Crónicas sencillas
Por Jesús Noel Hermoso Fernández
Lunes, 23 de mayo de 2014
1 parte
Hace cuatro años en 2010 nos tocó conocer a una muchachita de apenas 17 años, alumna de mi padre, Carlos Hermoso. Una flaquita morena y hermosísimamente alta y desgarbada, de esas que son Venezuela en una mujer. Vino hacia mí caminando con varios bolsos; uno inmenso con un balón de Voleibol, otro con ropa y libros y otro con su comida. Su activismo juvenil lo llevaba a cuestas. Se acercó y me increpó con timidez: ¿Tú eres el hijo del profesor Hermoso?
Aquella tarde, en el cafetín de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela, conocí a Sairam Rivas, quien me dijo: ¿Tú nos vas a ayudar a construir un movimiento estudiantil para rescatar la escuela? Eso me dijo Carlos.
Sai (como la llamamos muchos) era en ese momento parte del equipo de Voleibol de Trabajo Social, excelente estudiante y miembro en una escuela de modelaje juvenil con aspiraciones profesionales. “De Guatire para el mundo”, dice eventualmente. Quería formar un movimiento estudiantil deportivo, cultural y de rescate de su escuela, pero no sabía qué cosa era un Centro de Estudiantes. Así, luego de varios encuentros en los que tuvo muchas ideas e iniciativas propias que destacaban por encima de su atención a recomendaciones, ella misma fue dándole forma a Identidad Universitaria, plancha estudiantil con la que se lanzó a la conquista del Centro de Estudiantes más violento y temido de la UCV, dominado durante 7 años consecutivos por colectivos violentos del oficialismo que se encargaban de amedrentar, reprimir y aterrorizar a estudiantes que tuviesen la osadía de manifestar contra “la revolución”.
Llena de miedo por tantas amenazas, la fuerza con la que enfrentó durante toda la campaña ese mismo miedo, fue épica. Agresiones, empujones, golpes a los muchachos que la acompañaran, encuentros clandestinos con algunos de quienes la ayudábamos, con profesores de su escuela que la respaldaron en ese titánico proyecto, fue lo cotidiano durante más de 6 meses. Basta imaginar la experiencia en un barrio caraqueño en el que la banda de malandros que domina la “plaza” te la tiene “jurada”. Esa fue la cotidianidad de Sai durante toda la campaña. Pero esa templanza increíble en una muchachita que apenas cumplía para aquel entonces sus 18 años, derivó en la constitución de un movimiento, de mujeres principalmente, bajo el imperio de la frase que más repitió durante el proceso electoral: “Así nos maten, vamos a rescatar nuestra escuela y después a la Universidad”.
Sai ganó por primera vez las elecciones de Trabajo Social en diciembre de 2011, pero el grupo oficialista de Kevin Ávila, para entonces en la presidencia del CEETS, tomó las urnas electorales y las quemó en el momento del conteo final, golpeó a varios estudiantes e indujo por la fuerza la suspensión del proceso electoral y su aplazamiento para enero de 2012, una fecha impredecible para la participación estudiantil en una comunidad amenazada y asediada. Sairam asumió aquel reto, y conquistó el doble de votos que Kevin Ávila un 18 de enero de 2012.
El día anterior, Sai increíblemente había tenido que participar en un certamen selectivo de modelaje. Había triunfado también quedando seleccionada como representante de Venezuela ante una selección de modelos juveniles latinoamericanas. En medio de esto, todos los estudiantes de su equipo recibieron amenazas, algunas de muerte y con armas, golpes, empujones, y los propios estudiantes durante la elección fueron sometidos a terror permanente. Sai pidió que algunos ayudáramos aquella noche a sacar a los varones de la Escuela para evitar heridos, pero todos decidieron acompañarla hasta el final. Ya el triunfo se había concretado y Sai comenzaba el rescate incuestionable de la Escuela de Trabajo Social. Pero ya, para entonces, tenía una meta mayor que surgió espontáneamente de esa amarga y dura experiencia…
lunes, 25 de mayo de 2014
2 parte
Mi hijo de 5 años sufre de epistemofilia como todos los chamos, pero tengo la esperanza de que cesen sus porqués entre los 8 y 10 años, como es habitual. Sairam Rivas, a sus 20, mantiene intacto ese “padecimiento” y el porqué de las cosas se le antoja infinito. Su mamá, Sandis Moreno, siempre se preocupa por verle hasta las 2 de la mañana leyendo para levantarse a las 4, arreglarse y subir a Caracas para clases. “Esa muchacha no duerme, Jesús”, me dice eventualmente. Vivir en Guatire tiene sus desventajas.
