Cuando el Caracas Fútbol Club, equipo profesional de la capital venezolana, viajó para jugar un partido clave en Perú, su difícil rival no fue el único reto. El equipo también tuvo que soportar una ardua travesía de cuatro días, incluyendo cuatro vuelos, una escala en la vecina Colombia y un incómodo viaje en autobús para cruzar la frontera.
Al igual que muchos de sus compatriotas, los jugadores simplemente no pudieron encontrar un vuelo que los llevara hacia donde querían ir.
El equipo de 20 personas fue víctima de una disputa de larga data entre las aerolíneas internacionales y el gobierno izquierdista de Nicolás Maduro. Ante un gobierno corto de efectivo que se ha negado a liberar US$3.800 millones de ingresos por pasajes de avión debido a estrictos controles de divisas, desde enero las líneas aéreas han reducido a la mitad sus servicios a Venezuela, lo que suma otro nivel de frustración a la vida diaria en este país.
La escasez de vuelos está complicando vacaciones familiares, viajes de negocios y los planes de evacuación de los venezolanos que quieren marcharse del país, azotado por una inflación de 60%, delitos, escasez de alimentos y perspectivas laborales en descenso. Steve H. Hanke, profesor de economía de la Universidad John Hopkins, dice que Venezuela encabeza su «índice de miseria», que toma en cuenta inflación, desempleo, estancamiento económico y otros factores en 89 países.
«En Venezuela, uno tiene la sensación de que no puede salir», expresa Virginia Hernández, una venezolana que estudia ortodoncia en Argentina. Durante un viaje reciente a Caracas para ver a su familia, terminó a la deriva. La aerolínea estatal venezolana Conviasa no tenía un avión disponible para volar su ruta programada de Caracas a Buenos Aires, y otros operadores que viajan a Argentina habían agotado sus vuelos.
«El domingo nos dijeron que regresáramos el lunes. Después nos dijeron que volviéramos a consultar el martes y después el miércoles», cuenta Hernández, que perdió varios días de clases antes de encontrar un boleto en otra aerolínea. «Fue un desastre. Casi me sentí avergonzada de que este sea mi país de origen».
Según Datanálisis, una empresa de encuestas de Caracas, uno de cada 10 ciudadanos —la mayoría venezolanos de clase media y alta de entre 18 y 35 años— busca abandonar el país, más del doble de las personas que buscaban emigrar en 2002, un año marcado por un fallido intento de golpe de Estado contra el presidente Hugo Chávez y una paralizante huelga del sector petrolero.
Maduro culpa por los problemas del país a una «guerra económica» encabezada por capitalistas codiciosos que intentan derrocar a su gobierno. «Han pretendido una guerrita para quitarnos los vuelos al exterior», dijo durante un mensaje reciente por televisión. «Yo les he hablado muy claro a las empresas estas de servicio aéreo internacional: empresa que se vaya de Venezuela o chantajea a Venezuela, empresa que no vuelve», advirtió, y prometió que «las sustituiremos más rápido de lo que ustedes creen».
Pero a pesar de varios meses de diálogo sobre el dinero que Venezuela les debe a las aerolíneas, se han logrado pocos avances. Alrededor de dos tercios de las 24 líneas aéreas perjudicadas, incluyendo las que tienen más dinero atrapado en Venezuela, no han llegado a un acuerdo de pago con el Estado, apunta Jason Sinclair, un vocero de la Asociación Internacional de Transporte Aéreo. Y las que han alcanzado acuerdos no tienen garantía de que los fondos serán liberados, dice.
«El país desafortunadamente se está desconectando de la economía mundial y corre el riesgo de un aislamiento más profundo», agrega.
Este mes, el Departamento de Estado de Estados Unidos emitió una advertencia que instaba a los viajeros con destino a Venezuela a que tomaran precauciones conforme los vuelos en declive dejaban a algunas personas atoradas allí. Empresas como Delta Air Lines Inc., DAL -0.63% American Airlines y Lufthansa LHA.XE -1.38% han reducido drásticamente la capacidad de pasajeros y ofrecen sólo una pequeña cantidad de boletos en la moneda local, el bolívar, cuyo valor se ha desplomado en el mercado negro. Este año, Air Canada ya había suspendido por completo su servicio.
Los vuelos que quedan son demasiado caros para muchos venezolanos, pues los pasajes de clase turista a Nueva York fácilmente superan los US$3.000, seis veces más que hace un año, incluso cuando son comprados con meses de anticipación.
Las agencias de viaje están saturadas de solicitudes pero tienen que decirles a los clientes que ya no les quedan boletos que vender. Algunos viajeros se tienen que conformar con tomar el autobús, lo que ha provocado que los viajes a Lima, Perú, un trayecto de cinco días, estén repletos de venezolanos de clase media que solían volar.
En medio de los problemas, el Ministerio de Turismo lanzó una campaña para promover los viajes utilizando un entusiasta personaje adolescente de caricatura llamado «Cheverito». Con morral en mano, se pasea por todo el país con una sonrisa de oreja a oreja, motivando a los habitantes locales a visitar las maravillas naturales «chéveres» de Venezuela.
Pero la figura animada, que sale en la televisión estatal, se convirtió rápidamente en el blanco de burlas de algunos en las redes sociales. Crearon afiches que colocaban a Cheverito en situaciones que calificaron de más probables, cómo ser asaltado con una pistola y caminar al lado de montañas de basura no recolectada.
Muchos venezolanos se quieren ir del país pero simplemente no pueden. Los boletos aéreos para viajes cortos a otros centros de transporte en la región, como Panamá o Bogotá, son difíciles de conseguir.
Para peor, los rígidos controles de divisas implican que los venezolanos tienen acceso a sólo US$400 al año, lo que hace casi imposible pagar los altos precios que exigen las aerolíneas por boletos en Internet.
«Casi todos mis amigos se quieren ir por la situación económica en este país y por el tema de seguridad», afirma Roberto Villarroel, un estudiante universitario de 19 años que quiere mudarse a Argentina. «Aún sigo buscando un ticket. Los precios suben cada día».
Algunos venezolanos, en especial los adinerados, están pagando lo que sea necesario para salir del país.
Rafael Larrazábal, un empresario de 44 años, sólo pudo encontrar boletos de primera clase en Delta y los compró con meses de anticipación. Recientemente, él, su esposa y sus dos niños se subieron a un vuelo hacia Atlanta y luego a Berlín, donde planean comenzar de nuevo.
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