En Agosto pasado, trabajadores de la construcción del este de Londres desenterraron una terrorífica reliquia de la Segunda Guerra Mundial: una bomba alemana de 227kg de peso, con el potencial de arrasar con las casas y edificios de los alrededores.
El lugar fue inmediatamente acordonado, 700 personas fueron evacuadas y expertos de la unidad de Disposición de Artillería Explosiva (EOD, por sus siglas en inglés) del Real Cuerpo Logístico del Ejército británico pasó unas tensas 24 horas asegurando el lugar.
Era el tercer incidente de este tipo en Londres en el mismo número de meses. Una bomba más pequeña fue hallada por trabajadores en el norte de la ciudad, mientras que una bomba gigante de 250kg de peso fue hallada en el sur en marzo, lo que llevó a la evacuación de más de 1.000 personas.
Según los bomberos de Londres, el aparato encontrado en agosto en el sector conocido como Bethnal Green fue la novena bomba de la Segunda Guerra Mundial sin explotar que se halló este año en la capital. Y no será la última.
Todavía hoy, 70 años después de terminar la guerra, decenas de miles de objetos similares de artillería sin explotar (UXO son las siglas en este caso) podrían estar ocultas en los jardines, calles y edificios de Reino Unido, piensan expertos.
Y en muchos casos son más peligrosos ahora que durante la guerra, lo que hace que su desactivación sea un proceso arriesgado y difícil.
La razón por la que siguen ahí es porque una proporción escalofriante de bombas que cayeron sobre Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial simplemente no se activaron.
«Durante el bombardeo alemán (que se conoce como el Blitz) entre septiembre de 1940 y 1941, hubo unas 85 incursiones a gran escala en Londres, durante las cualeslos alemanes dejaron caer cerca de 24.000 toneladas de explosivos», dice Matt Brosnan, historiador del Museo Imperial de la guerra. «Pero el 10% de estas bombas no detonaron».
Algunas de las bombas, dice Brosnan, simplemente estaban defectuosas. Es posible que otras hayan sufrido daños en el fusible que se usaba típicamente para detonarla o en los temporizadores que algunas veces se empleaban para retrasar la explosión.
Si no se manejan adecuadamente, todas ellas representan un peligro de consideración.
Que caigan las bombas
Los alemanes produjeron una variedad de bombas durante la guerra, desde los artefactos simples de 50kg hasta los explosivos gigantes de 1.800kg apodados «satán».
Pero la mayoría de las que fueron lanzadas sobre Reino Unido –y, por ende, la mayoría de las que se encuentran todavía por ahí hoy en día- eran las llamadas «bombas de hierro» o explosivos no guiados transportados por una aeronave, que van de los 50kg a los 250kg.
La mitad del peso de la bomba está representado por una carga explosiva; la otra mitad es su cuerpo de metal, que se fragmenta con la explosión.
El ejército británico recibe llamadas casi diariamente para atender casos de diferentes tipos de artillería de la Segunda Guerra Mundial, incluidas granadas de mano traídas como souvenir por las tropas que llegaban de Alemania, munición de armas pequeñas y artillería británica y estadounidense sin usar.
Pero según un portavoz de la división EOD, las bombas alemanas altamente explosivas transportadas por vía aérea son los objetos de la Segunda Guerra Mundial más poderosos con los que tienen que lidiar.
No sólo se encuentran en un estado delicado –habiendo sido desplegadas, armadas y dañadas por el impacto contra el suelo- sino que están equipadas con una variedad de fusibles, algunos diseñados para detonar inmediatamente, otros con algún mecanismo de retraso y otros con alguna forma de trampa caza bobos, especialmente diseñadas para matar a integrantes del EOD.
También son más inestables –y potencialmente letales- hoy de que lo que eran hace 70 años, gracias a la degradación química del fusible.
«Apenas un roce de la pala de un trabajador en el cuerpo de la bomba o el fusible puede causar una reacción en cadena», dice Simon Cooke, un ex mayor del ejército británico y especialista de EOD, jefe de 6 Alpha Associates, una consultoría de manejo de riesgo que se especializa en explosivos.
«Sucedería en forma instantánea. Se acabaría en centésimas de segundos y estarías muerto», afirma.
Reino Unido ha sido afortunado en sus encuentros con tan peligroso legado.
Aunque muchos integrantes de EOD murieron durante la guerra e inmediatamente después -cuando las unidades del ejército tuvieron que lidiar con unos 45.000 artefactos sin explotar-, no ha habido víctimas en años recientes.
Pero este no es el caso en el resto de Europa. En 2014 un trabajador de la construcción murió y varios resultaron heridos cuando una pala mecánica descubrió una bomba británica en Euskirchen, en el noroeste de Alemania.
Desarmando el peligro
¿Qué pasa cuando se descubre una bomba?