Ese deseo incontenible de Sai por saber, coincidió con una iniciativa que mi compañera Angeyeimar se había propuesto realizar para la formación de un grupo de jóvenes en la Universidad Central de Venezuela. Un circulo de estudio de filosofía y marxismo en el que Sai inmediatamente se incorporó y terminó por ser la más aplicada. Profesores de la talla de José Rafael Herrera, exdirector de la Escuela de Filosofía de la UCV, participaron con mucho entusiasmo en la actividad, que se extendió durante más de 3 meses por sábados y domingos.
Entre tanto, Sai continuaba su lucha por rescatar el Centro de Estudiantes de Trabajo Social y comenzaba a recuperar la pequeña oficina estudiantil. Esta iniciativa costó nuevas amenazas, golpes y terror desatado por el oficialismo, que terminó con el desalojo violento y por la fuerza que el grupo de malandros del gobierno ejecutó en el propio Centro de Estudiantes contra Sai y sus compañeros. Actualmente esas oficinas, dos años más tarde, siguen secuestradas por ese grupo violento sin que ninguna autoridad haya podido rescatar el espacio. Sai ha hecho su gestión desde pasillos y salones. Nada la ha detenido.
En medio de esta vorágine violenta, descubrió teoría política, historia de la filosofía, marxismo, y descubrió lo alejado que está el oficialismo de los planteamientos del Manifiesto Comunista, y lo alejado también que está el marxismo de la campaña anticomunista desatada en Venezuela. Pero no todo era estudio y formación política para Sai.
En ese año primero de gestión estudiantil se estaba preparando para representar a Venezuela en República Dominicana en un concurso de belleza internacional. Soñaba con ganarlo y poder luego entrar en el Miss Venezuela. Soñaba despierta con sus amigos y decía que cuando tocara el ciclo de preguntas en vivo, irrumpiría con un discurso que provocaría un despertar masivo de conciencia en Venezuela. Ayer, antes de escribir esto, supe que actualmente hace este juego de representación con sus compañeras de celda, y ríen en medio del encierro.
Una tarde la invitamos a tomar un café para proponerle que se incorporara a Bandera Roja. Se quedó callada unos segundos hasta que levantó la mirada hacia su amiga Génesis, quien también nos acompañaba: “¿Y tú ya estás militando?”, le increpó. Ante el silencio cómplice de su amiga, lanzó una carcajada y dijo: “Ustedes sí son bravos. No me habían dicho nada”. Modelo, estudiante, dirigente y militante, comenzaba una nueva etapa en su vida, y ya las paredes de su escuela se ensanchaban de sueños más complejos y transcendentes…
Lunes, 26 de mayo de 2014
3 parte
Mayo. Mes de flores y de la clase obrera, de la brisa y los papagayos, extremo norte de la temporada de sequía, frontera sur, sedienta, de la temporada de lluvia en Venezuela. Fue ese mes en el que Sairam Rivas conquistó un nuevo triunfo en el certamen de belleza en República Dominicana. “No lo gané pero quedé como primera finalista, y yo creo que fue porque me extendí mucho en la parte de las preguntas”, me dijo por teléfono. Acababa de llegar de su concurso y ya desesperaba por reunirse. “Hay mucho por hacer en la universidad”, dijo.
Una beca de inmerecidos 400 bolívares era la asignación que los estudiantes, saliendo bien en sus estudios, podían llegar a percibir en la Universidad Central de Venezuela si lograban ser beneficiados entre los miles de solicitantes. Sai asumió la idea de proponer un proyecto de Ley de Protección y Bienestar Estudiantil ante la Asamblea Nacional que finalmente redactó junto con Daniel Enríquez, dirigente de la ULA y otros compañeros. Tenía como tarea convencer al movimiento estudiantil y a los dirigentes de las FCU sobre la necesidad de luchar por una atención integral y decente para los universitarios, pero algunos la desestimaron. Les propuso una lucha y les sugirió una consigna surgida de la UJR: “Una beca igual a un salario”, que otros dirigentes (algunos tímidamente) asumieron.
