Las sensaciones asociadas al miedo no acostumbran a estar asociadas al placer, sino más bien al contrario: el miedo es producido por una respuesta fisiológica que aparece cuando las posibilidades de ver nuestra vida amenazada por algún peligro son relativamente altas y, por lo tanto, aprendemos a evitarlo. Sin embargo, en el cine la gente invierte dinero y tiempo en ser expuesta a situaciones que producen terror. ¿Por qué ocurre esto?
Muchos pueden llegar a pensar que es debido a una falta de empatía o a un sadismo propio de la persona que es políticamente incorrecto y que, una vez al año, puede salir a la luz. Sin embargo, hay teorías que van más allá de esta visión.
Las teorías de Zillman sobre nuestra preferencia por las películas terroríficas y sádicas.
Para dar algunas respuesta se pueden aplicar las teorías de Zillman (1991a; 1991b; 1996), que hablan sobre por qué razón nos atraen los personajes dramáticos. Si alguna vez has pensado cómo un género que se dedica a la exposición del sufrimiento ajeno puede llegar a gustar, puede que la siguiente explicación satisfaga tu curiosidad.
Teoría disposicional: la importancia de los personajes «buenos» y «malos».
Toda narración ficticia incluye una trama y unos personajes. El objetivo de los guionistas con estos dos elementos es, por un lado articular la trama para inducir un placer estético en el espectador, un “argumento que enganche”. Para ello, por otro lado, es necesario trabajar los personajes, para que el espectador pueda ponerse en su lugar y vivir sus aventuras en primera piel. Por tanto, a diferencia de lo que se puede llegar a pensar, es un proceso de empatía.
Sin embargo, en toda historia surgen protagonistas y antagonistas; y no empatizamos de la misma forma con unos y con otros. Es más, el mismo contexto de hechos que envuelve al protagonista es poco deseable para el espectador, es decir, a nadie le gustaría verdaderamente vivir las mismas situaciones que suceden en una película de terror.
Teoría de la transferencia de la activación: explicando el placer por el miedo.
Sin embargo, la teoría de la disposición no explica por qué nos gusta sentir malestar teniendo unas expectativas contrarias a la valoración del personaje. Si queremos que a esa chica tan buena le sucedan cosas buenas, ¿por qué disfrutamos cuando le suceden malas? Muchas investigaciones desvelan un principio de inversión hedónica en la valoración de personajes dramáticos: cuanto más sufrimiento se provoca en el espectador, mejor es su valoración de la película.
Al ver películas de miedo, las reacciones positivas o negativas al miedo se pueden entender a partir de las reacciones psicológicas que se producen en nuestro cerebro. Según los estímulos recibidos, seremos capaces de interpretar y entender esta emoción.
Dentro de nuestro sistema límbico, en la profundidad de nuestro lóbulo temporal, encontramos a la amígdala. Esta estructura subcortical es la encargada de delimitar si se trata de un “miedo-placer” o de un “miedo-real”.
Ante una situación en la que se produzca esta emoción, podemos reaccionar de diferentes formas. Tal vez queramos correr, atacar, huir… sea como fuere, nuestro cuerpo reaccionará liberando adrenalina y elevando el nivel de cortisol y azúcar en la sangre.
Esta enorme descarga de nuestro organismo, ¿es positiva? En realidad, si estás en un entorno controlado y tu mente sabe a ciencia cierta que no hay peligro alguno, será un gran placer para todo el cuerpo, que disfrutará consumiendo las sustancias que ha liberado sin la interferencia de ninguna amenaza real.
Así que ya sabes. Si todo está bajo control, el placer del miedo puede ser una herramienta más para mejorar tu estado de ánimo. Una manera de darle un capricho a tu cerebro para que se dé un banquete de sustancias que le encantan sin que nada ni nadie le moleste.
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