La Cancillería ha hecho una declaración escandalosa en relación con la posibilidad de una próxima visita del ex presidente español Felipe González. No ha sido advertida por los dirigentes políticos ni por la ciudadanía en general, debido a que han permanecido en silencio frente a unas palabras que son simplemente una amenaza descarada.
Felipe González viene a Venezuela “bajo su responsabilidad”, advierten desde la Casa Amarilla en lo que solo puede calificarse como un indigno llamado de atención que se hace a un visitante incómodo. Venga, no podemos detenerlo, pero aténgase a las consecuencias, dijo a su manera la voz de la cancillería bolivariana. Usted verá lo que hace, señor Felipe, porque nosotros, gente cuidadosa del prójimo que viene del extranjero, cumplimos con la obligación de anunciarle que la puede pasar mal y que no podemos hacer nada frente a una decisión que usted toma después de recibir nuestro oportuno llamado de atención.
Olvida la Cancillería que no está ante un viajante cualquiera, sino ante un ex mandatario extranjero que luchó por la democracia de su país, pero también de naciones hispanoamericanas agobiadas por las dictaduras militares, como Argentina y Chile. También olvida sus vínculos decorosos con la política venezolana, en cuyos asuntos ha participado de manera pública y plausible desde la segunda mitad del siglo pasado sin que ninguna sombra haya opacado su tránsito.
También olvida la Cancillería que Felipe es un estadista famoso en el Viejo y el Nuevo Continente por sus labores en pro de la integración. No es un cualquiera a quien se deben adelantar los riesgos de su periplo.
Muchas cosas olvida el Ministerio de Exteriores, aún las mínimas consideraciones que se deben tener con cualquier ciudadano de buena voluntad que venga del extranjero con afanes constructivos, sin que se trate de un personaje famoso. Es una lástima, o más bien una vergüenza, que se haya la Cancillería atrevido con una frase tan desafortunada que, en última instancia, se devuelve como bumerán hacia quien la pronunció.
¿Por qué? Por el absurdo deseo de meterle miedo a un hombre valiente, en primer lugar, a un hombre que, si asumió su responsabilidad ante la represión franquista y ante las dictaduras del sur, no hará mutis ante exhortaciones de pacotilla. Por el asomo de los futuros problemas que pueda tener debido a la provocación de las huestes del régimen, en segundo lugar, no en balde algo de eso se desprende de la deplorable media lengua que quiere prevenirse de futuros entuertos. Por el reconocimiento de que la autoridad no hará nada si ocurren desmanes ante la visita del expresidente, en tercer lugar, lo cual no es otra cosa que una velada confesión de desgobierno.
Mucho preocupa, a la Cancillería y a la canciller, la presencia de Felipe González. Mucho temen a sus luces de estadista y de demócrata cabal. Saben que están ante una presencia que traerá cola. De otra manera, no se pueden entender las pobres y cobardes declaraciones que hemos comentado.
Editorial de El Nacional