Ahí comenzó una nueva batalla. En ese mismo mayo en el que los trabajadores veían pasar el cadáver de su salario en un diminuto aumento, Sai había entusiasmado a varios dirigentes en esa idea y daba inicio a un conflicto universitario en el que, y pese a su desacuerdo con la negociación alcanzada finalmente, se conquistó luego de duras jornadas una nueva beca de apenas 1200 bolívares para los estudiantes.
Durante toda esa refriega Sai vio por primera vez la cara de la violencia sobre su propio cuerpo. Los habituales malandros del gobierno inscritos en la UCV para sembrar terror, se valieron de otras mujeres prevalidas de artes marciales para atacarla a puñetazos. Fue duramente golpeada en su propia escuela y amenazada de muerte si regresaba a las aulas de clase. Sai regresó a su salón al día siguiente, caminando con cabeza erguida, como enseña bien el modelaje y también la ética de una verdadera revolucionaria. Tuvo miedo, pero se sobrepuso.
“No podemos avanzar en la conquista de los derechos de los estudiantes con esta dirigencia gremial. Tenemos que cambiarla”, dijo Sai en una reunión juvenil de su partido. Veía con preocupación un liderazgo radicalmente distinto al que conquistó las providencias estudiantiles, los autobuses, Fames; al que conquistó el pasaje estudiantil, a esa dirigencia que otrora dio su vida y sangre por la libertad y la democracia; los veía distintos a Belinda Álvarez, presidente asesinada del Centro de Estudiantes de su escuela y cuyo nombre está inscrito en Trabajo Social. Sai veía un liderazgo distinto al que ella soñaba representar. Esa preocupación marcaba el rumbo de un nuevo reto: construir un movimiento estudiantil genuinamente universitario, autónomo, auténtico, cuyos motivos y valores se inflamaran de justicia y no de moneda corriente. Una muchachita de estética impecable y nariz naturalmente respingada, se propuso como meta el interés colectivo por sobre la vanidad juvenil. No se podía menos que estar orgulloso de permanecer en su entorno (ya no tan cercano); como cuando se ve a un hijo comenzar a caminar, y alejarse cada vez más hacia el mundo.
Para octubre del año pasado (2013) hubo un encuentro muy importante para Sai. Fue invitada a una reunión de análisis del Comité Político Nacional de Bandera Roja. Estaba tan entusiasmada que estudió varios materiales “para ir preparada”. Ahí se bosquejó en el debate la tendencia hacia una rebelión democrática y popular frente a la miseria y el engaño al que había sido sometida Venezuela durante más de 15 años. Sai se preocupó mucho por hablar, por exponer sus puntos de vista, con la autoridad de una dirigente, con la dedicación de una intelectual. Sai dijo que era el momento de la juventud, que era el momento de darlo todo por Venezuela, que lo que venía ella lo presentía fuerte, y que para ello se necesitaba firmeza y coherencia en la ruta, en la dirección y en la unidad de todos. Se convenció finalmente en el debate sobre la necesidad de un programa de reconstrucción para Venezuela. Se encontraba asumiendo una responsabilidad que uno jamás espera descanse en un joven, pero que inexorablemente la historia se empeña en imponernos como norma: ser el futuro del país y tener que conquistarlo por sí mismo. Tenía un nuevo proyecto de vida: Venezuela…
Miércoles, 28 de mayo de 2014
4 parte
Nuevamente mayo. Esta vez no se ganaron concursos de belleza. Fueron aplastadas hasta las flores con balas y perdigones. La sequía hizo polvo a la belleza por un rato. Mayo, día 8, día 40 en la Plaza de la Resistencia (Alfredo Sadel) y noche en la que luego de un mes al cielo se le había antojado la lluvia. A las 3:20am Sairam Rivas despertaba con sonido de fusil y gritos de un militar que ordenaba: Arriba, arriba, caminen. El miedo se apoderó de sus huesos y pensó en Olga Benario, nombre y protagonista de uno de sus libros preferidos, “Olga”.
En los primeros días de enero se respiraba un aire de rebelión. Recién amanecía el año y Sai había salido con sus compañeros a rayar las paredes de todo el país. “Viene la Rebeldía” decían aquellas premonitorias pintas. La rabia frente a la indecencia oficial se acumulaba hirviendo en la sangre de los estudiantes. Algunos dirigentes hacían ruegos a la vacación política, a una taima popular, pero Sai se anotó junto a su partido entre quienes pensaban en la necesidad de forjar una fuerza movilizada. Así, pregonaba la necesidad de las asambleas y la organización entre los dirigentes del movimiento estudiantil. Se daba inicio a la rebelión democrática y nacía junto a ella la #Resistencia.