Algunos aparatos pueden ser simplemente recogidos, transportados y desechados. La mayoría, sin embargo, están en un estado tan delicado que moverlos es demasiado peligroso, así que hay que manejarlosin situ.
«Se trata de un arma de más de 70 años», dice Cooke.
«No ha explotado y no se puede estar seguro de por qué. Un movimiento brusco, un golpe, una caída, un impacto sufrido cuando se lo transporta en la parte trasera de un camión, el temblor de la suspensión cuando éste pasa por encima de un hueco en la vía…Cualquiera de estas cosas puede activar el mecanismo».
Lo que sucede después depende en gran medida del tamaño de la bomba. Para artefactos más pequeños, es generalmente posible construir una estructura protectora y detonarla dentro. Para los más grandes, se requeriría de una estructura tan grande que no es posible aplicar esta estrategia.
Cooke compara el diseño de una bomba al proceso de encender un fuego: prendes un fósforo, enciendes un papel, le echas fuego a la yesca y finalmente prendes el carbón.
En esta analogía, el fósforo –el componente más delicado de la cadena- es el fusible, y el carbón es el explosivo. El primer y más crítico paso del proceso es, en consecuencia, desactivar el fusible.
La «inmunización del fusible», como se le conoce, típicamente implica taladrarlo e introducir una solución que neutraliza los químicos.
Como explica Dave Welch, otro ex oficial de desecho de bombas del ejército, este proceso varía dependiendo del tipo de fusible.
Desactivación a la antigua
Afortunadamente, dice Welch –quien ahora maneja una de las compañías más grandes de eliminación de bombas, Ramora UK- es relativamente fácil identificar los fusibles de la Segunda Guerra Mundial por los códigos que fueron grabados en el cuerpo durante la fabricación. Una vez que se ha identificado, el oficial de EOD puede decidir el procedimiento indicado.
Por ejemplo, si es un «número 17» (un fusible con retardo que podía ser programado para detonar entre dos y 80 horas después de tocar suelo), el procedimiento es taladrar el fusible y bombear una solución salina a través del mismo fusible.
Image copyrightGettyImage captionUn niño evacuado disfruta de un helado sobre una mina llegó a la playa en Kent, al sur de Londres, en 1940.
Esta solución se deja dentro por un tiempo determinado y luego se expele, dejando dentro cristales de sal que trancan los dientes del mecanismo y aseguran que el reloj deje de funcionar.
Mientras que algunos desarrollos tecnológicos –como el «estetoscopio remoto» que se utiliza para rastrear el tictac de un reloj reactivado- los métodos que se usan para manejar artillería de la Segunda Guerra Mundial no han cambiado mucho desde la guerra.
«Los hombres de aquella guerra fueron verdaderos pioneros», dice Welch.
«Muchos murieron tratando de averiguar cómo funcionaban estas cosas. Y como las bombas modernas son diferentes, los principios de la Segunda Guerra todavía aplican a bombas de la Segunda Guerra, no hay otra manera de manejarlas».
Una vez que el fusible ha sido neutralizado, la bomba todavía tiene que ser desechada. A veces es reubicada en un sitio remoto y detonada con explosivos modernos.
Alternativamente, los operarios pueden abrir un agujero en la cubierta de la bomba y, cuidadosamente, introducir vapor a temperatura controlada para hacer que se «derrita» sin explotar, explica Cooke.
Mares peligrosos
Pero incluso estos problemas no son nada frente al vasto legado de artillería sin explotar que ensucia el lecho marino de Reino Unido, dice Cooke.
Durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial, millones de minas marinas fueron colocadas como barrera defensiva. Se estima que entre el 30 y el 70% nunca fueron recuperadas.
Añádase a esto los torpedos sin explotar que lanzaron los submarinos, las bombas sobrantes arrojadas por los aviones británicos y alemanes y las prácticas poco reguladas de disposición de municiones que comenzaron con la Primera Guerra -y que apenas terminaron hace unos años- y tendrás que las aguas que rodean Reino Unido parecen una sopa explosiva.
El buque estadounidense SS Richard Montgomery, que naufragó durante una tormenta en un banco de arena en Kent, en el sur de Inglaterra, en 1944, era un así llamado barco de «Libertad» de Estados Unidos que entregaba municiones grandemente necesitadas.
Pero nunca llegó a su destino. Años después, languidece con su carga mortal de 14.000 toneladas de explosivos de alta potencia, que cada día se vuelven más inestables.
«Está lleno de artillería pesada y se está deteriorando y volviéndose más delicado con el tiempo», dice Cooke.
«Hasta ahora habían estado contenidos dentro del cuerpo de la nave, pero eventualmente se va a romper y la artillería podría salirse del barco. Si lo hace, y si una se activa, las otras podrían detonar. Si eso ocurre, podría ser una catástrofe».
BBC Mundo.