Con una imagen casi zen, el verbo contenido y el ego en cuarentena, Cristina Fernández de Kirchner vuelve a medirse hoy en las urnas tras dejar el poder en diciembre de 2015. Al frente de un nuevo movimiento político, la ex mandataria argentina encabeza las encuestas como candidata a senadora en las elecciones primarias, una suerte de macroencuesta nacional. Si logra una victoria holgada en la determinante provincia de Buenos Aires, el presidente Mauricio Macri tendrá que hacer malabares para frenar a la líder peronista en los comicios legislativos de octubre. La suerte de los dos principales actores de la política argentina está echada.
Kirchner (64 años) no es una dirigente política al uso. Su carisma trasciende todos los tópicos. Es amada y odiada casi a partes iguales. Y para fortuna de los primeros y desventura de los segundos, lleva una década en boca de todos. Hasta estas atípicas primarias, donde se vota de forma abierta, simultánea y obligatoria (PASO), son un invento suyo ideado para sanear la estructura interna de los partidos. En la práctica, sin embargo, las principales coaliciones acuden sin competencia interna, lo que deslegitima su razón de ser.
Tras una anodina campaña electoral (que tendrá que repetirse en octubre, cuando se celebren los comicios para renovar una parte del Congreso y del Senado), las encuestas otorgan a Kirchner una ligera ventaja sobre Esteban Bullrich, el candidato de Macri en la provincia de Buenos Aires. Aunque los sondeos diarios que encarga la Casa Rosada muestran un avance sostenido del ex ministro de Educación en los últimos días de la campaña, el oficialismo tiene asumida una posible derrota en esa provincia clave que alberga casi el 40% del padrón electoral.
Kirchner mantuvo el suspense sobre su candidatura hasta el último momento. Regresó a la primera línea de la política por todo lo alto el pasado 20 de junio, cuando habló ante miles de seguidores en un estadio de fútbol abarrotado en el sur de Buenos Aires. Ese día ya ofreció una muestra del ‘lifting’ político al que se había sometido: un escenario minimalista, ausencia de la socorrida escenografía peronista y protagonismo de los afectados por la crisis económica, gente común y corriente que dialogaban de tú a tú con la ex mandataria. El ‘marketing’ funcionó. Tanto es así que la coalición oficialista Cambiemos llegó a decir que les habían copiado el libreto. Y algo de cierto había en ello. La campaña de Macri en 2015 se caracterizó por ese medido acercamiento a los electores.
Pero Kirchner daría más sorpresas. Confirmada su candidatura a senadora por su nuevo frente político, Unidad Ciudadana, la ex presidenta ha realizado una campaña ‘fantasma’, sin apenas apariciones públicas. No ha concedido entrevistas ni se ha paseado por los canales de televisión como sus adversarios. Consciente de que su «marca» está suficientemente instalada en la sociedad, sus asesores electorales (entre los que figura para esta campaña el consultor catalán Antoni Gutiérrez-Rubí) diseñaron una estrategia que ha descolocado a sus rivales. «Es una candidata muda», se lamentó Sergio Massa, un peronista moderado que aparece en las encuestas como tercero en discordia.
«La estrategia del silencio, que guió la campaña de Cristina, revela en efecto sus limitaciones. Si la figura de ella fuera un imán, se mostraría sin disimulo, arrastraría multitudes en cada barrio, como lo hizo tantas veces. Pero sus movimientos son calculados y discretos. Las encuestas reflejan un alto índice de rechazo. Por eso, la alternativa, si quiere perforar su techo, consiste en disimular su presencia», explica el columnista político Ernesto Tenembaum en el portal ‘Infobae’.
Esa insólita táctica, en todo caso, parece haber funcionado. Kirchner cuenta con un apoyo férreo en el sur del conurbano bonaerense, el populoso y empobrecido territorio donde más se ha sentido la crisis. Pese a las causas judiciales que tiene abiertas (algunas de ellas por presunta corrupción), Kirchner ha renacido políticamente gracias en parte a la errática política económica del gobierno conservador, que disparó la inflación el año pasado por encima del 40% y mermó considerablemente el poder adquisitivo de las capas sociales más desfavorecidas. La recuperación de la economía está asomando justo ahora, un escenario con el que Macri espera contar a favor en la cita electoral de octubre.
Aunque es previsible que Cambiemos se imponga en estas primarias a nivel nacional, una derrota contundente en la provincia de Buenos Aires sería un varapalo para el futuro político de Macri. Ese distrito electoral no sólo es el más grande del país. Se trata del termómetro político de Argentina y donde se van a batir los principales líderes con vistas a los comicios presidenciales de 2019. A Kirchner y Massa se suma la gobernadora María Eugenia Vidal, la dirigente mejor valorada de Argentina, perteneciente a Cambiemos y vista por muchos como la sucesora natural de Macri, dada su juventud (43 años) y su excelente imagen. Vidal no se presenta pero se ha volcado en la campaña. En la práctica, dada la escasa popularidad de Bullrich, la primera gran batalla electoral desde 2015 será un duelo entre una renovada Kirchner y el oficialismo encabezado por Macri y Vidal.
ElMundo.es