Una tarde de mediados de enero estalló su corazón. Se confirmaba el pronóstico de cáncer en su Papá. Nos dijo con voz quebrada pero decidida ese mismo día: No me vayan a sacar de nada, yo voy a seguir al frente de mis responsabilidades. Fue así como para la marcha del 12 de febrero habíamos constituido un comando con los principales dirigentes estudiantiles de la UJR, juventud de Bandera Roja. Sai exigía un funcionamiento permanente y diario. Valoraba inmensamente los debates y reuniones de análisis de cada asunto, revisaba todos los detalles con una minuciosidad minimalista y centraba una atención estoica a la necesidad de la unidad del movimiento estudiantil. Diariamente vimos su angustia por avanzar, y sus preocupaciones por asumir cada vez más responsabilidades en la lucha.
Luego de intensas jornadas en las que Sai destacó entre los dirigentes estudiantiles que asumieron la conducción de esta rebelión, se estableció en el comando la idea de instalar un campamento de la resistencia: un foco pacífico y de activismo que pudiera dar cuenta a Venezuela y al mundo, de la disposición rebelde e indoblegable de lucha que contenía nuestra juventud. Sai dirigió y lideró el 29 de marzo junto con Abzara, Eusebio y otros compañeros, la toma de la Plaza Alfredo Sadel, imponente Plaza de la Resistencia que marcó un rumbo político y organizativo para los que luchaban a diario, y que congregó a varios de los dirigentes más conocidos y destacados de esta gesta histórica: Betania, Douglas, Clider, Delibeth, entre otros que como Sai, se habían tomado a pecho su papel en la historia de nuestro país.
Su sacrificio y desprendida entrega desbordaba la imaginación y expectativa de muchos. Una modelo, una muchachita, se erigía como una de las principales líderes estudiantiles del país, ganándose el respeto de toda la dirigencia política opositora. Nacía en corto tiempo, como nacen los héroes sin preverlo, una dirigente de apenas 20 años y a Venezuela se le ampliaba la esperanza de libertad…
Viernes, 30 de mayo de 2014
5 y última parte
A las 3 de la madrugada un oficial de la Guardia Nacional Bolivariana se alejó poco a poco de aquella orgía destructora. Con disimulo se colocó distante de un acto vilmente ilegal. Vio sorprendido cómo destrozaron las supuestas “pruebas” presentes en carpas, empapadas por la lluvia indeseada. Libros, poemarios, ropa, papeles, pinceles, pintura, todo volaba por los aires arrojado con furia resentida. Decenas de jóvenes, entredormidos aún, a empujones y golpes eran obligarlos a caminar. Sairam Rivas también había sido atropellada, pero se detuvo con valentía y exigió le permitieran recoger sus libros y enseres personales. Ese mismo oficial, antes alejado, se acercó y le dijo con amabilidad inusual: “Vamos chamita, yo te acompaño”.
El 8 de mayo se produjo en Venezuela un hecho histórico en la memoria represiva nacional, que a la luz del tiempo tendrá el valor correcto. Una operación militar “capturó” cerca de 400 jóvenes, de los cuales y luego de depurar en la instalación de un fuerte militar, quedaron 244 pertenecientes a 4 campamentos de resistencia que se habían instalado en la ciudad de Caracas.
Sai lideraba la Plaza de la Resistencia Alfredo Sadel en Baruta. Plaza que rinde homenaje al fallecido tenor venezolano, quien fuera parte también de la Resistencia en la lucha contra la dictadura de Pérez Jiménez.
Aquella madrugada y ya en el Fuerte Tiuna, un ciudadano de mal aspecto que estaba esposado a otros jóvenes en el Core 5, gritó aireado: Ey, a mí me sueltan. Yo lo que soy es piedrero y no tengo nada que ver con esta gente. Así, logró su liberación en la depuración de la masa capturada.
244 jóvenes fueron amontonados en un campo improvisado de concentración, esposados con cintas plásticas por parejas; con la dignidad levantada, madrugada, amanecida y atropellada por el tropel militar que daba tumbos, confundía órdenes y no sabía qué hacer con tanto muchacho rebelde. Decenas de ellos hijos de oficiales, militares, policías, miembros del gobierno. Algunos Chavistas incluso, decepcionados del “proceso”. Tuve la oportunidad de conocer a varios en la Plaza de la Resistencia y aún conservo su mirada libre y limpia en mi memoria.
