El temor y las dudas sobre los efectos en la salud de las ondas de radiofrecuencia, entre las que se encuentran las redes wifi, no son algo nuevo. ¿Existen motivos para dicho miedo o estamos ante una montaña de leyendas urbanas? Como explican desde Eroski Consumer, iniciativas para conectar las escuelas a Internet mediante estas tecnologías, o el aumento desorbitado de ondas wifi en las ciudades y hogares, han disparado la preocupación de la opinión pública.
Además, algunas resoluciones políticas, no basadas en datos científicos, han sembrado la confusión en los ciudadanos.
Espectro electromagnético
Lo cierto es que vivimos rodeados de ondas. El espectro electromagnético muestra la distribución energética de las ondas electromagnéticas según su frecuencia y su longitud, y este abanico de rangos se utiliza para hacer funcionar todo tipo de fenómenos, desde el bronceado de la piel hasta nuestra visión o la escucha de los sonidos. También intervienen en la tecnología, como en la radio o la televisión y, por supuesto, en Internet.
A mayor frecuencia de onda, mayor es la energía que esta transmite. Así, en la parte más alta en frecuencia del espectro, están los rayos gama, rayos X y la luz ultravioleta. Estas ondas, de alto contenido energético, pueden producir daños en las personas, ya que pueden causar quemaduras en la piel o, a nivel más profundo, afectar al ADN, el material genético que rige los procesos de nuestras vidas y que al verse alterado puede dar lugar a adenocarcinomas, es decir, tumores. Sin embargo, el resto de ondas del espectro de frecuencia más baja, según todas las evidencias científicas, no provoca daños físicos en los seres vivos. La tecnología wifi se encuentra dentro de este rango de ondas ‘inofensivas’, ya que usa una banda del espectro cercano a las ondas microondas, un escalón energético por encima de las ondas de radio pero por debajo de la luz visible. En otras palabras, la luz de una bombilla transmite más energía que una red wifi, y si vivimos rodeados de bombillas sin enfermar, en principio podemos hacerlo rodeados de redes wifi. En cuanto a la potencia, las redes wifi emplean una potencia de emisión inferior a los 0,1 watios, una potencia muy por debajo de los límites marcados desde la Unión Europea y entre 100 y 60 veces menor que la de una bombilla normal. Por lo tanto, incluso el concepto de «contaminación» o exceso de redes wifi es cuestionable.
¿Quiénes cuestionan las ondas del wifi?
Sin embargo, y a pesar de sus bajos valores energéticos, en la última década diversos gobiernos e institutos de investigación han abierto una guerra contra la tecnología wifi. Han destinado más de 250 millones de dólares al estudio de los cambios electromagnéticos que provocan estas ondas, en especial a la evaluación de los posibles riesgos sobre la salud de la exposición a frecuencias de 0 a 300 gigahercios, rango en el que se hallan las ondas de radio, televisión o de los móviles.
No obstante, a día de hoy, no existe ninguna prueba de que las ondas de radiofrecuencia que emite una red wifi sean perjudiciales para la salud. En los últimos 15 años no se han encontrado pruebas en ninguno de los estudios científicos realizados de que una exposición a radiofrecuencia aumente el riesgo de cáncer.
La Organización Mundial de la Salud cuenta con un apartado en su web dedicado a los campos electromagnéticos y la radiofrecuencia. Según este organismo internacional, los niveles de exposición a radiofrecuencia de las estaciones radiofónicas de base y las redes inalámbricas son tan bajos, que los aumentos de temperatura son insignificantes y no afectan a la salud de las personas.
Por tanto, no es preciso poner límites o seguir ningún tipo de recomendaciones para utilizar este tipo de tecnologías en los hogares. Da igual si se duerme cerca del ordenador o de un router: no es necesario desconectar estos dispositivos durante la noche por temor a daños en la salud. Según la OMS, el temor que tienen muchas personas a la exposición al wifi y a otras ondas de radiofrecuencia se debe la publicación en medios de comunicación de estudios ‘científicos’ recientes, no confirmados o avalados, que provocan un sentimiento de inseguridad frente a riesgos desconocidos a largo plazo.
Fuente: 20minutos.es