Y media moringa
Sin mesura ni sentido de las proporciones, Nicolás Maduro se puso en el papel de primer mandatario para presentar a la Asamblea Nacional sus memorias del olvido, insufrible rosario de cuentas incompletas que se prestan al sarcasmo y la mamadera de gallo –para pisar a la chita callando el acelerador de la radicalización que busca el jefe civil de este cuartel en que ha devenido el país– que salpicaron las reacciones a su mensaje; un mensaje plagado de manipulaciones, falsificaciones y malinterpretaciones que, al margen de expresas omisiones e inverosímiles consideraciones sobre su gestión, potenció su interés por el decreto de emergencia económica, publicado en la Gaceta Oficial –verdadero meollo de su comparecencia–, que algunos llaman «decreto de guerra a muerte económica» y espera ser discutido, ratificado, modificado o rechazado por parte de los legisladores.
Afirmar, como hizo el mandamás, que “estudios científicos demuestran que 70% de la inflación está asociada al ataque a la moneda con el impulso del dólar paralelo desde Miami” para desmarcar su incompetente administración del desbarajuste cambiario es una falta de respeto a la inteligencia y al ciudadano.
“¡A otro perro con ese hueso!”, masculló un viandante en los alrededores del Capitolio, tratando de eludir la expectación infundada de empleados públicos arreados para acompañar a su patrón, y escuchó al vuelo la sentencia de Maduro, quien (al parecer no se enteró nunca de que el país ha clamado por ello) propuso establecer “una comisión nacional de justicia, verdad y paz, que establezca (sic) las bases legales para un proceso de paz”. En síntesis, más de lo mismo.
Mayor relevancia, sin duda, tuvo la intervención, cargada de ironías y certezas, del presidente del Parlamento, quien supo aplacar la enajenada excitación de la bancada roja y silenciar a sus incondicionales, que actuaban como si estuviesen en un estadio o un hipódromo –“Quédense tranquilos, que no voy a dejar de decir lo que les debo decir”–, para exponer sus pareceres respecto de lo que acababa de escuchar.
Fue una razonada refutación de las fantasías presidenciales. Comenzó refiriéndose al diálogo (comodín del que Nicolás echa mano cada vez que las cosas pintan feas, pero del que se olvida con la misma rapidez con que plantea negociaciones sin propósitos): “Presidente, tenemos 17 años con este modelo y por primer vez se llama a diálogo”. Y estas palabras fueron las primeras banderillas de una faena que justificó cada minuto que hubo que esperar para oírle
“Usted, señor presidente, me cita para mal, para peor y para pésimo, pero gracias por la publicidad”, comentó para prodigarse en certeros señalamientos y no dejar títere con cabeza (recomendamos leer “25 perlas que le dijo Henry Ramos Allup a Nicolás Maduro”, trabajo publicado en este periódico el sábado pasado), antes de la estocada con “supositorios de moringa”; pero, a pesar de todo, hubo una cordial despedida que presagia, como queremos, más democracia.
Editorial de El Nacional