A Deiver Manuel García Fernández (16), apodado «Mario», lo lincharon «unos animales». Al joven lo señalan de ladrón por robar dentro de un taller de mecánica en el barrio 15 de Julio, sus dueños lo mataron a machetazos y palazos. Una tía que se acercó escuchó cuando gritaba: «No me maten, déjenme llamar a mi familia». Nunca se comprobó que estuviese en la propiedad. Sus atacantes huyeron.
Por seguridad, los declarantes obviaron su identidad. La tía que lo vio, aseguró en el velatorio de «Mario», que este salió caminando de su casa, a siete viviendas del taller, el pasado lunes a las 11.00 de la noche. «Él vino al barrio para visitar a su novia, se quedó en mi casa y en la noche se retiró». La dolida indicó que al irse cerró la casa y se acostó a dormir, pero minutos más tarde la despertaron y le dijeron que mataban a alguien en la principal.
«Me vestí y salí corriendo pensando en mi sobrino». Al llegar a la avenida 108 con calle 95C-3 de la barriada, vio cómo Yosmérica del Carmen González González (32) y su esposo colombiano Parmenio Manuel Cogollo Martínez, dueños del taller, le daban de golpes en el suelo y con un machete lo cortaban. «Al verme sola no dije nada y me fui para llamar a la Policía». Cuando regresó ya el cuerpo no estaba.
Los que le avisaron, le dijeron que al joven le cortaron dos veces la cabeza con un machete, la clavícula y la espalda. «Y que la mujer gritaba: ‘¿Aún está vivo ese maldito?’. Tomó dos baldes de agua fría y se los lanzó para que se ahogara. Ahí llegó la Policía y se lo llevaron».
Viacrucis
Los García comenzaron a buscarlo en comandos policiales. Al llegar al comando de la Policía regional de Cuatricentenario, les dijeron que «le habían hecho un favor», pero que no creían que sobreviviera. El oficial le dijo a la familia que el joven estaba muy golpeado y que lo habían trasladado al Hospital Universitario de Maracaibo.
Al llegar a la emergencia, los enviaron al quinto piso porque «Mario» estaba en quirófano con «grandes heridas». Las horas pasaban y los galenos de turno le decían a la familia que si eran las 6.00 de la mañana y el muchacho seguía con vida, podría salvarse. Luego de siete horas de agonía, Deiver murió. Le fracturaron la cintura, le partieron la cabeza y le quebraron la pierna derecha.
El llanto se apoderó de todos, pero se trasladaron hasta el taller de los asesinos y trataron de tomar justicia por sus propias manos. «La comunidad iba a matar a Yosmérica y Parmenio».
Según el relato de la familia, la mujer llegó en la patrulla 267 de la Policía regional, «iba con una sonrisa descarada». Los oficiales al ver la actitud de los presentes llevaron a la mujer a un lugar seguro. Desde entonces no supieron más nada de ellos.
En el funeral, los parientes quisieron mostrar las heridas del joven para corroborar su información. Otra tía, dijo que todo humano tiene una segunda oportunidad, que era un muchacho que dejó los estudios en el primer año de bachillerato, trabajaba con un tío como mecánico, pero que si hubiese hecho algo malo, aún estaba a tiempo de enderezarse y «no cometer ese acto de muerte brutal». Piden una buena investigación al caso.
Diario La Verdad