Una turba se llevó más de 100 neumáticos de un camión en la avenida Manuel Piar.
Lo que debe ser algo tan rutinario como comprar (o hacer cola por) un caucho se convirtió este miércoles en violencia: un grupo de personas que esperaba para adquirir neumáticos en la sede de Bridgestone de la avenida Manuel Piar, en San Félix, saqueó el camión con la mercancía al escuchar que los precios duplicaban sus expectativas. La GNB intervino y, al final, el local decidió bajar la santamaría hasta la próxima semana.
Hubo, primero, una certeza de que llegaría un camión cargado con cauchos importados marca Zeta. Después, una cola. Después, un sol que resplandecía y acaloraba. Después, el anuncio de unos precios que trastocaron planes y presupuestos. Después, el descontento. Y, finalmente, el saqueo.
Lo anterior bien puede servir como síntesis de lo ocurrido durante la mañana de este miércoles en la sede de Bridgestone, de la avenida Manuel Piar, en San Félix.
De acuerdo con un reporte del Destacamento de Seguridad Urbana (Desur), los precios de los cauchos fue el origen de la revuelta. Quienes estaban en la cola esperaban pagar 5 o 6 mil bolívares, pero el anuncio fue que cada uno costaría 13 mil.
Comenzó, entonces, una protesta que se agudizó cuando, una vez abiertas las puertas traseras de la gandola, los manifestantes sacaron cauchos y los repartieron como raciones de comida.
Cerrado hasta el lunes
En los videos espontáneos filmados durante la revuelta se ve a un grupo agolpado en la parte posterior del camión, a un fiscal de tránsito llevándose un caucho y a un policía estadal tomando uno mientras blande su arma de reglamento contra los protestantes.
La Guardia Nacional Bolivariana, a través de los funcionarios de Desur, fue el primer cuerpo de seguridad en llegar al sitio. Luego de más de cien cauchos robados, los funcionarios se llevaron el vehículo.
La GNB confirmó que no hubo heridos ni detenidos. Y ya durante la tarde de ayer, el negocio estaba con las santamarías abajo. Dos funcionarios de la Policía del estado Bolívar que lo custodiaban informaron que abrirá nuevamente el lunes.
A esta hora saquean una gandola de cauchos en San Félix / Ciudad Guayana Que viva el socialismo Carajo!!! pic.twitter.com/6TRbVzK1a6
— #UnIrónicoPelaBola (@CitasAgudas) Mayo 6, 2015
Saqueo de un camión de cauchos en San Félix #Guayana. Triste ver como tu país, se hunde en manos de un régimen CDM https://t.co/LYGLtAjjbU
— Orgivie Hernández (@orgivieh) Mayo 6, 2015
Se prendió el peo en Guayana Av manuel piar gandola de cauchos ahora si el pueblo Arrecho nojoda pic.twitter.com/G6LFNXETOH
— @yalmir (@ymillan2013) Mayo 6, 2015
Marcos David Valverde
Correo del Caroní
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REUTERS/Thomas Peter Un guardia ante la puerta del Palacio Gyeongbokgung en Seúl (Corea del Sur).
Después de lograr venderse por América Latina, Europa y el resto del mundo como un movimiento revolucionario que renovaría a la alicaída izquierda de viejo cuño luego de inventar la engañifa del socialismo del siglo XXI, el chavismo ha venido desprestigiándose a marcha acelerada hasta terminar hoy convertido en una suerte de peste peligrosísima de la que muchos se alejan por temor al contagio.
La Venezuela desesperanzada que creyó a fe ciega en un militar de escasa formación, no solo castrense sino como líder político capaz de asumir el reto de sacar a Venezuela adelante y despejar ese futuro incierto que reinaba en el país, hoy lamenta haber sido engañada por un hábil comandante especializado en el arte de la demagogia.
Tuvo la suerte de contar con una inesperada bonanza petrolera, como todo aquel que no habiendo tenido nada en la vida de pronto recibe una herencia multimillonaria jamás imaginada.
Algunos especialistas dicen que estas mágicas bonanzas alteran el buen sentido y tuercen las mejores intenciones. Sea esto cierto o no, hoy los venezolanos miramos por el retrovisor de la historia y vemos cómo estos últimos 16 años de mando bolivariano han sido todo lo que uno pueda imaginarse menos un buen gobierno. Ni siquiera una dictadura sino una sucesión de actos irracionales, improvisaciones y planes disparatados como el famoso Gasoducto del Sur, los grandes ferrocarriles desde los Valles del Tuy hasta los Llanos y desde el Orinoco hasta Puerto Nutrias.
Los gallineros verticales, los cultivos oligopónicos (oligofrénicos dicen algunos), la ruta de las empanadas, el Ministerio de la Felicidad Absoluta y pare usted de contar y tome un poco de aliento. Los planes de la nación parecían elaborados en el mostrador de un botiquín un sábado en la noche, no porque reinara la embriaguez o se acostumbraran las riñas y las guapetonerías, sino porque cualquier idea seria o iniciativa sensata (que las hubo y no hay por qué negarlas) terminaba convertida en una ensalada de iniciativas a cada cual más inconexa con la idea central propuesta al principio.
En la misma medida en que a esa ensalada se le agregaban nuevos ingredientes, en esa misma medida se volvía no solo más costosa sino incomible. A la sombra de ese descontrol generalizado, promovido por el jefe del Estado a sabiendas de que todos esos planes no eran más una molienda de disparates, los más sensatos se apartaban del camino o se dedicaban a llenar sus bolsillos en vista de que el nuevo gobierno sacrificaba el control de las cuentas en función de la rapidez de construir y entrar en funcionamiento que exigía el propio comandante.
En eso de saltarse a la torera las normas y principios de la Contraloría, tan necesarios no solo para evitar la opacidad del gasto sino para la necesaria rendición de cuentas, los chavistas se convirtieron en los campeones olímpicos de la corrupción. A esta peste no escaparon civiles y militares “revolucionarios”. Apropiarse de los dineros públicos se convirtió en un deporte nacional.