La tienda Así abandona su local en el centro después de 72 años vendiendo muñecas
Ya no están los bebés de grandes ojos y cofias delicadas, ni las muñecas de relucientes cabellos adornados con lazos. Tampoco los enormes peluches en tonos pastel ni las suntuosas casas en miniatura.
El escaparate que ha fascinado a varias generaciones se encuentra hoy tapizado de papel marrón de embalar, con un cartel que rezaGracias por habernos permitido compartir vuestras ilusiones. Visto desde el interior, un manto de estrellas decorativas caídas y polvodelatan la magia que hasta el pasado 10 de enero inundaba la vitrina.
«Esto es nuestra vida, nuestros sentimientos, nuestros recuerdos», relata Pepa Eznarriaga, que pertenece a la tercera generación de comerciantes de muñecas Así. Su tienda más emblemática, en Gran Vía 47, se ha visto obligada a echar el cierre por la extinción de los contratos de renta antigua que fija la Ley de Arrendamientos Urbanos de 1994. Aunque el plazo expiraba el 31 de diciembre del año pasado, el propietario les ha concedido unos días para recoger sus cosas.
«A día de hoy no lo tiene alquilado», asegura. «No ha habido posibilidad de negociar. Nos ha ofrecido renovar el contrato mes a mes, pero hemos preferido terminar la agonía». Y enfatiza que si estuviese en venta lo compraría porque «este local lo siento como mío».
Cajas vacías
En las estanterías otrora atestadas de juguetes, hoy se amontonan las cajas vacías. Donde antes se congregaban cochecitos y carritos, ahora se acumulan anaqueles desmontados y plásticos. Aquí y allá, un traje diminuto y una varita mágica abandonados atestiguan una historia que firma su último capítulo tras 72 años.
A la entrada, grandes letras clavadas con chinchetas deletrean liquidación. «Entre el 7 y el 9 de enero nos deshicimos de la mayoría del género. Tuvimos tanto éxito que nos quedamos sin juguetes y hubo que traerlos de los otros comercios que tenemos. Hay gente que se ha acercado solamente para llevarse su última muñeca, porque saben que ya no van a poder venir nunca más», reconoce.
«Durante los últimos días había clientes que lloraban. Una madre me llamó para decirme que este establecimiento forma parte de su vida», detalla mientras se le ilumina el rostro. «Para nosotros es una satisfacción tan grande que transmitir emociones a la gente». Ha sido una jornada difícil para los Eznarriaga, ya que han debido entregar sendas cartas de despido a tres empleadas que se marchan con lágrimas en los ojos.
‘Una sonrisa en la cara’
«Estamos muy orgullosos de ellas porque sabiendo lo que se les venía encima siempre han tenido una sonrisa en la cara, y cuando los clientes les preguntaban qué iba a ser de ellas, nunca han dicho que las iban a echar». Insiste en su intención de volver a contratarlas en cuanto las circunstancias lo permitan. «Mi gente vuelve siempre». La misma filosofía han puesto en práctica en su trato con los proveedores («Somos fieles a los mismos») y los compradores. «No se trata de vender sino de hacer clientes».
Los cuatro hermanos se reubicarán en alguno de los cuatro establecimientos que componen la empresa. «Este año lo hemos dado todo en todos los sentidos en esta tienda y hemos tenido las otras un poco desatendidas». A pesar de hacer hincapié en que quieren tomarse una pausa para asimilar el impacto del cierre, admiten que ya están «llamando» para conseguir un nuevo emplazamiento.
Que sin ninguna duda estará en la centenaria avenida madrileña. «No sé si volveré yo o volverán mis hijos, pero volveremos. El público varía en función de la zona y el de Gran Vía es el mejor del mundo», resume. Mientras recorre con la mirada el recinto desmantelado, agrega: «¿Ves cómo está? Pues si nos quedásemos yo lo volvería a montar todo ahora mismo».
A pesar de que fue el símbolo de los afectados por la renta antigua y de que políticos como Antonio Miguel Carmona, candidato socialista a la alcaldía de Madrid, y Tomás Gómez, líder del PSM, hicieron de ella su plataforma para reclamar al Gobierno una moratoria, nada ha conseguido detener su desaparición. «Por parte de la Administración, solo hemos recibido un silencio abismal», se lamenta Pepa. «Todo esto que se pierde ya no se recupera».
Fuente: Elmundo.es
FLAVIA FARRACES