“Rico en adjetivos y vacío en soluciones”. Eso se ha dicho del discurso pronunciado por Nicolás Maduro, el 1° de Mayo, ante un auditorio con más expectativas que público: una concurrencia esperanzada por la promesa de un “revolcón” y frustrada por lo que no llegó siquiera a meneíto; como ya es maña y de las malas, el gobierno ordenó incrementar en 30% (1.799, 18 bolívares) el salario mínimo, que el patrón mayor dijo estar obligado a defender; sin intención de indexarlo, su afirmación no pasa de ser una tontería retórica dirigida a aplacar el iracundo abucheo de decepcionados trabajadores que fueron arreados a la concentración roja. La compensación, como ya es costumbre, se hará en 2 trancos, al término de los cuales la exigua paga se situará en 7.421,66 bolívares, más o menos un tercio del costo la canasta alimentaria, tal como lo evidenció el trabajo de las periodistas María Fernanda Sojo y Dulce María Rodríguez publicado ayer en El Nacional.
Las periodistas señalaron que esa mensualidad equivaldría a 37 dólares de los que se ofrecen en el Sistema Marginal de Divisas (26,50 en el paralelo); expresados en términos de jornal, el aumento pautado no llega 60 bolívares diarios (59,97, para ser exactos) y su valor es de 32 centavos de dólar marginal (21 de los negros) y no alcanza para adquirir siquiera una lata de sardinas o un refresco tamaño grande; muy poco es lo que pueden comprar con esa miseria empleados, obreros y pensionados porque en el país ya casi ningún producto está por debajo de los 100 bolívares.
Eso explica por qué crece la legión de buhoneros, toeros y, en general, hombres y mujeres que se apañan en el rebusque de la informalidad, debido a que, aunque carecen de beneficios laborales –¡para lo que sirven!, sacan mayor provecho a la venta de un par de pantaletas, la reparación de una cañería o la gestoría de una partida de nacimiento que de un empleo formal sin más recompensa que el precario ingreso que poco, muy poco dura en los bolsillos. ¡Con razón hay tanta gente bachaqueandol! Tanta, que el Instituto Nacional de Estadísticas no las cuenta para seguir con sus cuentos –desestimando el desempleo y el subempleo– cuando todo el mundo sabe que más de la mitad de la población tiene que improvisar para ganarse la vida.
“La inflación esperada para este año es de 130% y el aumento no va a compensar la pérdida del poder adquisitivo, que se ubicará en 20%. “El aumento del salario mínimo se lo va a comer la inflación”. Estas son palabras del economista Asdrúbal Oliveros. De ella se desprende que la defensa del sueldo mínimo es una impostura y que, a pesar de los ocho empujones de la gestión de Maduro, al trabajador le rinde cada vez menos el dinero. Además, no tiene sentido imprimir billetes y repartirlos donde no hay nada que comprar; y es probable, en ello coinciden los economistas consultados por el periódico, que se produzcan, este año, otros ajustes como parte de la estrategia electoral oficialista, paliativos engaña bobos que no sirven para llenar el estómago, pero sí las urnas.