La industria financiera a nivel mundial se encuentra amenazada por dos importantes riesgos. En primer lugar, un ambiente de tasas de interés extremadamente hostil comprime los márgenes de ganancia de los negocios tradicionales de la banca. En segundo lugar, las compañías de “fintech” o tecnología financiera están revolucionando los servicios financieros. Ya lo advirtió en 2015 Jamie Damon, CEO de JP Morgan en su carta anual a los inversionistas: “Silicon Valley está llegando” y agrega: “Hay cientos de nuevas empresas con muchísimo talento y dinero trabajando en diversas alternativas a la banca tradicional”. Según The Economist, el año pasado había más de 4.000 compañías de “fintech” activas, de las cuales más de una docena superaba $1.000 millones en valoración.
Probablemente, no veremos a Google, Facebook, o alguna de estas 4.000 compañías de “fintech” convertirse en un banco. Las altas regulaciones de la industria hacen poco atractiva esta perspectiva a las compañías tecnológicas. El escenario que debe preocupar a la industria financiera es que estas compañías tecnológicas creen un gran número de servicios desagregados que sirvan como sustitutos de algunos productos de los bancos, erosionando los márgenes de estos. Si bien el riesgo es significativo, en ICG Consultores no creemos que este movimiento tecnológico sea el fin de los bancos, sino que veremos un cambio de modelo y actitud en el negocio bancario que permitirá su supervivencia. Sin duda el sector financiero a nivel internacional está cambiando y vendrá una transformación del modelo de negocio tradicional.
Retos de la banca
Los bancos tradicionales son vistos generalmente como compañías muy grandes, con infraestructuras muy costosas, poco ágiles y con muy poco apetito para la innovación. Originalmente, estos bancos tenían una serie de ventajas competitivas que servían efectivamente como barreras de protección al negocio. Algunas de estas son acceso a fondos a muy bajos costos a través de depósitos, fácil acceso a clientes, la capacidad de obtener información importante de sus clientes, el conocimiento del mercado, y regulaciones que los protegen de competidores, entre otras cosas. Sin embargo, avances tecnológicos y realidades de los mercados hacen ver muy vulnerables esas barreras. Hoy en día el costo del dinero está históricamente bajo y los ahorristas buscan alternativas para colocar su dinero en sitios con algo de rendimiento. La información es cada día menos exclusiva, y muchos “startups” confían que tienen la capacidad de evaluar el riesgo de un deudor mejor que los bancos utilizando varios tipos de datos en los que se incluyen las redes sociales. Las grandes empresas de tecnología como Google, Facebook, Amazon, y Apple tienen millones de clientes a los que pueden vender sus servicios. También tienen mucho efectivo para invertir y han puesto la lupa en el sector financiero. Otro problema para la banca son las expectativas de sus inversionistas. Evaluados trimestralmente, los principales bancos del mundo son reacios a tomar cualquier camino que disminuya su rentabilidad. Las compañías de Fintech, en cambio, apoyadas por inversionistas con la capacidad y la disposición de absorber pérdidas, operan sin esta presión. Un claro ejemplo de esto es Braintree, la compañía dueña de Venmo, que fue adquirida por $800 millones por Paypal pese a prácticamente no producir ingresos.
Esa percepción de ineficiencia en la industria financiera y el músculo financiero dispuesto a resolverlas son el pulmón que mueve esta revolución del “fintech”. Y como ya mencionamos, el movimiento ha sido hacia la creación de productos específicos, no hacia la aparición de una nueva clase de institución bancaria. Han surgido compañías enfocadas en conectar inversionistas y emprendedores en segmentos del mercado en los que la banca o bien no se ha interesado, o no es eficiente. Compañías como Lending Club (para préstamos entre particulares) o Kickstarter (crowdfunding: actividad de financiamiento en el que un demandante de fondos se pone en contacto con oferentes o inversionistas, sin la necesidad de recurrir a las entidades financieras tradicionales), han tenido éxito en estas áreas. No hay que olvidar a los “robo-advisors”: consultor financiero automatizado que se basa en la mínima intervención humana posible, que amenazan a la industria de asesoría de inversión. Tampoco podemos dejar de lado a los medios de pago que han surgido recientemente: Venmo, Square, Snapchat, Alipay, Google Wallet, AndroidPay, Apple Pay, son solo algunos de los productos y compañías que buscan competir en este segmento.
Tal es la popularidad de la industria que según un estudio de Goldman Sachs, 33% de los “millenials” (personas nacidas entre 1981 y 2000) consideran que no necesitarán un banco dentro de 5 años.
Pero la banca puede seguir jugando un papel importante
Hay partes del negocio financiero que tiene sentido que sean manejadas por instituciones bancarias. Hay varios, pero el ejemplo más obvio son las cuentas corrientes y ahorros de los clientes. Es entendible que las autoridades de cada país sean reacios a permitir que cualquier compañía no regulada custodie el dinero de los ahorristas. Los bancos tiene una infraestructura que ha funcionado bastante bien para el manejo y cuidado de estos bienes y que ha permitido el fácil acceso de los ahorristas a sus fondos. Además, en muchos países existen garantías sobre estos depósitos con el espíritu de que si un banco fallase, los ahorristas no quedasen en la calle.
