La adolescencia puede ser más complicada si llega por adelantado. Prestar atención a su desarrollo y acudir al especialista es clave. Su crecimiento y su estabilidad emocional están en juego.
Se encierra en su habitación y dentro de sí mismo; no suelta sus auriculares; se ha vuelto gruñón; contesta con monosílabos (su favorito es “no”); empieza a suspirar por todo; y su cuerpo está cambiando. Todo apunta a un diagnóstico: adolescencia. Pero aún no ha cumplido ocho años, así que hablamos de pubertad precoz.
La doctora Francisca Moreno, jefe de Endocrinología Pediátrica del Hospital La Fe de Valencia, la define como “la aparición de caracteres sexuales secundarios antes de los ocho años en niñas y antes de los nueve en niños. El primer signo es el aumento del tamaño testicular, en ellos, y la aparición del botón mamario, en ellas. En ambos sexos aparece el vello en el pubis y las axilas, se incrementa la velocidad de crecimiento y hay cambios psicológicos”.
Así les afecta
Lo normal es que esta metamorfosis no comience antes de los nueve años en las chicas y los 10 en los chicos. Los padres nos pertrechamos para hacerle frente con un buen arsenal de información, la sabiduría que da la experiencia de otros y, sobre todo, con toneladas de paciencia y comprensión. Sin embargo, nos quedamos desarmados (y asustados) si llega antes de lo esperado. Igual les sucede a ellos. Adaptarse a esta turbulenta etapa no es fácil, pero, si se produce antes, es más desconcertante para quienes no tienen madurez psicológica para asimilar los cambios.
“Que la pubertad se inicie a una edad más temprana puede condicionar una falta de adaptación”, señala la Dra. Moreno. Por lo tanto, tiene consecuencias, sobre todo psicológicas.
Si hay algo a lo que los niños y jóvenes le dan importancia es a sentirse parte de un grupo, vestirse como los demás, escuchar las mismas canciones… y desarrollarse al mismo ritmo. Las diferencias no son bien recibidas. La inseguridad es, además, caldo de cultivo para la aparición de complejos porque se sienten distintos a sus amigos y, en muchos casos, tendrán que sufrir algunos comentarios y burlas. Pero también puede tener repercusiones físicas, ya que se produce una maduración ósea acelerada y un cierre precoz de los cartílagos de crecimiento con el resultado de una estatura final baja.
En Internet, los padres se desahogan y comparten experiencias. La madre de Tania pregunta si debe preocuparse porque a los siete años ha empezado a desarrollarse y Maite dice que ve con angustia cómo su hija llora sin saber por qué y se ha vuelto retraída y solitaria. La duda se repite: “¿Es normal?”. Los estudios demuestran que cada vez es más común que la adolescencia acelere su aparición, sobre todo en niñas, entre las que es 20 veces más frecuente. En los últimos 15 años, la edad de la menarquia –primera menstruación– se ha adelantado casi 12 meses.
¿Cuál es la causa?
Los motivos siguen siendo un misterio. Aunque en algunos casos tiene su origen en lesiones del sistema nervioso central, en la mayoría no se conoce la causa, aunque se sabe que los factores genéticos tienen un papel fundamental. Además, dice la endocrinóloga, “la nutrición juega un papel importante. De hecho, la obesidad moderada sería un factor a considerar. Los cambios rápidos del estado nutricional (en niños procedentes de países subdesarrollados, que aumentan de peso de forma rápida) también podrían acrecentar su incidencia”. La explicación sería que, al tener mayor peso del que correspondería a su edad, el hipotálamo entiende que el cuerpo está preparado y comienza a liberar las hormonas que inician el proceso.
Probablemente también hay factores ambientales y tóxicos que se comportan como disruptores endocrinos y pueden influir en el aumento de los casos. Son sustancias químicas con nombres impronunciables (ftalatos, parabenos, benzofenonas, alquilfenoles…) difíciles de identifi car en las etiquetas, pero que están presentes en productos cotidianos (plásticos, coches, juguetes, materiales de construcción, utensilios de cocina, cosméticos…) y alteran el equilibrio de las hormonas, actuando como estrógenos y acelerando el proceso.
Las mujeres embarazadas y los niños son los más vulnerables a sus efectos. Entre ellos, el que tienen sobre el sistema reproductor. “Se cree que cánceres hormonales (mama, ovario y endometrio, entre otros), pueden tener origen en la etapa fetal y en la pubertad. En estas etapas, hay una elevada sensibilidad a la exposición a sustancias químicas implicadas en estos tipos de cáncer”, dice un informe del Instituto ISTAS.
Tratamiento
“Es importante –matiza la dra. Moreno– porque condiciona el pronóstico de talla adulta y se producen cambios psicológicos a una edad no adecuada”. Por eso, en cuanto aparezcan los primeros signos, se impone una visita al pediatra, que realizará un diagnóstico y determinará si es preciso un tratamiento.
A través de una radiografía de la mano verá si hay un adelanto de la edad ósea. También realizará una ecografía pélvica, pruebas hormonales y una resonancia craneal, para ver si existe alguna anomalía. Con estas pruebas, es posible hacer un pronóstico de crecimiento, cuándo llegará la regla y valorar si el tratamiento va a ser eficaz para mejorar la estatura. Este consiste en inyecciones que se administran una vez al mes y que bloquean la secreción de hormonas para frenar el avance puberal, lo que permitiría un desarrollo óseo adecuado.
Al mismo tiempo, en casa toca hacerse cargo de los estragos emocionales. Las dificultades para llevarse bien con su cuerpo (pueden verse más gordos, más feos…) pueden desembocar en problemas de autoestima, ansiedad o depresión, y pueden ser el primer empujón hacia malos hábitos y trastornos alimentarios.
Los expertos recomiendan abordar el asunto con normalidad pero sin restarle importancia y explicarle, según las indicaciones del pediatra, pero sin olvidar su edad, qué son estos cambios, por qué se producen y cómo se van a tratar. Comunicación, normalidad y refuerzo de la autoestima, son las claves. Que sepan que la pubertad es una situación normal y que sus compañeros pasarán por lo mismo. Que no son bichos raros.
¡A paso ligero!
– En Estados Unidos, las niñas hispanoamericanas y afroamericanas inician la pubertad antes que las caucásicas. Un estudio de varios centros determinó que a los siete años han empezado a desarrollarse el 23% de las niñas de raza negra, el 15% de las de origen hispano, el 10% de las anglosajonas y el 2% de las asiáticas.
Cuando tarda en llegar
– Aunque no hay reglas estrictas, los especialistas consideran que existe pubertad retardada –que merece igualmente una consulta con el pediatra– si el desarrollo de los caracteres sexuales secundarios no se ha iniciado antes de los 13 años en la mujer y de 14 años en el varón.
– Otro concepto similar, pero diferente, es el de pubertad detenida, cuando una vez comenzados los cambios pasan más de cinco años sin que se hayan completado, es decir, sin que se haya producido la menarquia (la primera regla) o el desarrollo gonadal completo en el chico.
– Por lo general, los retrasos se deben a la herencia genética y no revisten gravedad, pero enfermedades crónicas, como diabetes, celiaquía, anorexia, enfermedad renal o enfermedad intestinal inflamatoria, también pueden provocar problemas.
Fuente: MujerHoy