Si las fuerzas políticas, o buena parte de ellas, han decidido dialogar con el régimen, no queda sino esperar resultados satisfactorios. La crisis del país es de tal magnitud que vale la pena transitar todos los caminos que la reduzcan a su mínima expresión. El crecimiento de la hostilidad en el terreno político, pero también el aumento de la insatisfacción popular por la desatención de sus urgencias, anuncia salidas violentas que se deben evitar. Esto es de Perogrullo, pero también el saber de la gente sencilla considera que a las palabras se las lleva el viento si no se encuentran bien atadas al mástil de la realidad.
Se mira con desconfianza el anuncio de un nuevo diálogo entre los representantes del régimen y un grupo de voceros de la MUD porque en anteriores oportunidades, cuando se sentaron a hablar, de las reuniones no salió nada positivo. La gente no quiere un nuevo parto de los montes, sino hechos palpables a través de los cuales se traduzcan beneficios que les lleguen a todos. Esto no significa que se esté desde el principio contra una reanudación de las conversaciones, sino solo que predomina el comprensible deseo de que la sociedad sienta y aproveche los frutos de lo que las partes traten. Oponerse desde ahora a una posibilidad de entendimiento capaz de favorecer a inmensas capas de la población no parece postura razonable.
Aún en sectores de la oposición se expresa la cautela frente a los acercamientos porque probablemente no tengan efectos concretos, o porque no se quieren retratar en el grupo de los conversadores por razones de prestigio, por mantener posiciones enfáticas que pudieran debilitarse si hablan con el chavismo, que no ha tenido compasión con ellos ni con la mayoría de los venezolanos. No les falta razón, seguramente, pero no parece insensata una exploración que cambie muchas cosas sin necesidad de que la sangre llegue al río.
El pueblo está pendiente de la posibilidad de esas conversaciones y no quiere que terminen en burla. El pueblo no ve con buenos ojos los saludos efusivos entre líderes que no se tragan ni en sueños. El pueblo prefiere una lucha frontal, sin mimos ni carantoñas, especialmente sus representantes más justificadamente agresivos, o más golpeados por el régimen. No es fácil entender estas armonías sin relación con la pugna predominante, estas cortesías que parecían borradas del mapa, pero tienen sentido en la medida en que no signifiquen el cese de los trabajos de la oposición por el retorno de la democracia y de la legalidad; en especial, si salen del limbo para llenarnos de beneficios que se puedan apreciar y celebrar.
Diálogo sin RR, no. Diálogo para que los presos políticos continúen encerrados, no. Diálogo sin elección de gobernadores, no. Diálogos para complacer a Francisco y al Departamento de Estado, no. Diálogo para que persista la dominación cubana, no. Diálogo para que sigamos haciendo cola por medicinas y comida, no. Justo lo que queremos es un acercamiento para que se solucionen las urgencias de la sociedad, y para que un ambiente doloroso sea de verdad otro asunto, otra vida capaz de ser hospitalaria para los venezolanos. Ese es el reto de la MUD, ante cuya posibilidad lo más razonable es esperar, aunque no con paciencia infinita.
Editorial de El Nacional