Uno de los principales diarios de Brasil describe en su tapa los sentimientos por el 7 a 1 que le propinó Alemania. Asegura que «ni un desfibrilador grande como nuestra vergüenza» podía salvarlos
La portada de Correio Braziliense firmada por el periodista Joao Valadares explica el sentimiento de Brasil por la peor derrota de su historia. Citando a algunos de los poetas de su país, describe el silencio que inundó al pueblo que esperaba la clasificación para la final, pero terminó viendo la victoria alemana por 7 a 1.
Este es el texto completo de la nota titulada «Una vejación eterna»:
Hay quien dice que el fútbol explica la vida. Yo soy uno de ellos. Y, si usted también está de acuerdo, tendrá que admitir que ayer morimos. Y no fue una muerte natural. Fue muerte por asesinato, mi querido Joao Cabral de Melo Neto (NdR: poeta brasileño, autor de «Muerte y vida de Severina»).Tan dolorosa que no se entiende. No morimos para siempre, es verdad, pero morimos. Aquella muerte que ataca a la gente que ni siquiera nació, poeta. Quien nazca hoy en Brasil, mañana y después de mucho tiempo, tendrá que cargar con los costos del cadáver del Mineirao. No hay manera de escapar.
El país que siempre respiró fútbol tuvo aire apenas por diez minutos. Perdimos hasta el oxígeno de la indignación. Nos robaron hasta la fuerza para reclamar algo. No es fácil atropellar un país del tamaño de Brasil en el fútbol. Pero ayer morimos siete veces. Ni un desfibrilador grande como nuestra vergüenza podría traer de vuelta a nuestro país de vuelta al partido.
EL MARACANAZO, AHORA, ES UNA DERROTA MENOR
Incluso nosotros, todos los acreditados, no regresamos. Nos quedamos por ahí sin entender que aquello era un deporte llamado fútbol. Lo que vimos fue otra cosa. Escriban en los libros del fútbol mundial que, el 8 de julio de 2014, Brasil asistió a la mayor clase del mundo. Lo que se vio y oyó después del primer gol alemán hizo que el «silencio ensordecedor» de 1950 se transformara en algo bastante ruidoso. El Maracanazo, ahora, es una derrota menor. Si estuviera vivo Barbosa, el arquero que cargó con el peso de la cruz hasta el día de su muerte, podría sentir que la cruz que Julio Cesar va a cargar hasta el fin de su vida es mucho más pesada.
Quién lo hubiera dicho, gran Nelson Rodrígues. Tenías razón. En el fútbol, el peor ciego es el que no quiere ver la pelota. Pero no nos dimos cuenta ni siquiera de eso. Cuando abrimos los ojos, estaba escrito: 7×1. Es un cuento. Si. Lo que ocurrió ayer no puede ser verdad. Pero es. Un país entero atónito, en una ronda que nos lleva al infierno. Y en el infierno no estaban los otros, estábamos nosotros.
Así que ayer lo visitamos siete veces. Y ahora vamos a quedarnos ahí por mucho tiempo. En una Copa nunca habíamos visto a la pelota traspasar tantas veces la línea blanca que separa, de la manera más simple del mundo, la alegría de la tristeza. Y, mi querido amigo Alfonsinho: «La perfección es una arco / defendido por un arquero / que juega en la Selección / Y yo no soy Pelé ni nada / pero estoy cerca, soy Tostao».
ASISTIMOS INCRÉDULOS A LA MAYOR DERROTA DEL DEPORTE BRASILEÑO
Deberías estar vivo, gran Armando Nogueira, para saber que ayer aprendimos lo que es una derrota de verdad. Si es verdad que «Dios frecuenta a las iglesias vacías», Nelson Rodrígues, podemos decir que a Él también le gustan los estadios llenos. No fue la mayor derrota del fútbol brasileño. Asistimos incrédulos a la mayor derrota del deporte brasileño. Porque ayer, el fútbol de Brasil fue reescrito. Como nunca antes. Fue reescrito con un bolígrafo de tinta alemana. Pido disculpas a Goethe, el mayor símbolo de la literatura germana, pero todo brasileño aprendió lo que es la poesía y la prosa ayer, en los pies de Müller, Klose, Kroos, Khedira y Schürrle.
Ayer escuché a un arquero de un potrero de Asa Norte decir: «Esta es la peor Selección de todos los tiempos». Un niño que pasaba de la mano del padre escuchó y respondió: «Yo solamente ví jugar a esta Selección, pero estoy de acuerdo». Son 100 años de historia. Nunca caímos así. Vamos a leer un centenar de razones para explicar lo que ocurrió. Todo el mundo tendrá razón. Pero ni el profeta más estimado podría presentir una tragedia de este tamaño para quien viste los colores verde y amarillo.
Fuente: Infobae