Más de dos mil personas han muerto en cuatro meses de conflicto en el este de Ucrania entre fuerzas regulares del ejército y separatistas prorrusos, según un nuevo balance de la ONU. Asimismo, el envío de un convoy con ayuda humanitaria rusa a una de las regiones controladas por lo rebeldes provoca tensión entre Moscú y Kiev, dado que esta última aceptará el ingreso de éste al territorio ucraniano solo bajo ciertas condiciones.
Los muertos en el conflicto en el este de Ucrania se duplicó en quince días, totalizando en total 2,086, informó hoy la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos (OACDH) de la ONU. El recuento incluye al ejército ucraniano, a los civiles y a los grupos armados, indicó la portavoz Cecile Pouilly en un mensaje electrónico, precisando que se trata de una estimación «muy prudente» y que en particular las «bajas civiles probablemente sean inferiores» a las realmente registradas.
Hasta el 26 de julio, según la ONU, 1,129 personas habían muerto desde que Kiev lanzó su «operación antiterrorista» a mediados de abril. Ucrania está dispuesta a aceptar el ingreso del convoy humanitario ruso con destino a la zona rebelde prorrusa de Lugansk bajo ciertas condiciones, anunció este miércoles el portavoz del presidente ucraniano, Sviatoslav Tsegolko.
«La ayuda para Lugansk pasa por un puesto fronterizo cercano de esta ciudad, los aduaneros, guardias de frontera y representantes de la OSCE inspeccionan el cargamento en la frontera ruso-ucraniana. Luego la misión prosigue su ruta por territorio controlado por los rebeldes. Una vez llegada a Lugansk, la ayuda es distribuida a los civiles por la Cruz Roja», dijo Tsegolko, al precisar las condiciones.
«La decisión de aceptar la ayuda fue tomada en la noche del martes al miércoles» en una reunión entre el presidente, el Primer ministro y los representantes de las fuerzas del orden ucranianas», agregó. La caravana de cerca de 300 camiones debía inicialmente entrar por un puesto fronterizo en la región de Jarkov (noreste) controlada por el gobierno ucraniano, pero las autoridades ucranianas exigían que la carga fuera trasladada a camiones fletados por la Cruz Roja.
«Rusia rechazó esa propuesta», subrayó Tsegolko. Según el portavoz, debido a ese rechazo, Ucrania enfrentaba la siguiente alternativa: «invasión directa rusa» bajo pretexto de una caravana humanitaria o «provocaciones con la carga en la región de Jarkov, con fuerte probabilidad de una agresión de parte de Rusia».
Durante una conversación telefónica con el presidente ucraniano el miércoles, el secretario general de la ONU Ban Ki-moon propuso que la ONU se una a la coordinación de la misión humanitaria destinada a Lugansk junto al Comité internacional de la Cruz Roja. «El cinismo de los rusos no tiene límites. Primero nos entregan tanques, (lanzacohetes múltiples) Grad, terroristas y bandidos que matan a ucranianos y luego nos mandan agua y sal», había dicho antes el primer ministro, Arseni Yatseniuk.
Según Moscú, el convoy transporta más de 1.800 toneladas de alimentos, medicamentos y generadores para las poblaciones del este de Ucrania, que sufren desde hace cuatro meses el conflicto entre los separatistas prorrusos y las fuerzas ucranianas. Ucrania y Occidente acusan a Rusia de armar a los separatistas prorrusos, algo que Moscú desmiente.
El convoy, de más de 3 km de largo de camiones blancos -entre 262 y 287, según diferentes fuentes rusas oficiales- continuó este miércoles su ruta. A media jornada, se encontraba a solo unos cientos de kilómetros de la frontera ucraniana. Su llegada al puesto fronterizo de Chebekino-Pletnevka, entre la región de Belgorod (sur de Rusia) y Jarkov (noreste de Urania), está prevista el miércoles por la noche, según Moscú.
¿Un caballo de Troya ruso?
Tanto Kiev como Occidente sospechan que este convoy podría ser una versión moderna del caballo de Troya: una ayuda humanitaria tras la que se escondería una operación de desestabilización o refuerzos para los separatistas prorrusos. La modalidad exacta de la ayuda rusa es objeto de negociaciones desde hace dos días.
El ministro ruso de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov, aseguró el martes que había recibido la luz verde definitiva de Kiev. Sin embargo, un portavoz del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) dijo a la AFP desde Kiev que las discusiones «continuaban». Ucrania exigía en un principio que el contenido del convoy se descargara en la frontera y fuera transportado en camiones gestionados por el CICR, para que llegara prioritariamente a la población del bastión separatista de Lugansk.
Los rusos argumentaron que tal traspaso llevaría mucho tiempo, y propusieron que, tras una inspección en la frontera, sus camiones continúen su ruta bajo el auspicio del CICR, con representantes de la Cruz Roja, de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) y del gobierno ucraniano a bordo.
Las autoridades rusas denuncian que la situación humanitaria en Lugansk, donde no hay ni electricidad ni agua corriente, es «crítica». Pero la principal ofensiva del Ejército ucraniano se desarrolla en el otro gran bastión, Donetsk, al que pretende aislar. El lanzamiento de artillería ucraniana parece haber debilitado considerablemente las posiciones separatistas, aunque también se ha cobrado numerosas víctimas civiles.
Putin ofrecerá este jueves en Crimea un discurso ante diputados rusos, después de haber mantenido este miércoles una reunión de su Consejo Nacional de Seguridad en la península ucraniana que Rusia se anexionó en marzo. Por su parte, el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, señaló el miércoles en Reykjavik que las ambiciones de Putin «van más allá de Ucrania».
El responsable se refirió a regiones fronterizas con Rusia donde hay largos conflictos «congelados» pero aún latentes, como Transdniestrie, al este de Moldavia, en Abjazia y Osetia del Sur, en Georgia.
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