Esto parece ser aceptado por las compañías de “fintech”. Consideremos las innovaciones en medios de pago. Todos las nuevas compañías de sistemas de pago tal y como están concebidas actualmente, requieren del uso de una cuenta corriente o tarjetas de débito/crédito. Actualmente ninguna de estas compañías toma depósitos, y no creemos que lo hagan en un futuro cercano a no ser que veamos profundos cambios en las regulaciones. Ningún gobierno va a proveer garantías sobre depósitos en compañías que no estén reguladas, y ninguna de estas compañías estará dispuesta a someterse a las tediosas regulaciones que una licencia bancaria implicaría. Bajo esta tesis, más que la desaparición de los bancos podemos estar ante el comienzo de una serie de alianzas importantes entre estos y las compañías de tecnología.
La reacción de la banca internacional ante la arremetida del “fintech” aunque tardía, no ha sido del todo negativa. Muchos veían en Venmo y sus pares una seria amenaza al negocio bancario, pero algunos bancos importantes se han adaptado recientemente implementando sistemas de pago similares y hasta cierto punto más convenientes que los ofrecidos por estos “startups”. En Estados Unidos, los principales bancos han desarrollado conjuntamente un sistema de transferencias de dinero a través del cual un usuario puede transferir dinero de su cuenta a otra persona utilizando solo el correo electrónico de esta. Por ejemplo, un cliente de Wells Fargo podría enviar dinero a un cliente de casi cualquier otro banco sin pagar comisiones y sin necesidad de introducir el número de cuenta de la persona que recibirá el pago. Además el sistema cuenta con niveles de seguridad comparables con otros sistemas bancarios. Esta cooperación competitiva es lógica en la banca y será necesaria para la supervivencia de la industria. Después de todo, los bancos funcionan como parte de un sistema y la calidad de sus servicios depende tanto de sus propias capacidades como de la capacidad tecnológica del sistema.
Aparte, si la costosa infraestructura es una debilidad de los bancos, su escala al compararlos con las compañías de “fintech” es una clara fortaleza. Según Reuters, Venmo manejó un volumen de $7.500 millones en pagos entre particulares durante 2015. Ese mismo año, Bank of America y Chase manejaron $22.000 y $20.000 millones en este segmento respectivamente. Es cierto que la velocidad de crecimiento de los “startup” exitosos es infinitamente mayor que la de los grandes bancos, pero estos aún dominan el mercado y si toman los correctivos competitivos pertinentes no hay razón para que no sigan haciéndolo. Y es importante mencionar también que los bancos tienen en sus nombres una ventaja competitiva. En cualquier país, los bancos están entre las compañías con mayor reconocimiento. Los bancos tienen la plataforma para ser exitosos, depende de ellos lograr la flexibilidad en sus estructuras para no ser arrasados por la ola de innovación que golpeará a todas las industrias de ahora en adelante.
La banca del futuro
Un posible modelo será el de mantener un núcleo de servicios “in-house” (por ejemplo el mantenimiento de cuentas corrientes) combinados con otros servicios prestados por compañías de “fintech” con las que los bancos mantendrán alianzas estratégicas. No podemos descartar algunas adquisiciones al estilo de las que ocurren en la industria farmacéutica, aunque la velocidad de la innovación da mayor lógica al modelo de alianzas temporales. Las compañías de “fintech” prestarán sus servicios a varios bancos simultáneamente, por lo que se requerirá un esfuerzo constante para integrar los nuevos servicios a los ya ofrecidos por el banco. También veremos esfuerzos conjuntos de los bancos para lograr avances en la infraestructura del sistema y mantener a los bancos como empresas relevantes. Los directivos y gerentes de estos bancos deberán ser capaces de delegar y de coordinar equipos de trabajo con personal de distintas compañías y culturas.
El negocio bancario se basará en optimizar la experiencia del cliente, en buscar las alianzas necesarias para que el cliente tenga esta experiencia óptima, y en solventar los problemas que surjan en el camino. Estos bancos tendrán que reducir mucho sus costos de infraestructura para adaptarse a los márgenes comprimidos por la presencia de más jugadores en la industria. Esto significa entre otras cosas menos agencias pero con personal altamente capacitado, bien entrenado, y con la autoridad de tomar decisiones a favor de la experiencia del cliente. Es importante recordar que cada vez más, las personas que vayan a agencias lo harán con necesidades de alta complejidad que no pueden atender online. En resumen, estos bancos tendrán infraestructuras más ágiles donde la prioridad fundamental será mejorar la experiencia del cliente.
José Grasso Vecchio
Presidente ICG Consultores y del
Instituto Latinoamericano de Actualización Profesional ILAP