 1,5 por ciento del PIB (6.000 millones de euros), tanto por costes directos (patologías directamente atribuibles al alcohol), como indirectos (reducción de productividad, aumento de siniestralidad -en el 50 por ciento de los accidentes de tráfico y el 30 por ciento de los laborales está presente el alcohol-).
“Un adolescente nunca debería consumir alcohol, ya que se ha demostrado el efecto neurotóxico en su cerebro en formación”, recalca Climent. Al respecto, Moltó comenta que “el juvenil es un colectivo difícil de abordar con mensajes relacionados con su salud futura. Lo que está claro es que el mensaje debería ser categórico en cuanto a la capacidad del alcohol para inducir daños graves a su cerebro”. El mensaje esperanzador es que el abuso de alcohol es una enfermedad con tratamiento.
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