Un policía belga monta guardia a la salida de Metro del Maelbeek en Bruselas. REUTERS
Los servicios de seguridad belgas vuelven a estar en el ojo de huracán. El viernes pasado, cuando Salah Abdeslam fue detenido tras cuatro meses y medio de fuga, el país respiró. El primer ministro, Charles Michel, que dejó a la carrera la reunión de jefes de Estado y de Gobierno pudo dormir aliviado por primera vez en mucho tiempo, y felicitó efusivamente a los agentes. «Hay que dar las gracias a nuestros servicios de seguridad. Es un éxito incontestable en la lucha contra el terrorismo, en la batalla por la democracia», aseguró Michel. Sin embargo, los atentados del martes han sido demoledores. Faltan medios, falta preparación, falta coordinación y los colegas de toda Europa están cada vez más preocupados por lo que consideran un agujero negro que pone en peligro la seguridad de todos los demás. ¿Qué ha fallado?
1.- Los hermanos Khalid e Ibrahim El Bakraoui, que explotaron bombas en Zaventem y el metro de Maalbeek, muriendo ellos también, eran viejos conocidos de la Policía. Ambos estuvieron en prisión por robo y por disparar a un agente, pero no cumplieron íntegras sus condenas. Se radicalizaron, en parte en prisión, y los vínculos con Salah Abdeslam estaban claros desde hace meses. Ibrahim fue a Siria. Khalid estaba en la lista de la Interpol. Pero aun así no habían sido detenidos.
2.-Salah Abdeslam estuvo cuatro meses y medio escondido en Bruselas. Hay una enorme red de colaboradores, entre familia y amigos, que logró cobijar, alimentar y desplazar una y otra vez por la ciudad al terrorista más buscado del continente sin que nadie se diera cuenta. Finalmente, fue detenido a 500 metros de la casa de su familia, a 400 de una enorme comisaría y en la comuna más vigilada del país. No hay informadores, agentes, traductores, especialistas y mediadores suficientes para romper la omertá de una zona cada vez más hermética.
3.- Bélgica es incapaz de controlar Molenbeek. En noviembre, calculaban que había casi 100 combatientes extranjeros, curtidos en Siria e Irak, que habían vuelto al país y residían en la estigmatizada comuna. Hay decenas de mezquitas salafistas no registradas, cientos de radicales y todo un nivel de actividades ilegales que ocurren sin que nadie sea capaz de seguir la pista. Faltan recursos contra la radicalización, apenas hay personal para alejar a los jóvenes del mensaje de los fanáticos, el paro juvenil supera el 40% y la zona, como otras de la capital, comienza a parecer un verdadero gueto, del que han salido directa o indirectamente los responsables de los principales atentados en suelo europeo de la última década y media. Además, ante la presión, los pisos francos usados se han movido a otras ubicaciones por toda la ciudad.
4.- El presidente turco, Recep Tayyp Erdogan, ha asegurado que en 2015 su Policía detuvo y deportó a Ibrahim El Bakraoui por intentar entrar en Siria, o quizás tras haberlo hecho ya. Se informó a las autoridades belgas y holandesas, pero no pasó nada. El ministro de Justicia belga alega que la deportación fue a Holanda, pero desde Ámsterdam se excusan señalando que las autoridades belgas no encontraron ningún vínculo de El Bakraoui con el terrorismo, a pesar de la denuncia turca. Y de que su hermano estaba buscado. Por si fuera poco, Ibrahim estaba en libertad condicional y la violó, tenía antecedes por uso de armas automáticas y las Fuerzas de Seguridad no consideraron necesario interrogarlo, detenerlo o ponerlo bajo vigilancia especial.
5.- Los servicios de inteligencia de varios países han apuntado desde el martes, de forma más o menos directa, que existían indicios suficientes sobre un posible atentado en Bélgica. El diario ‘Haaretz’ señala incluso que Bruselas recibió indicios claros de que el aeropuerto podría ser un objetivo. Pese a todo, el Gobierno mantuvo el nivel de alerta 3 todo el tiempo. Ni siquiera tras las redadas de la semana pasada, tras el tiroteo en el piso de Forest o la detención de Salah Abdeslam el viernes se elevó el nivel al máximo, a 4 sobre 4, que indica riesgo de atentado inminente y grave.
6.- Tras las dos bombas que explotaron en el aeropuerto de Zaventem no hubo una alerta general. El suicida que detonó un artefacto en la estación de Maalbeek lo hizo una hora y diez minutos después de la matanza en la otra punta de la ciudad. No hubo una reacción efectiva entre un ataque y otro.
7.- La gran pista de la investigación, posterior a los ataques, no vino de fuentes policiales o de inteligencia. No vino de activos en Molenbeek o Schaerbeek, ni de escuchas telefónicas, sino del taxista que el martes por la mañana llevó a Ibrahim El Bakraoui, a Najim Laachraoui y a un tercer sospechoso no identificado al aeropuerto. El hombre, al ver los rostros de los sospechosos en los medios de comunicación, avisó a los agentes y proporcionó la dirección de la vivienda desde la que salieron, permitiendo encontrar sustancias explosivas y material informático.
8.- Filtraciones. La Policía, la Fiscalía o el Gobierno belga son un coladero. Los detalles de la investigación se filtran en cuestión de horas y a veces minutos. El viernes, la operación de las fuerzas de élite que capturó a Salah Abdeslam se precipitó porque ‘Le Nouvelle Observateur’ publicó esa mañana que restos de ADN y huellas del hombre más buscado de Europa habían sido encontradas en el piso de Forest que fue cercado el martes. Antes de que las fuerzas policiales se desplegaran en Molenbeek, un furgón de una televisión flamenca ya estaba en la zona. El martes, una imagen de los tres sospechosos de los ataques en Zaventem estaba colgada en la página web de ‘La Derniere Heure’ poco después del mediodía. Y así, un ejemplo detrás de otro. Los servicios de seguridad llevan meses pidiendo a los medios que no den detalles sobre las operaciones en curso para no poner en peligro la seguridad de los agentes y los ciudadanos, pero el problema lo tienen dentro.
9.- Hace apenas unos días, y ante una revelación de la prensa, la Fiscalía Federal confirmó una noticia inquietante: una de las células belgas tenía una cinta de vídeo, de muchas horas de duración, con los movimientos del responsable del programa de investigación y desarrollo nuclear belga. En su casa y camino del trabajo. La cinta fue encontrada en una de las operaciones policiales de los últimos meses, en una vivienda investigada. Las autoridades creen «precipitado» sacar conclusiones.
10.- Controles. En noviembre, tras la vuelta al país de Abdeslam y tras ser incapaces de detenerlo en varias redadas de urgencia, el Gobierno decretó el «lockdown» de Bruselas. Esta vez, en cambio, no. Zaventem está cerrado, pero el aeropuerto de Charleroi no. Se suspendieron los servicios del Eurostar y el Thalys el martes, pero a partir de las 16.00 los trenes locales, regionales y nacionales funcionaban. La carretera que lleva de Bélgica a Holanda estaba abierta y sin ningún control policial. La que viene desde París tenía algunos, pero no se practicaban de forma exhaustiva ni mucho menos. El tercer sospechoso de Zaventem, que dejó el aeropuerto probablemente a pie, pudo salir de la ciudad en cualquier vehículo de la amplia red de colaboradores del comando terrorista.
Fuente: El Mundo.es
PABLO R. SUANZES Corresponsal BRUSELAS