Algunos habitantes de Okawa rechazan que se haga turismo con las ruinas del colegio donde murieron 74 niños y 10 profesores aquel 11 de marzo de 2011. Sin embargo, gana adeptos la idea de convertirlo en un monumento
Las ruinas del colegio de Okawa, donde murieron 74 niños y 10 profesores, se han convertido en el símbolo de la tragedia del tsunami que azotó Japón en 2011. El país se enfrenta ahora al dilema de derruirlo o conservarlo para mantener viva la memoria.
El maltrecho edificio, donde todavía se ven pizarras y pupitres abandonados entre amasijos de escombros, es uno de los recuerdos más visibles del terremoto y posterior tsunami que el 11 de marzo de hace cinco años arrasó pueblos enteros y acabó con la vida de más de 18.000 personas.
“Si lo echan abajo, no quedará nada que recuerde lo que pasó. Yo vivía aquí al lado. Ahora ya no hay ni rastro de lo que era esto antes. Mi casa y el resto desaparecieron”, explica un hombre de unos 50 años que prefiere no identificarse.
Tras el tsunami, él abandonó junto a su familia la pequeña localidad de Okawa, situada en la desembocadura de un río y dependiente administrativamente de la ciudad de Ishinomaki (noreste). Se ha acercado al lugar para rendir tributo a las víctimas.
Un monumento a pocos metros de las ruinas recuerda a los 74 niños de entre 6 y 12 años que fallecieron junto a diez de sus profesores después de que los responsables del centro, situado a más de dos kilómetros del mar, tardaran demasiado en tomar la decisión de evacuarles.
Shinichiro Hiratsuka perdió a su hija Koharu de 12 años, que fue arrastrada por el tsunami al intentar cruzar junto a sus compañeros un puente cercano al colegio, y cada día conduce hasta allí para rezar por ella.
Hiratsuka, uno de los defensores de que el edificio desaparezca, explica que no soporta que los visitantes se comporten como turistas y hagan fotos en un lugar tan importante y doloroso para su familia. En la última asamblea vecinal argumentó que quiere que su hija “descanse en paz en un lugar tranquilo”.
Tanto los habitantes de esta zona como del resto de Japón están divididos sobre qué hacer con estos vestigios de la terrible tragedia, causada por un terremoto de magnitud 9, el peor de la historia de Japón.
Una encuesta reciente muestra que 45% de los residentes de Okawa quieren que las ruinas del colegio se conviertan en un monumento en honor a las víctimas y como recuerdo de lo que pasó, mientras que el resto está a favor de que el edificio sea demolido y dejar atrás la tragedia.
Las autoridades locales tomarán una decisión a finales de mes, una vez pasado el aniversario del desastre, que afectó principalmente a la costa noreste de Japón.
“Para mi es fácil decirlo, yo no he perdido a nadie aquí. Pero como maestra de la zona me siento muy cercana a este lugar. Me parece importante que lo conservemos tal y como está. Hay que aprender del pasado”, comenta Makiko Hojo.
Es la segunda vez que visita las ruinas, en esta ocasión para que su hija adolescente y un amigo conozcan el lugar. Ellos son parte de los muchos visitantes -algunos incluso llegan en autobuses- que se acercan un gélido sábado de marzo a las ruinas, convertidas en una especie de lugar de peregrinación.
Debates muy similares se han planteado en otros lugares de castigada coste del noreste de Japón.
Shigehisa Sato, un profesor retirado, muestra los restos cubiertos por lonas de plástico de un instituto que sufrió el golpe del tsunami y un incendio. Es lo único que queda en pie en una zona completamente devastada de Ishinomaki, una de las poblaciones mas afectadas por el tsunami con 6.000 muertos y desaparecidos.
“Según pase el tiempo los supervivientes iremos muriendo. No quedará nadie para contar lo que pasó. Necesitamos mantener este tipo de cosas para que no se olvide todo en un futuro”, apunta.
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