A media mañana un fiscal acusador se le acercó amablemente a Sai y le dijo: llama rápido y avisa. Hizo su primera llamada y aún recojo pedazos de mi corazón porque dolorosamente no pude responder. Inmediatamente llamó a su “abuelito” Carlos Hermoso y en cortos segundos dijo: “Los muchachos están bien. Quieren sembrarle drogas, es una trampa. Todos estamos firmes”… Sai daba cuenta de sus compañeros antes que de ella misma y de la manera más espontánea, como lo debe hacer un dirigente. La llamada fue cortada repentinamente pero el mensaje había bastado. Ese mismo fiscal le avisó luego a su Mamá, Sandis Moreno, que Sai había caído con todos los otros jóvenes de los campamentos y que estaba detenida pero “bien”.
Dos días después, durante el juicio, en una oscura celda del Palacio de “Justicia” de nuevo un oficial de la GNB pidió que Sai no fuese esposada con las manos a la espalda. Un soldado cumplió la orden. El oficial luego se acercó a Sai y le entregó un papelito que decía escrito: “Sigan luchando hasta el fin, hasta conquistar sus sueños de libertad”. Hubo nuevamente una expresión de dignidad militar colándose entre los carceleros de aquellas centenas de jóvenes rebeldes.
Fue un juicio sin precedentes en la Venezuela democrática. Un alguacil con varias décadas de servicio comentó que era primera vez en la historia que se hacía un juicio masivo en el pasillo del tribunal. Otro, más joven, asegura que es primera vez que oficiales con armamento de guerra entraban en los espacios del tribunal. El país fue testigo de un hecho histórico por aberrante en materia judicial, que apenas fue difundido por tuiter. No hubo en el transcurso del juicio un medio de comunicación público o privado. Un periodista independiente, @MenanioBar, comentó en su cuenta tuiter aquel 10 de mayo: “Este, si no me equivoco, es uno de los hechos más notorios en la historia judicial del país y sólo están dos personas con Twitter”.
A las 8:20pm un tribunal dio sentencia de prisión para 18 (7 menores de edad) entre los cuales destaca el caso de Sairam Rivas, quien quedó encarcelada con el argumento de un informe del Sebin que señala lo siguiente: “Marchaba bajo el sol, daba discursos llamando a jóvenes a luchar, daba ruedas de prensa y declaraciones contra el gobierno”. Tras la sentencia se oyó un fuerte estruendo, y los reclamos y gritos de justicia de los jóvenes que aún no habían sido liberados se tornaron en consignas llenas de ira. Comenzaron a golpear las mesas, las paredes, se levantaron llevándose a golpes todo a su paso, empujando incluso a los GNB que estaban de custodios y quienes se vieron obligados a pedir refuerzos. Los gritos ante la injusticia se tornaron lágrimas de orgullo en los rostros de los abogados. Se dio una sentencia inaudita que encarceló a unos muchachos que habían decidido soñar a Venezuela libre y soberana. Pero finalmente fueron saliendo uno a uno los más de 200 jóvenes liberados, hacia el encuentro con sus familiares. Sandis, ahogada de impotencia, no vio salir a su hija.
Sai fue encerrada en un tigrito apartado en los sótanos oscuros del “Palacio de Justicia”. Una celda en la que el hedor putrefacto de la letrina, las paredes sudadas de miseria y sangre oxidada, los barrotes empegostados de injusticia y opresión, hicieron que perdiera ligeramente el conocimiento y sintiera que iba camino a la tortura. Se levantó con pocas fuerzas y comenzó a gritar, a exigir mejor trato, a exigir que se le mudara de ese espantoso lugar ya que ella era estudiante y no delincuente, que aún así, ni un delincuente merecía tal trato. Así, un oficial de la GNB se acercó nuevamente y pidió que la sacaran al pasillo. Sai pudo respirar nuevamente, pero siguió ofuscada lanzando a grito firme un discurso contra la injusticia, esperando con entereza el traslado a la sede de la policía política en el Helicoide.
Sairam Rivas lleva hoy, cuando escribo esta última crónica inconclusa, 23 días en prisión. 21 días sin recibir un rayo de sol. Está en una celda de 16 metros cuadrados con 5 compañeras. Siguen incólume. Sigue erguida en su espíritu revolucionario y libertario. Que nadie se confunda. Con 20 años apenas comienza su historia…
Con información de sairamrivas.wordpress.com/