Para que un niño rinda en la escuela, lo primero que les debe preocupar a sus progenitores es que se alimente bien. Un muchacho mal alimentado no estará físicamente en capacidad de asimilar ni procesar toda la información de la etapa escolar, mucho menos de las posteriores. No es invento de nadie ni mucho menos tiene que venir la FAO a explicarlo.
Esta ha sido la razón de diferentes programas y políticas públicas que en el pasado, ya muy lejano, hacían de la alimentación escolar, del vaso de leche, un tema prioritario e importante. Pero en este campo la gestión rojita va a pasar a la historia como la más cínica del planeta, pues aunque reciben premios internacionales por luchar contra el hambre, la realidad que plasman ellos mismos en estudios y documentos oficiales es otra: el Viceministerio de Unión con el Pueblo y Comunidades Educativas del Ministerio de Educación ha detectado que la obesidad y las caries son el mayor problema de salud que afecta a los escolares venezolanos.
Cualquier especialista en nutrición echaría por tierra la idea que tienen muchos de que la obesidad infantil se origina en el exceso de comida. Antes, cuando existían instituciones del Estado que se abocaban a estudiar este tipo de problemas de salud pública, estaba claro que la clave para combatirlo es una alimentación balanceada. El Instituto Nacional de Nutrición llegó a tener centros en los que se pesaba y se medía a los niños y se enseñaba a las madres a dar a sus hijos la comida que realmente necesitan.
Hay dos tipos de desnutrición que, palabras más palabras menos, se manifiestan físicamente de manera distinta en un niño. La primera es la que cualquiera identifica y que en casos extremos lleva al raquitismo, es decir, muchachos extremadamente flacos. Y la otra es la mórbida, niños obesos, muy gordos como resultado de comer pocos nutrientes, con una alimentación a base de harinas y pocas proteínas.
Al viceministerio con nombre larguísimo le pareció importante determinar el peso de un millón de muchachos en edad escolar en todo el territorio nacional y se sorprendieron al comprobar que la obesidad comienza a ser un problema. Obviamente, la titular de ese despacho en rueda de prensa afirmó que se trata de que los padres les dan a sus niños pura comida chatarra. Insiste en que es culpa de las cantinas escolares, que no venden alimentos más sanos. ¿No se supone que esa es una normativa vigente que obliga a estos establecimientos a no expender chucherías? ¿No es el mismo ministerio el encargado de velar que esto se cumpla?
¿Menos comida chatarra o mejor comida? ¿Cómo pretende el viceministerio que un padre de familia resuelva el problema de mejor alimentación cuando ni siquiera consigue leche? Los estudios de las mejores universidades del país indican que la población infantil ha dejado de consumir 25% del calcio necesario para garantizar su salud futura. La gran pregunta es qué hace el viceministerio, el ministerio o peor aún, el gobierno, para fomentar una mejor alimentación. Haga su cola, aunque no sea por número de cédula.
Editorial de El Ncional