El escándalo del espionaje que cada día alejaba un poco más Berlín de Washington se ha cobrado su primera víctima. El Gobierno alemán ha reclamado este jueves la salida del jefe de la CIA en la capital del país. Es solo un gesto, pero un gesto lleno de significado y que da una idea del enfado fenomenal que recorre todos los estamentes de la clase política y judicial del país: de ministros a diputados pasando por la fiscalía, el presidente de la República, Joaquim Gauck, y la canciller, Angela Merkel.
Después de que en los últimos cinco días salieran a la luz los casos de dos alemanes –un agente de los servicios secretos y un militar- que vendían información a Estados Unidos, Merkel sufría una presión cada vez mayor para que actuara. Y al fin lo ha hecho. El encargado de anunciar la petición de salida del responsable del servicio secreto estadounidense fue el diputado democristiano Clemens Binninger. Alemania toma esta decisión “como reacción al largo periodo en el que la colaboración para pedir explicaciones no ha funcionado”, dijo Binninger.
La reacción alemana se produce un día después de que la fiscalía federal alemana ordenara registrar el domicilio y el despacho en el Ministerio de Defensa en Berlín de una segunda persona sospechosa de haber trabajado como espía para Washington. La semana pasada ya fue detenido un supuesto doble agente que vendía información a la CIA.
La petición es consecuencia de las investigaciones de la fiscalía alemana y las discusiones de los últimos meses en torno a las actividades de los servicios de inteligencia de EE UU en Alemania, según precisó Seibert. El portavoz del Ejecutivo destacó que Alemania considera «indispensable» trabajar estrechamente en materia de seguridad con sus aliados, y en especial con Estados Unidos, pero advirtió que esa colaboración debe basarse «en la confianza y la transparencia».
La fiscalía alemana reveló el miércoles que investiga a un supuesto espía norteamericano infiltrado en el Ejército, días después de que se produjese el arresto de un trabajador de los servicios de Inteligencia exterior que admitió pasar documentos a un contacto estadounidense.
La canciller alemana, Angela Merkel, que no quiso pronunciarse este miércoles sobre las sospechas en torno a un segundo espía en el entorno del Ministerio de Defensa, ha dejado hoy patente su malestar al afirmar que «espiar a aliados» es una «pérdida de energía». «Tenemos muchos problemas, deberíamos centrarnos en las cosas importantes», declaró la canciller durante una comparecencia junto al primer ministro moldavo, Iurie Leanca. «Más confianza significa, en mi opinión, más seguridad», añadió Merkel en referencia a la brecha que se ha abierto entre Alemania y Estados Unidos por los casos de espionaje.
El Gobierno alemán ha mantenido hasta ahora que debía esperar a los resultados de la investigación judicial para tomar decisiones que afecten a un socio tan importante como el americano, pero ya advirtió este miércoles que el asunto era “muy serio” y que concedía al segundo caso de espionaje aún mayor importancia que al que se destapó la semana pasada.
La comisión de control a los servicios de inteligencia del Parlamento alemán ha celebrado este mismo jueves una sesión extraordinaria para tratar el escándalo. El presidente de la comisión, Clemens Binninger (CDU recalcó -según recoge la prensa alemana- que la decisión de reclamar la salida del jefe de la CIA en Berlín es «una reacción» a la larga espera de una colaboración que no se producido para «aclarar» la actividad de Estados Unidos en suelo alemán.
Algunos políticos alemanes ya hablaron de pedir la expulsión de personal americano en Berlín cuando el año pasado estalló el escándalo de las escuchas a Merkel reveladas por el exanalista de inteligencia de la NSA Edward Snowden.
El País