El chavismo maneja sin rubor una serie de tácticas y trucos, una ingeniería electoral muy revolucionaria, para mitigar lo que hoy parece un fracaso histórico.
Las encuestas anticipan una derrota del gobierno de Maduro en los comicios de diciembre. El oficialismo puso en marcha un plan que incluye desde boletas iguales a las de la oposición hasta cambios en los circuitos electorales explica un reportaje del diario La Nación de Argentina
Nicolás Maduro aprovechó esta semana una de sus constantes presencias televisivas para realizar un «recorrido» por el tarjetón electoral, donde aparecen las 35 opciones políticas que compiten en las parlamentarias del 6 de diciembre. «Dedicaremos varios días para que todo el mundo sepa votar», adelantó en compañía del alcalde caraqueño Jorge Rodríguez, el jefe de la campaña bolivariana.
En primer lugar, el Gran Polo Patriótico y sus distintos partidos, desde el oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) hasta sus otros aliados. La inconfundible papeleta roja del chavismo con la mirada de Hugo Chávez (los ojos vigilantes del comandante supremo, una de las simbologías más usadas por la revolución) al frente y en la posición más destacada.
El «viaje» de Maduro acabó en la última fila, donde aparece la gran favorita para ganar las elecciones, la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), con una tarjeta única para sus más de 20 agrupaciones, desde la Voluntad Popular, del líder opositor detenido Leopoldo López, hasta Primero Justicia, del gobernador y ex candidato presidencial Henrique Capriles. Y, a su lado, la desconocida Min Unidad, con la misma palabra destacada y con el mismo color. Tan parecidos que cualquier observador no avezado dudaría a quién votar si su intención fuera apoyar a la alianza antichavista.
«Por aquí está Unidad, es la oposición, ¿verdad? Unidad, Min Unidad? Bueno, aquí está.» Una evidente inducción al error permitida por el Consejo Nacional Electoral (CNE) y publicitada sin rubor por el presidente. Porque Min Unidad es un partido filochavista, Movimiento de Integridad Nacional, una agrupación fantasmal, intervenido por el Tribunal Supremo y expulsado de la MUD, cuyo principal objetivo electoral es robarle votos a la alianza antichavista. Uno de sus principales líderes es William Ojeda, tránsfuga histórico y político que apareció decenas de veces junto a Maduro en las cadenas televisivas. Tan extraño partido eligió a un joven con el mismo nombre que un candidato de la MUD, Ismael García. Sin vergüenza y con las ideas muy claras.
¿Cuál es el objetivo que se persigue? Conseguir que votantes opositores confundan las boletas a la hora de votar y reducir así la brecha abierta hoy entre ambas opciones. Según todas las encuestas, la MUD supera a la revolución con una ventaja que oscila entre 18 y 30 puntos porcentuales a un mes de las elecciones. La última, realizada por la prestigiosa firma Datanálisis, estira aún más la diferencia: oposición, 63%; oficialismo, 28%.
Lo más parecido a una hecatombe política, jamás imaginada desde que el chavismo alcanzó el poder en 1999. Tanto es así que el 80% de los venezolanos evalúa negativamente la situación del país. «Nunca vi una cifra negativa como ésa», destaca José Antonio Gil Yepes, director de Datanálisis.
El chavismo maneja sin rubor una serie de tácticas y trucos, una ingeniería electoral muy revolucionaria, para mitigar lo que hoy parece un fracaso histórico.
«Advertencia: en los próximos días el régimen desesperado intensificará sus laboratorios de guerra sucia y las candidaturas paralelas que financia. En el boletón electoral hay sólo una tarjeta de la oposición: MUD-UNIDAD. Todas las demás y sus candidatos son postulados y financiados por el régimen», denunció Henry Ramos, líder de Acción Democrática (que integra la MUD) y primer favorito para presidir la Asamblea Nacional si su alianza confirma los pronósticos.
«El gobierno se defenderá con todo», vaticina el politólogo Marcos H. López. «Es evidente que el gobierno lanzará el resto en el próximo mes de campaña, sabiendo que parte con desventaja numérica», añade Luis Vicente León, presidente de Datanálisis. «Vamos a ver la peor campaña sucia de los últimos años por la desesperación que tienen», resume el gobernador Capriles.
Una ofensiva que la MUD espera como si se tratase de un tsunami político. Así se lo transmitió a la comisión de eurodiputados españoles que visitaron Caracas durante esta semana, haciendo especial énfasis en la «progresiva suspensión de las garantías constitucionales y la militarización» en la frontera con Colombia. El estado de excepción vigente en una decena de municipios, de momento, asusta a la MUD, que contaba con los escaños en disputa en una zona muy antichavista.
La oposición también denunció que hay en marcha un plan gubernamental para crear la sensación de bonanza, una cortina de humo capaz de hipnotizar a unos electores que durante este año sufren una inflación de casi 200%, una escasez de productos básicos que supera el 60% y una contracción del PBI de alrededor de nueve puntos.
La primera iniciativa no funcionó. Las superrebajas socialistas, con una reducción de precios de hasta el 50%, remake del Dakazo, el plan que el gobierno impuso a los negocios de electrodomésticos para que vendieran a mitad de precio y gracias al cual el oficialismo triunfó en las municipales y regionales de 2013, pasaron sin pena ni gloria.
Pero el chavismo esconde bajo la manga estatal otro truco de magia política. Freddy Guevara, mano derecha de Leopoldo López en Voluntad Popular, acusó en octubre a Maduro de «esconder y retener más de 130.000 toneladas de alimentos en diferentes puertos del país con fines electorales, que se liberarán antes de las elecciones para poder decir que vencieron la guerra económica y ahora sí hay comida».
Capriles cree que el plan ya está en marcha. «El PSUV está secuestrando los alimentos para hacer campaña. Ahora en los Mercales [mercados subvencionados] controlan a quien va a comprar algún producto. Si un venezolano no se identifica con ese partido, ¡no come! Eso es sectarismo», denunció el gobernador de Miranda.
«No hay que confundir que el oficialismo pierda apoyo popular con que siga teniendo muchos recursos de poder», matiza el analista Ricardo Ríos.
Táctica del miedo contra el voto de castigo, boleta «clonada», polémicos cambios en los circuitos electorales, bonanza artificial, estado de excepción y mucho ventajismo electoral. El Estado promociona a sus candidatos con dinero público. Y lo amplifica a través de sus altavoces: los medios de comunicación, bajo control gubernamental. Televisiones, radios y periódicos, en su mayoría, bailan la danza electoral que la revolución quiere. Otra cosa muy distinta es Internet y las redes sociales, donde se lucha por cada uno de los votos.
Pese a todo lo contado, Jesús Torrealba, secretario ejecutivo de la MUD, lo tiene muy claro: «En Venezuela las elecciones son un acto de rebeldía».
GDA/ LA NACIÓN/ ARGENTINA