Alimentos como aceite, leche o arroz reaparecen en los supermercados de Venezuela en señal de que el país paulatinamente deja atrás el férreo control de precios. Pero para muchos venezolanos los precios de esos productos importados son desorbitantes.
Agrandando los ojos, Delia Mendoza mira el lector de precios que fija en 4.211 bolívares (6,4 dólares a la tasa oficial más alta) medio kilo de frijoles, básicos en la dieta venezolana. “¡Increíble!”, balbucea devolviendo el paquete al estante.
“Hay bastante pero todo carísimo, importado porque aquí no se fabrica nada. Si antes me comía un plato grande de espagueti, ahora la mitad para que me dure dos días”, dice la jubilada de 75 años, en un supermercado de una zona acomodada del este de Caracas.
Ante una economía devastada por la caída de los precios del petróleo y una severa escasez, enfrentado al malestar popular y a la presión opositora para sacarlo del poder, el presidente Nicolás Maduro comenzó a permitir la importación y venta de alimentos a precios liberados en varios Estados, y poco a poco en Caracas.
“El gobierno se ha hecho de la vista gorda. Hay una implosión la estructura de subsidios y controles, de forma desordenada. Pero la gente lo resiente en el bolsillo”, comentó a AFP Asdrúbal Oliveros, director de la consultora Ecoanalítica.
Maduro atribuye la crisis a una “guerra económica” de los empresarios para desestabilizarlo. Economistas aseguran que el control cambiario y de precios, vigente desde 2003, redujo las importaciones y desestimuló la producción.
Bajo ese régimen de control, rige una tasa de 10 bolívares por dólar exclusivamente para la importación de alimentos que el Estado ordena vender a precios subsidiados, pero el sector privado se queja del poco acceso a esa divisa.
Inflación más alta del mundo
Judith Quintana, ama de casa de 56 años, hace largas filas para comprar productos subsidiados, con lo cual medio kilo de frijoles le cuesta 280 bolívares. “El problema es que no conseguimos nada”, lamenta.
Tampoco le alcanza para comprar a los “bachaqueros”, quienes revenden los productos escasos hasta 40 veces más caros, elevando la canasta básica a 159.710 bolívares (242 dólares a tasa oficial), según la firma Hinterlaces, o a 353.785 (535 dólares), estima el Centro de Documentación y Análisis.
Para un venezolano con ingreso mínimo (salario y bono alimentario) de 65.000 bolívares (100 dólares), la cesta “bachaqueada” y los productos importados son prohibitivos.
“El gobierno impulsa la idea de que está resolviendo la crisis alimentaria, pero no. Los grandes beneficiados con el nuevo plan son los que importan. Hacen negocio con el hambre de los pobres”, declaró a AFP Marco Ponce, director del Observatorio de Conflictividad Social.
En la libre venta, un paquete de 500 gramos de pasta italiana cuesta unos 4.000 bolívares, 3.200 el kilo de arroz colombiano y 3.000 el de azúcar brasileña.
Incluso hay alimentos más caros que en el país de origen, como el litro de leche que en Costa Rica vale 1,5 dólares y en Caracas 3,9. Otros son una locura como el litro de aceite de canola a unos 17 dólares.
Muchos de esos productos fueron comprados por los empresarios con divisas adquiridas en el mercado negro, a 1.200 por dólar.
En el primer semestre, 65% de las importaciones las hizo el Estado. Del 35% restante que realizaron empresarios privados, más de la mitad fueron a dólar paralelo, según Econoanalítica.
Todo esto dispara una inflación que ya es la más alta del mundo, proyectada por el FMI en 475% este año.
¡Pasamos hambre!
Buscando eliminar las colas, Maduro dispuso la venta de bolsas de comida subsidiada en los barrios, para lo cual la gente debe censarse.
“Tengo siete muchachos y esto no me rinde ni dos semanas. Tenía casi dos meses de no recibirla”, se queja Isolina Godoy, de 47 años, al salir de un mercado popular de San Martín, suroeste de Caracas.
Para Miriam Palma, de 57 años, la bolsa es una “bendición”. La de 16 kilos (leche, harina, frijoles, azúcar, aceite, arroz, pasta) le costó 4.800 bolívares; “bachaqueada” habría pagado 45.000 o más. “Hay una guerra económica y el gobierno está solucionando”, manifestó.
“A mí no me llega la bolsa porque dicen que soy clase media. Gano el mínimo, hago colas y además tengo que comprar lo importado con tarjeta crédito”, se quejó Jennifer Rodríguez, de 63 años, en un supermercado de Caracas.
Judith reconoce el esfuerzo del gobierno, pero lamenta que hace rato no le llega la bolsa. “A veces no hay nada que comer. Pasamos hambre”, aseguró. Ella y su marido sólo comerán hoy un plato de sardinas.
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