El estado de enamoramiento tiene muchos aspectos de locura.
¿Por qué puede ser peligroso enamorarse? Si es el estado más maravilloso, la sensación más plena.
Decía una muchacha: “Quiero estar embobada por alguien, saber que soy todo para alguien, lo único. Quiero ser el centro de su mirada, que no exista nadie más que yo para él.”
Peligro.
Y decían las abuelas: “No muestres demasiado interés, no aceptes enseguida sus propuestas”. La generación que escuchó esos consejos un día comenzó a pensar por qué la mujer debía inhibir sus deseos, ocultarlos. En aquellos momentos, el hombre y la sexualidad eran los peligros de los que había que aprender a escaparse.
No hay duda que en esos terrenos, la mujer ha avanzado y hoy se muestra con extraordinaria libertad. También exige del hombre que reconozca su progreso y valore su mayor desenfado.
Del otro lado vemos al hombre sorprendido por este acecho, al que sus padres y abuelos no estaban acostumbrados. Como en el juego del policía que persigue al ladrón, el avance de uno pareciera ser el retroceso del otro. La masculinidad se siente en peligro y no sabe cómo responder a la expectativa femenina.
¿Qué hace frente a esta encrucijada? Vemos cómo algunos hombres se sumergen más y más en el trabajo, en las conquistas económicas, en la búsqueda del éxito, intentando mantener sus viejos “privilegios”. Otros, en cambio, se refugian en lo que hasta hace unos años era casi exclusivo patrimonio femenino: la imagen bella. En muchos casos los vemos más preocupados por sí mismos y sus cuidados personales fenomenales que por ocuparse en la conquista del interés de una dama.
Atractivo físico, músculo bronceado, son algunas de las variables en las que sostienen su indiferencia, sus distancia y muchas veces, su falta de deseo. Supongo que ese repliegue narcisista los distancia del otro sexo.
Si hacemos una mirada retrospectiva de los últimos años, el hombre parece haberse mimetizado con la mujer: pelo largo sedoso o cuidadosamente recortado, bijouterie de toda clase y brillo, hasta se ha intentado en varias ocasiones con las faldas! Parafraseando aquel famoso enunciado podríamos decir hoy en día: “si no puedes conquistarlas, únete a ellas”.
Una pertinaz dificultad que pareciera suceder en la conquista de la mujer, por ese aspecto escurridizo de la histeria seductora y frustrante a la vez, parece haber llevado a este universo de hombres a responder con la misma moneda: “No dependas tanto de mí.” “Eres muy celosa”, “No sé si estoy apto para vivir juntos”, “Hoy no salimos porque tengo fútbol”, “Hoy tampoco porque tengo póker…“
Algunos sienten que se volvió peligroso, turbulento y hasta temerario estar con una mujer (quizás lo fuese desde antes, pero nadie se había percatado).
El estado de enamoramiento tiene muchos aspectos de locura. Muchas veces la consecuencia es el “encierro amoroso”. Este termina asfixiando a la pareja si no es capaz de mezclar la vida real con la vida pasional.
Y cuando la pasión amorosa declina, lo que ocurre no es necesariamente una catástrofe, como muchos creen. Si el vínculo se fractura irreparablemente, es de esperar que el futuro componga las cosas y se pueda seguir adelante. Y si por el contrario se mantiene, es porque aquel hombre y aquella mujer estaban unidos por algo más que una locura de amor. Y eso, no es para nada peligroso.
De Sebastian Fournier | Hombrerías