Nemorino, sencillo campesino, busca una poción mágica con la ilusión de que le permita conquistar a la arrogante terrateniente Adina. Sin saberlo, lo que le dan de beber es simplemente vino de Burdeos, generando una serie de confusiones tragicómicas que han hecho de “L’Elisir d’Amore” (Donizetti, 1832) una de las óperas más producidas en la historia.
Al dirigirla, Domingo GarcíaHindoyan (Caracas, 1980) se convertirá este martes 16 de enero en el primer venezolano en llevar la batuta en la Ópera Metropolitana de Nueva York (MET), para lo cual se ha mudado temporalmente de Ginebra a Manhattan.
Casualmente es la primera gran ópera que García Hindoyan condujo en Austria en 2012, y que a la larga ha sido la más recurrente en su carrera. Justamente la invitación a Nueva York nació al verlo dirigiéndola en la Ópera de Berlín, en el otoño de 2015.
“Fue una propuesta directa del MET”, apunta, lo que además pudo conciliarse con la actuaciónprotagónica de su esposa, la soprano búlgara Sonya Yoncheva, en “Tosca”, otro de los títulos de la actual temporada neoyorquina.
“Me he divertido mucho haciéndola. Es una de las óperas bellcantistas de Donizetti, sin duda alguna una comedia, no es triste ni trágica, aunque tiene sus momentos de nostalgia”, incluyendo la famosa aria “Una furtiva lágrima”.
-¿Qué la atrae más de conducir la orquesta en una ópera?
-Lo especial de dirigir ópera es que se mezclan las artes dramáticas con la música. Depende de cada quien, pero yo intento mezclarme lo más que puedo con el trabajo del director de escena, sobre todo cuando es una producción nueva. No sólo por lo acústico, sino para que el cantante pueda expresarse teatralmente con la música de la mejor manera. Es una ayuda mutua. El teatro ayuda al cantante a interpretar de la mejor manera y viceversa. Esa es la diferencia con la dirección sinfónica.
-¿Prefiera una sobre otra?
-Es simplemente otra cosa, otra profesión. Trabajar con la voz humana tiene su complicación. En la sinfónica hay un contacto más directo con la partitura, en la ópera hay un texto.
Aunque su experiencia como director sinfónico y de ópera es amplia, “nunca había dirigido ni una nota en Estados Unidos y qué honor que mi debut va a ser en el MET”, con más de 70 músicos en el foso y alrededor de 120 artistas en escena. “Es un show grande, completo”, comenta el caraqueño con expectativa. La dirección de los actores es responsabilidad de Bartlett B. Sher, veterano en Broadway, donde ganó el premio Tony, sumando siete nominaciones.
Asignaturas pendientes
García aterrizó en Nueva York a fines de diciembre, tras cerrar sus actividades profesionales de 2017 dirigiendo “I puritani”, de Bellini, en la Ópera de Monte Carlo.
De “L’Elisir d’Amore” habrá diez funciones entre enero y febrero, todas conducidas por él. Particularmente la del 10 de febrero también llegará a más de dos mil salas de cine en 71 países alrededor del mundo, a través del programa de alta definición “The Met: Live in HD”.
Luego de este compromiso, García Hindoyan dirigirá conciertos sinfónicos en Carolina de Norte, Noruega y Dresden (Alemania), antes de volver a Berlín, donde “La Traviata” y “Orfeo y Eurídice” esperan por su batuta.
-¿Qué otras óperas quisiera conducir?
-Hay muchas que sueño con dirigir. “Otelo”, las últimas de Verdi, “Parfisal” de Wagner, “Tristán e Isolda”. Ya se dará.
En Venezuela estuvo por última vez a finales de 2016, cuando dirigió la Sinfónica Simón Bolívar (OSSBV) de El Sistema, en el Centro Nacional de Acción Social por la Música. “Fue una semana espectacular”, recuerda. Con el país donde se formó mantiene permanente contacto. Su padre es además su tocayo y colega, el violinista Domingo García, ex presidente de la Sinfónica Venezuela (OSV); y su madre Viki Hindoyan ha sido juez y abogada del Parlamento.
-¿Le gusta aportar noticias positivas que contrastan con la imagen actual de Venezuela en el mundo?
-Es complejo. Primero que nada, me gustaría que no existieran tantas noticias negativas sobre Venezuela, porque es un país con mucho talento. Me alegra generar orgullo y quizás inspiración desde el exterior, pero no soy el único. Hay muchos más, en música, ciencias, deportes. Yo quisiera que en el mismo país se pudiera vivir mejor, por la cantidad de talento que tenemos. Yo soy venezolano, pero la música es universal, no se pueden llevar banderas. Estudié 20 años en Venezuela y luego en Europa, y gracias a eso estoy aquí.
-¿A quién le dedica su debut en la Ópera de Nueva York?
-No había pensado en eso. Se lo dedico a la gente que más me ha apoyado y me ha ayudado a soñar: mis padres, mi esposa, mi hijo. Ellos han visto mi trabajo, mis estudios, la pasión por la que vivo.
Globovisión