En cuestiones de salud, muchos dejamos en algún momento el tema como un pendiente y no buscamos ciertas alternativas que nos energizan y nos dan el empuje para superar nuestras trabas. A veces las ayudas más lindas y emocionales ni las consideramos.
Hoy les quiero presentar una que a mí personalmente me ha dado las fuerzas que sé que muchos no ven como pertinente, pero en mi caso reconozco como crucial en mi vida: mi mascota. Los estudios lo demuestran: la cercanía con animales ayuda significativamente a nuestra felicidad, sensación de pertenencia y bienestar en general.
Incidencia en el organismo
De acuerdo con una conferencia realizada por el Centro de Investigación de Interacción Humano-Animal de la Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad de Missouri, tener una mascota puede reducir el estrés, aminorar la presión sanguínea y mejorar el bienestar mental sin necesidad de tomar medicamento alguno.
Los propietarios de perros tienen 8 veces más posibilidades de sobrevivir y recuperarse después de un ataque cardíaco o infarto.
Y como si fuera poco, los animales también obtienen un beneficio. En compañía humana, las mascotas producen cantidades reducidas de la hormona del estrés cortisol, afectando así positivamente su calidad de vida.
¿En cuanto al cáncer? Allí también hay mejoras. En primera instancia es importante derribar el mito sobre los gatos como responsables del cáncer humano, varios estudios lo demuestran, tal como los realizados por el centro de investigación Tour du Valat. Una investigación del Instituto Nacional de Salud realizado por G.J. Tranah y su equipo determinó que los dueños de gatos y perros presentaban un riesgo menor de tener linfoma de Hodgkin.
Los beneficios en el organismo son también para los más pequeños. El Doctor Gern, de la Universidad de Wisconsin, demuestra que convivir con animales peludos durante el crecimiento de los niños es beneficioso para ellos ya que reduce el riesgo de que desarrollen alergias y asma.
El National Institutes of Health (NIH) hizo seguimiento a 2,500 adultos de 71 a 82 años de edad. El resultado: los que sacaban a sus perros tenían más resistencia física, caminaban más rápido, por períodos más largos y tenían mayor movilidad dentro de la casa.
Sociabilidad
Una mascota supone e impone desde su inicio una relación de amor y apoyo que enseña a llevar relaciones más sanas con los demás y con uno mismo.
Según un estudio publicado por el Journal of Personality and Social Psychology, los dueños de mascotas tienen una autoestima más elevada y mayor capacidad para recuperarse ante el rechazo.
En los procesos de luto, la compañía de las mascotas también incide positivamente. Las tareas que imponen su cuidado distraen y ayudan a disminuir la sensación de soledad y nostalgia además de aumentar la vitalidad.
Compañía y ayuda vigilante
No todos tenemos estados de salud óptimos y en casos de personas con discapacidades o ciertas enfermedades muy precisas, un animal puede ser la mejor opción. Pensemos por ejemplo en los niños con autismo.
Según datos de la Clínica Mexicana de Autismo, los perros que están a cargo de un niño con esta enfermedad logran mejorar su relación con el mundo del que generalmente se encuentran retraídos. Ellos tienden a hablar más, mirar con mayor frecuencia a la cara, sonreír y hacer contacto físico, aptitudes sociales que no suelen ser muy comunes en personas autistas.
A partir de la Primera Guerra Mundial, los perros fueron adiestrados para ayudar a los soldados alemanes que habían quedado ciegos en las batallas y desde entonces, se han convertido en ayudas casi que imprescindibles para una persona invidente. Las razas que más se adoptan como lazarillos o perro guía, son los labradores, el golden retriever y el pastor alemán.
En los desastres naturales, los animales resultan ser también el mejor detector de víctimas sepultadas. Un perro entrenado puede rastrear 100 metros cuadrados en 5 minutos.
Terapia con animales o mascoterapia
Tantos son los beneficios de estas mascotas peludas que actualmente está en auge la terapia con animales como caballos, delfines, perros y gatos. La primera vez que se emplearon los animales como co-terapeutas parece haber sido en Inglaterra en 1972.
El médico pionero fue William Tuke, que los empleó para mejorar las condiciones infrahumanas que existían en los manicomios de la época y para enseñar autocontrol a los pacientes.
Más allá de las evidencias que les expongo, doy fe de la experiencia inigualable que brinda siempre acariciar a un peludo cariñoso que me bate la cola…. ¡para mí no hay otra fuente auténtica y transparente de vitalidad, felicidad y salud que esta!
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