Ayer en nuestro editorial colocamos sobre el tapete la participación de los sectores de oposición en unas posibles elecciones regionales convocadas por el oficialismo. Desde luego, partimos de un hecho por demás evidente: las señoras del CNE quedaban excluidas de esta nueva jornada electoral en tanto que han sido denunciadas nacional e internacionalmente como funcionarias carentes de toda confianza luego del señalamiento del principal ejecutivo de Smartmatic, el señor Mugica, que ante tamaña maniobra de fraude electoral no tuvo más remedio que cortar por lo sano y salvaguardar la poca credibilidad que le queda a su compañía.
Pero eso es poco si consideramos que, luego de ofrecer casa por cárcel a Leopoldo López y Antonio Ledezma, los detienen a medianoche utilizando el famoso “Método Pinochet”, es decir, sin tocar la puerta ni mucho menos presentar orden judicial. Valga señalar que estos actos se corresponden con las actuaciones de una dictadura clara, cruel y definitiva.
Pero lo que rebosó el vaso fue el comportamiento dictatorial de la camarilla que tomó por asalto la Asamblea Nacional. No hubo transición alguna, ni guantes de seda sino bota militar, como dijo uno de los voceros militares de la prostituyente: “No solo vamos a ocupar el Salón Elíptico sino todas las instalaciones administrativas y de servicios”. A careta quitada no hay duda sobre la intención del asalto madurista.
Paralelamente, y como si fuera “la hora loca” de la camarilla civil y militar madurista, se lanzaron en una ofensiva cobarde e histérica contra la fiscal general de la República, Luisa Ortega. Lo hicieron con un despliegue de la Guardia Nacional Bolivariana (¿?) que, en todo caso, hace más falta en los barrios y urbanizaciones para protegerlos del hampa que para reprimir a una funcionaria que, apartando cualquier error anterior, hoy es la valiente protagonista de un chavismo que protege la Constitución aprobada por el voto popular.
¿Qué se le cobra a la fiscal Ortega? Nada menos que no seguir callada ante las canalladas de una banda de traidores a Chávez y a la Constitución, y por ende, a la protección de aquellos que, desde la oposición, no han violado la ley sino ejercido el derecho de manifestar su rechazo a la convocatoria ilegal de un adefesio como la Constituyente.
Mientras tanto, a la fiscal se le acorrala, se le insulta y se le desprestigia desde todos los medios de comunicación que maneja Maduro y su camarilla. Se le impide, además, acceder a sus oficinas para de esa manera incautarse de las pruebas y documentos de las fechorías cometidas por el madurismo corrupto. La fiscal debió retirarse ayudada por un motorizado porque uno de sus guardaespaldas fue detenido y los gorilas de la GNB la empujaron con ese odio de los militares brutos contra los civiles.
La oposición debe reflexionar mucho ante estos hechos. Si bien ayer analizamos objetivamente la posibilidad de ir o no a las elecciones, hoy no tenemos ninguna duda, a la luz de los últimos acontecimientos, que participar en unos comicios prediseñados por la camarilla gobernante no es una alternativa válida sino un cruel y monumental error. Traerá sangre, sudor y lágrimas, como dijo Winston Churchill.
Editorial de El Nacional