El presidente francés, François Hollande, el español, Mariano Rajoy, el primer ministro griego, Alexis Tsipras, y el primer ministro italiano, Matteo Renzi, asisten a la cumbre de jefes de Estado en Bruselas, este martes.
Con los mercados cerrados, un control de capitales, sin su ministro más mediático y popular y con la amenaza de que las entidades financieras pueden seguir cerradas por tiempo indefinido, el primer ministro griego, Alexis Tsipras, llegó ayer a Bruselas sin grandes novedades bajo el brazo, sin las nuevas propuestas esperadas. Cuatro horas después, salió con un nuevo Eurogrupo el sábado, una nueva Cumbre el domingo y un ultimátum clarísimo: o se firma un acuerdo antes de que termine la semana o será el caos, el fin.
En las últimas semanas ha habido teatro, postureo. Presiones y también mucho desconcierto tras el referéndum. Anoche, en Bruselas, los jefes de Gobierno del euro dejaron de lado los rodeos. Escucharon a Tsipras, sus explicaciones, peticiones y promesas. Y escucharon a Mario Draghi, Jean-Claude Juncker y Jeroen Dijsselbloem, los presdientes del BCE, la Comisión Europea y el Eurogrupo. Y se lanzaron.
El ambiente fue más agresivo que horas antes, cuando se reunieron al otro lado de la calle los ministros de Finanzas en el enésimo Eurogrupo irrelevante. Los mensajes a la salida, imposibles de malinterpretar. «Hasta ahora no había fijado plazos. Pero esta noche puedo decir alto y claro que el tiempo se termina esta semana», avisó Tusk. «Estamos preparados para el Grexit» amenazó Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea. «Estoy en contra, pero tenemos un plan detallado y tenemos un plan para un escenario de ayuda humanitaria a Grecia».
Más allá de previsiones catastrofistas, el mensaje de todos los líderes europeos fue claro y unánime en los procedimientos. «Las condiciones para un acuerdo ahora mismo no se cumplen». Por eso Grecia tiene que enviar el jueves una lista completa de medidas, de reformas. La definitiva. Sin más excusas, trucos ni retrasos. «Espero que la cumbre del domingo sea la última», afirmó Renzi. «Esperemos que el domingo sea la fecha definitiva de la crisis griega», compartió Mariano Rajoy.
«El proceso será rápido. Comenzará en las próximas horas con el objetivo de concluirlo para finales de semana, como muy tarde», prometió Tsipras en una breve comparecencia ante los medios. «Buscamos un acuerdo que sea socialmente justo y económicamente viable».
Durante la jornada se especuló con la posibilidad, remota, pero posibilidad, de que Grecia lograra una ayuda de más de 3.300 millones de euros para pagar el 20 de julio al Banco Central Europeo. Un desembolso inmediato, a cambio de fuerte condicionalidad, de los llamados SMP, los beneficios que el propio BCE hizo en 2014 y ha hecho en 2015 con deuda europea. Pero Merkel bajó las expectativas.
«No hemos hablado de un programa puente de financiación». Y todavía más, por si en Atenas había dudas: la «posibilidad de hablar de la sostenibilidad de la deuda griega está, igual que lo estaba en 2012. Pero muchos en la mesa hoy, y yo entre ellos, hemos dicho que una quita no va a producirse».
El calendario ahora es claro: Grecia tiene menos de dos días para convencer, para enviar el documento que abra las puertas del tercer programa. «Uno a largo plazo, multianual», más de lo previsto. Tiene que haber acuerdo, global, el último. Porque las consecuencias de no hacerlo, de no convencer al Eurogrupo y a los socios europeos el domingo serían fatales. «Hará falta un milagro para que no tenga que haber Cumbre», explicaba anoche una fuente diplomática europea.
Ya, esta vez de verdad, no hay margen. «Nuestra incapacidad para lograr un acuerdo quizás lleve a la insolvencia de Grecia y a la bancarrota de sus sistema bancario», advirtió el presidente del Consejo, Donald Tusk. Precisamente, Merkel, preguntada por la situación de los bancos helenos, explicó que Mario Draghi, en su intervención ante los presidentes, había sido también expeditivo: «el domingo es el momento adecuado para tomar decisiones». Es decir, que al menos esta semana mantendrá a flote a las entidades con la línea de liquidez de emergencia, el ELA, pero a partir de ahí no hay nada garantizado.
