Según una encuesta, la mayoría de los que conviven comparten menos de 5 horas por día. Sin embargo, eso los ayuda a mantener Su independencia. Para los expertos, extrañarse mejora la relación.
Ayer Daniela salió con amigas. Cuando llegó a su casa, Marcos ya estaba dormido. Cuando Marcos se levantó para ir a trabajar, la que dormía era Daniela. Marcos la saludó con un beso, la tapó, agarró el bolso de fútbol y salió para su trabajo. Esta vez, el que llegó tarde, después del fútbol y la comida con amigos, fue él. Daniela lo esperaba despierta, pero con mucho sueño. Hablaron un rato y se fueron a dormir
. Al otro día desayunaron juntos y salieron para sus trabajos. En las últimas 48 horas, Marcos y Daniela se vieron, como mucho, 30 minutos. Durante esos dos días chatearon por Whatsapp, arreglaron cuestiones de organización de la casa, incluso se dijeron que se extrañaban. Pero al mismo tiempo, ninguno de los dos resignaría sus planes (él, fútbol, ella, amigas) ni tampoco dejaría de trabajar (los dos estás contentos con sus posiciones actuales).
La pregunta, entonces, puede extenderse a casi todas las parejas actuales, sobre todo las que viven en grandes ciudades. ¿Cuánto tiempo viste hoy a tu mujer? ¿Cuánto tiempo estuviste hoy con tu marido? Por el trabajo y la hiperactividad, más de la mitad de las parejas que conviven no se ven más de 5 horas por día, según una encuesta de Dalessio Irol a la que accedió Clarín.
Y en esas horas, la convivencia compite con otras miles de actividades: la computadora, la tele, la lectura, la necesidad de estar en silencio. Sin embargo, solo un 15% de los consultados ve esto como un problema.
En general, respetan y disfrutan que cada uno tenga actividades propias durante el día, pero el fin de semana se convierte en el tiempo compartido por excelencia: las parejas comparten el 85% del tiempo. El celular es el gran aliado para estar lejos pero a la vez muy cerca: el 80% de las parejas utiliza tecnología para seguir en contacto cuando las obligaciones lo impiden.
“Hay que situar al amor en una época en la que el tiempo es muy imperativo. Y también está el imperativo de ser feliz, nos impone la felicidad de consumir todo el tiempo objetos y experiencias, que nos inducen a creer que eso nos va a hacer felices. Hoy en día una relación está atravesada por el afán de consumir tiempos relacionados con lo individual, con el placer, con la idea de superación. Ese discurso nos lleva a muchas actitudes que se reflejan en una relación de a dos”, dice la psicoanalista Any Krieger.
“Tiene que ver por supuesto con el ritmo en que se vive actualmente. Hay muchas parejas que tienen ese tema de compartir poco tiempo, un poco por obligación y también por elección, aunque las elecciones siempre son relativas”, explica el psicoanalista de APA, Eduardo Drucaroff. “Son decisiones que van tomando las parejas, para que cada uno tenga márgenes de libertad y a la vez potencie su individualismo”, dice Drucaroff.
Pero no se trata de demonizar este nuevo tipo de vínculos. En el pasado, quizás, se compartía más tiempo porque la mujer estaba ausente del mundo laboral. Si antes había más tiempo juntos, era porque la mujer estaba ahí, en casa, a la espera de que el hombre volviera a la casa después de su jornada llena de actividades.
Según Krieger, había una época en la que se creía que el lazo amoroso dependía de la cantidad de horas que se pasaba juntos; compartir mucho tiempo, actividades, esa era la idea de la felicidad. “Pero eso se ha roto y hay un nuevo paradigma, ligado a la idea de que cada uno de los sujetos de la pareja busca su propio bienestar. Y también está relacionado con la entrada de la mujer al mercado laboral. Eso supone tiempos, capacitaciones, viajes, todo un sistema aplicado a que los tiempos de pareja sean menores”, dice Krieger.
Por el contrario, tampoco se podría hablar de que esta distancia le hace bien a las parejas. “Si bien este tipo de relación contribuye a mantener vivo el deseo y fomentar las ganas de estar juntos, puede ser un problema si alguno de los dos necesita contención o refugio. O también que esa distancia termine en otros vínculos, ya que hay tantas otras actividades con tantas otras personas”, dicen los especialistas consultados.
Los casos aparecen por todos lados. Cecilia y Gabriel, por ejemplo, viven en Burzaco. “Yo salgo de mi casa a las 6 de la mañana y cuando me voy lo saludo con un beso. Pero él está dormido, porque llegó de trabajar a las 11.30 de la noche, imaginate que no lo voy a despertar. Y así todos los días de la semana. Nos llevamos bien, tenemos planes, somos felices, queremos tener un hijo. Pero nos vemos poco, es cierto. Por eso, aprovechamos mucho los fines de semana y los feriados”, dice Cecilia.
“Es posible que esta hiperactividad sea un mecanismo de escape de la dependencia. La pareja puede darse en una etapa de la vida en que es necesario tener una mayor dependencia afectiva del otro, pero si las personas no están confiadas y seguras en entregarse a la relación de pareja lo suficiente, pueden usar estos mecanismos de escape y de refugio en una independencia excesiva, para protegerse de los temores a la dependencia afectiva”, explica Drucaroff.
Para Alejandro Melamed, doctor en Ciencias Económicas y especialista en Recursos Humanos, la clave está en “encontrar el equilibro”. Muchas veces, se trata de “saber poner los frenos necesarios para no sentirnos invadidos en ninguna de nuestras actividades. En los últimos años hubo una evolución importante en la visión respecto a cómo balancear los diferentes aspectos de la vida: salud, familia, trabajo, vida social, hobbies, profesión, actividad física, necesidades personales, amigos, etc.
De lo que se llamó equilibrio vida personal-vida laboral, a vida balanceada hasta la última manera de visualizar el tema, llamada Vida Plena Integrada. El gran cambio está en cada uno de nosotros, no afuera. Así, podremos ser mejores profesionales y mejores personas”.
Por lo pronto, la tendencia del teletrabajo y de volver a renovar algunos vínculos familiares parece ir en contra de esta era de los “Besos por celular”, como dice la canción de Divididos. Pero no hay una receta ideal. Quizás sea como dice uno de los psicólogos consultados: “La fórmula de la felicidad todavía no se inventó. Habrá que seguir probando”.
Fuente: Clarin.com