H ace casi una semana que el presidente Nicolás Maduro presentó su memoria y cuenta, y el país sigue esperando por las medidas que pondrá en práctica para que la economía nacional comience a levantar cabeza. De sus palabras se desprende que el bolívar fuerte se hace todavía más débil, pero nadie sabe, excepto al parecer los representantes de algunos bancos extranjeros con quienes se reunió el ministro de Finanzas, cuál será el nuevo valor de la moneda nacional.
Dentro del maduro-cabellismo la incertidumbre es mayor. Basta asomarse a la página aporrea.org para constatarlo. Sin embargo, algunos partidarios del proceso, están convencidos de que el jefe del Estado se la comió con lo que planteó en su alocución, pues no anunció medidas «neoliberales» como esperaba la «derecha», sino que reafirmó los derechos sociales de los más necesitados. O no entendieron lo que el presidente medio anunció, o creen que la mayoría de la gente es tonta.
Hay rojo rojitos que ven en la decisión de mantener el dólar a 6,30 bolívares una medida que protege a los más pobres, sin acordarse de que durante todo el año 2014 los alimentos fueron importados con esa paridad cambiaria, lo que no impidió que la inflación en ese renglón alcanzara 93%, una comprobación de que no le sirvió de mucho a los venezolanos más humildes. Esa paridad puede haber sido útil y muy provechosa para unos vivos que, seguramente, se aprovecharon de esos dólares «a precio justo».
Algunos ponen como ejemplo de la defensa de los derechos sociales el aumento de la beca a los estudiantes de secundaria. Incluso se regodean porque el mismo fue de más de 100%, lo cual es cierto, pero resulta que dicha beca pasó de 200 a 500 bolívares, monto que no alivia nada las necesidades de los estudiantes.
Lo mismo se puede decir de la que se le otorga a los estudiantes universitarios que alcanzó los 2.000 bolívares. La inflación se traga ese dinero en un momentico.
Lo que todos necesitamos saber es a cuánto va a quedar la paridad cambiaria que resulte de eliminar el Sicad I y II. Ese monto, secreto por ahora, es el que va a tener un gran impacto en la vida de todos quienes habitamos este país. Esa nueva paridad va a ser la que determine, en buena medida, el nivel de inflación que se va a soportar este año. Hay que tener presente que ese será el precio que se pagará por casi todo lo que se importa, que como sabemos va in crescendo.
Basta ver los números que ha publicado estos días el economista Miguel Ángel Santos.
Según sus cuentas, a las que damos crédito porque sabemos que es profesional serio, en 2004 las importaciones hechas por Venezuela sumaron 18 mil millones de dólares. El año 2012 esas compras en el exterior alcanzaron la cantidad de 65 mil millones de dólares. Es cierto que en ocho años la población creció, pero no lo hizo como para justificar mínimamente ese incremento de las importaciones.
La Venezuela potencia de la que tanto habló el difunto expresidente Chávez era, y es, puro cuento. Ahora nos hablan del «socialismo productivo». La verdad que este tipo de petulantes consignas lo que da son ganas de reír, de no ser tan graves las consecuencias que para los venezolanos han tenido y tienen las políticas que se han adelantado desde el gobierno estos últimos 15 años. El chavo-maduro-cabellismo puede ser cualquier cosa menos productivo, económicamente hablando.
Basta hacer un balance de la situación de las empresas públicas, tanto las viejas como las nuevas, para comprobarlo.
Mientras, Maduro viaja y delega en su ministro de Finanzas, Rodolfo Marco Torres, el anuncio de la nueva devaluación bolivariana, pero hasta ahora éste tampoco ha dicho nada. La incertidumbre crece, la economía sigue paralizada y la calidad de vida de los venezolanos se deteriora a paso de vencedores.
Xabier Coscojuela