Si se retira el ELA Los bancos griegos no aguantarán. «No descartamos lo peor, vivimos los momentos más críticos de nuestra historia», se lamentó Tusk, quien ha convocado el domingo no a los líderes de los países de la zona euro, como ayer, sino a todos, a los 28. ¿Por qué? «Debemos discutir las consecuencias para toda la UE,incluyendo una posible ayuda humanitaria para Grecia si fuera necesario», resumiió. «Si hablamos de fondos estructurales, de dinero de la Comisión Europea, es algo que afecta a los 28», coincidió Merkel. Y deja poco margen a la interpretación.
Estarán todos. Tanto por si hay acuerdo y tienen que poner dinero,como si no lo hay y deben preparar una estrategia de contención común ante la salida del euro.
Merkel garantizó en la rueda de prensa posterior a la Cumbre que durante las cuatro horas del encuentro los presidentes no hablaron de planes de acción, de contingencia. Porque eso, al igual que una discusión sobre divisas paralelas, lo está llevando el Eurogrupo.
El de ayer fue, de nuevo, un Eurogrupo corto. Los ministros europeos escucharon el análisis de Euclides Tsakalotos, el sustituto de Varoufakis. Escucharon cómo la delegación helena pidió algún tipo de crédito puente, o un sistema de financiación temporal que les permita hacer frente a las obligaciones de este mes. Pero no recibieron nada concreto.
«Hemos dado la bienvenida al nuevo colega y escuchado su balance de la situación después de las novedades en Grecia. No ha habido nuevas propuestas», explicó el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, a la salida.
«El primer paso consistirá en que el Gobierno griego enviará el Eurogrupo una nueva carta, una propuesta para pedir la ayuda del Mede. Tan pronto como llegue, espero que mañana por la mañana (por hoy miércoles], celebraremos una teleconferencia del Eurogrupo para iniciar formalmente el proceso», detalló el holandés.
El Eurogrupo sabemos que será probablemente el sábado, según explicó Mariano Rajoy.
El proceso es sencillo en la forma, complicado en la práctica. Cuando llegue la carta que Tsipras prometió a sus colegas anoche, y si hay visto bueno, los ministros encargarán a la Comisión Europea una valoración de la situación económica griega, sus necesidades financieras y la sostenibilidad de su deuda. «La situación ha cambiado, las necesidades ahora son mayores por el corralito. Habrá que estudiarlo y es posible que se cambien incluso los objetivos fiscales», reconocía ayer una fuente europea muy cercana al rescate.
El miércoles pasado Alexis Tsipras envió al Eurogrupo una petición poco ortodoxa, pero que en la práctica suponía aceptar el grueso de las condiciones. Preguntado ayer por los periodistas por qué no había nuevas reformas en la mesa, Tsakalotos respondió que «es más complicado que eso» pero «hay voluntad política para un nuevo comienzo».
Una fuente presente en la sala explicó a este diario que había sido «la reunión más absurda» de su vida. «Una pérdida de tiempo total, no sé para qué convocan un Eurogrupo sino traen siquiera algo tan básico como la carta para el rescate». Los ministros esperaban algo concreto, y como no llegó, sentó mal.
«Cuando las Instituciones presenten su informe veremos si podemos iniciar las negociaciones. Todo esto debería hacerse en días. Como saben tenemos muy poco tiempo», ha explicado Dijsselbloem
Mañana por la mañana, el primer ministro griego intervendrá ante el pleno del Parlamento Europeo en Estrasburgo para explicar lo ocurrido en los últimos días y sus solicitudes. Seguramente encuentre más comprensión entre los eurodiputados que entre los jefes de Gobierno.
El eslovaco Robert Fico, por ejemplo, señaló ayer con furia que «se había perdido la paciencia» con Grecia y avisó de que un «escenario en el que todo se acuerde es de ciencia ficción». El lenguaje ya no es diplomático ni lo pretende ser: «el 9 de julio será decisivo para ver si tenemos un acuerdo o el domingo vamos a una fiesta de despedida» de Grecia.
«Había una promesa de traer algo hoy, pero los griegos siempre dicen mañana», se burló la lituana Dalia Grybauskaité.
El mundo.es
PABLO R. SUANZESCorresponsal Bruselas
