Las relaciones de pareja pueden ser una de las fuentes de gratificación más importantes en la vida de las personas. Compartir afectos, conversaciones, apoyo, relaciones sexuales, planes de vida, proyectos comunes, apoyo económico y cuidados mutuos son algunos de los premios que podemos obtener cuando mantenemos relaciones de pareja saludables basadas en la confianza, la intimidad, el respeto y la aceptación.
Sin embargo, en toda relación entre personas surgen situaciones menos agradables que adquieren formas de expresión muy diferentes que conforman las situaciones de conflicto.
A pesar de ser habituales, se convierten en problemas cuando estos episodios superan en frecuencia o en intensidad a los momentos positivos y comienza un proceso destructivo de desamor, odio encubierto y luchas de poder entre ambos miembros de la pareja.
Si las parejas no modifican esta dinámica, resolviendo los problemas o bien rompiendo la relación, comienzan lo que denominamos relaciones tóxicas, en las que individualmente se obtienen ‘premios’ cada vez que el otro sufre algún tipo de ‘castigo’. Este proceso corre el riesgo de volverse crónico y cada vez será más difícil escapar, por lo que aumentará el malestar y la infelicidad a largo plazo.
¿Cómo podemos identificarlas antes de que sea tarde?
No nos cansamos de criticar o de ser criticados por nuestra pareja: Esto no sólo genera insatisfacción, además facilita las relaciones de dependencia, en la que se pide permiso para todo sabiendo que haga lo que haga desencadenará una crítica.
Discusiones constantes: Las discusiones son inevitables y pueden resolver conflictos pero cuando se convierten en la tónica habitual de cada conversación, no aportan nada, o son siempre respecto a lo mismo, mejor haríamos ahorrándonoslas.
Demostraciones continuas de desprecio: Son más comunes de lo que podemos pensar y no nos referimos a situaciones de violencia física, insultos o comentarios puntuales propios de una pelea, sino a la manía que tienen muchas de estas parejas en aprovechar cualquier momento para dejar claro que “estoy contigo porque no tengo otra cosa”, “antes me gustabas y quería pasar tiempo contigo pero ahora no” o “no hay quién te aguante”.
Falta de apoyo en los planes individuales: Hay parejas que olvidan que las relaciones surgen de dos personas diferentes, con sus opiniones, gustos, intereses y contexto sociofamiliar. No es sorprendente que algunos de estos aspectos sean compartidos por ambos, pero nunca serán exactamente idénticos. Esto implica que cada miembro de la relación obtiene gratificaciones fuera del área sentimental. Por ejemplo, ascensos en el trabajo, comentarios positivos de los amigos, oportunidades interesantes, momentos de alegría no relacionados con la pareja, etc. En una relación tóxica, cualquiera de estos hechos puede generar envidias, celos y por supuesto… discusiones.
Amenazas continuas de abandono: En este ambiente no es extraño que surjan pensamientos de terminar la relación, pero es menos habitual utilizarlo como arma arrojadiza, una y otra vez, más como técnica de solución de problemas en lugar de como un aviso real. Lo peligroso en este sentido, es que de tanto escuchar “no vales nada sin mí”, lleguemos a pensar que es cierto.
Este tipo de relaciones tóxicas tienen en común que ambos miembros de la relación se comportan del mismo modo. A veces se intercambian los papeles y otras se solapan, diferenciándolo así de otras situaciones bien distintas como las de malos tratos, que se dan de un miembro hacia el otro.
En la base de una relación tóxica de pareja encontramos factores como la dependencia emocional, la escasa tolerancia a la frustración, bajas habilidades en solución de problemas y mala gestión de las emociones en ambos miembros.
La luz en el horizonte la encontraremos si somos capaces de salir de la dinámica destructiva, si eliminamos creencias erróneas sobre cómo son las relaciones, si aprendemos a modificar nuestros patrones de conducta en la relación y no perdemos nunca de vista que somos personas independientes que deciden mantener una relación de pareja para ganar felicidad.
Fuente: Nosotras