Para el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, sería un logro que en su último año en el cargo lograra que se llegue a un acuerdo en torno a la participación cubana.
A pesar de no estar en la agenda oficial, Venezuela podría convertirse esta semana en tema central de la 44 Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA), que se celebrará en Asunción bajo el lema «Desarrollo con inclusión social».
El gobierno venezolano advirtió que aprovecharía la próxima Asamblea de la OEA, que se llevará a cabo entre el 3 y el 5 de junio en la capital paraguaya, para denunciar la actitud «injerencista» de Estados Unidos, al que acusa de promover las protestas en su contra, que desde febrero han dejado más de 40 muertos y cientos de heridos.
La Cámara de Representantes estadounidense aprobó el miércoles pasado un proyecto de ley que contempla sanciones contra varios funcionarios del gobierno de Nicolás Maduro por violaciones a los derechos humanos durante la represión de las protestas. El Senado también está estudiando una propuesta similar, aunque para convertirse en ley deberá ser sancionada por el presidente Barack Obama.
«Ningún país puede aplicar sanciones unilaterales, ni ejercer legislaciones sobre otros países de acuerdo al derecho internacional», señaló el canciller venezolano, Elías Jaua.
Los cuestionamientos a la actitud estadounidense fueron respaldados incluso por la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), cuyos cancilleres se reunieron a fines de mayo en Ecuador y rechazaron la aplicación de sanciones porque consideraron que vulnera el principio de la no intervención en los asuntos internos de un Estado.
De todas formas, la administración de Obama no parece estar pensando en adoptar sanciones contra Caracas en este momento. «No es el momento de aplicar sanciones contra Venezuela», aclaró la secretaria de Estado adjunta para Asuntos Hemisféricos, Roberta Jacobson, quien reafirmó la necesidad de resolver la crisis a través del diálogo.
Jacobson, quien formará parte de la delegación estadounidense en Asunción, reconoció la semana pasada ante la prensa en Washington que el caso venezolano podría dominar la reunión de la OEA.
En esta oportunidad no será de la partida el secretario de Estado, John Kerry, que en la Asamblea del año pasado, en Guatemala, tuvo un encuentro con Jaua con el objetivo de mejorar las relaciones entre ambas naciones, que desde 2010 se mantienen a nivel de encargados de negocios.
El acercamiento fracasó poco después por las declaraciones de la embajadora estadounidense ante la ONU, Samantha Power, quien en una audiencia previa a su confirmación habló de «represión de la sociedad civil» en Venezuela, y por el ofrecimiento de Maduro de otorgar asilo al informante Edward Snowden.
Los ministros de Exteriores y representantes de los 34 países de la OEA fueron de hecho convocados a Paraguay a debatir el tema de «Desarrollo con inclusión social», ante la preocupación que genera el hecho de que a pesar del crecimiento registrado en la región en los últimos años (2,5 por ciento en promedio en 2013) haya aún 164 millones de personas en situación de pobreza (27,9 por ciento), según datos de la Cepal.
Por eso, en la Declaración de Asunción, que se prevé emitir al final de la Asamblea, los países de la OEA se comprometen a realizar esfuerzos «para erradicar el hambre y la pobreza, en particular la pobreza extrema; combatir la inequidad, la desigualdad, la discriminación y la exclusión social; e incrementar el acceso equitativo a los servicios de salud, así como a una educación de calidad e inclusiva; objetivos prioritarios que deben orientar las acciones del sistema interamericano».
El consenso en torno a esta problemática, demostrado a partir del visto bueno generalizado que recibió el proyecto de declaración en el seno de la OEA, podría hacer desviar la atención a temas más candentes como el venezolano o el de Cuba, cuya participación en la próxima Cumbre de las Américas en 2015 ha sido eje de debate en las reuniones anteriores.
La OEA reabrió sus puertas a Cuba en 2009 al levantarle la suspensión impuesta en 1962 a instancias de Estados Unidos. Desde entonces, sin embargo, La Habana ha declarado en reiteradas ocasiones que no tiene interés en volver a esa organización.
De todas formas, la mayoría de los países latinoamericanos reclaman que la isla sea invitada a la cumbre de Panamá y varios amenazaron con no asistir si no se contaba con la presencia de La Habana, rechazada en principio por Estados Unidos y Canadá.
Para el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, sería un logro que en su último año en el cargo lograra que se llegue a un acuerdo en torno a la participación cubana.
«No es un secreto que desde que asumió la OEA, Insulza ha estado tratando de buscar una forma de reintegrar a Cuba en las relaciones regionales», señaló el presidente del Diálogo Interamericano, Michael Shifter, previo a la histórica visita que realizó Insulza a La Habana a principios de año para asistir a la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), en el primer viaje de un jefe de la OEA a la isla en más de medio siglo.
Fuente: Agencia