ndescriptibles aportes a la medicina dejó como legado el ilustre científico venezolano Jacinto Convit. Su obra más grande fue hallar la vacuna contra la enfermedad de Hansen, conocida como lepra, que permitió devolverle la vida a miles de pacientes que hasta el momento estuvieron aislados y rechazados por la sociedad.
A pesar de que Convit hizo su vida en Caracas, en el estado Zulia, donde estuvo ubicada una de las dos leproserías del país, recuerdan, admiran y veneran su incansable lucha por esta milenaria enfermedad.
La isla de Providencia, en el lago de Maracaibo, fue el “pueblo” donde más de mil infectados con lepra vivieron, por decreto del libertador Simón Bolívar, en 1828, hasta el 22 de agosto de 1985, tres años antes del descubrimiento de la vacuna.
Reinaldo Ocando, administrador del hospital Cecilia Pimentel. Foto: Deivis Oviedo
Reinaldo Ocando trabajó como administrador de Providencia en 1984, por órdenes del intendente del hospital junto a 15 personas más que fueron llevadas para laborar en el sanatorio antileproso ubicado en la isla.
“Ese jueves trasladaron a los pacientes y al personal que trabajaba en la isla hasta el Hospital Cecilia Pimentel, muchos no querían venirse, pero la electricidad y otros servicios eran deficientes”, relató Ocando.
El doctor Convit visitó Zulia en dos oportunidades, según Ocando. Sus pacientes, enfermeros y médicos de especialidad recuerdan con satisfacción aquellas fechas.
“La visita del doctor fue maravillosa, a él todos los pacientes le deben la vida. El descubrimiento de la vacuna contra la lepra es uno de los más grandes de la humanidad”, expresó.
Johanna Luzardo, directora del Hospital Dermatovenerológico Cecilia Pimentel, ubicado en el sector Palito Blanco, municipio Jesús Enrique Lossada.
“Gracias al descubrimiento del doctor Convit, nuestros pacientes dejaron de ser hospitalizados, ya no son infecciosos y están dados de alta pero viven aquí porque muchos fueron abandonados por sus familiares”, manifestó Luzardo, quien explicó que desde hace 28 años no se han registrado nuevos ingresos y actualmente viven en el centro de salud 14 pacientes.
Foto: Deivis Oviedo
“Él fue responsable de que hoy estemos vivos”
“Queremos construir una estatua en homenaje a Jacinto Convit, y esto no lo pensamos hace una semana, tenemos años con las ganas de demostrar nuestro agradecimiento”, señaló Douglas Hernández, supervisor general y jefe de saneamiento ambiental del hospital.
Hernández insistió en que la colocación de una estatua de Convit en la entrada del centro de salud tendría mucho significado para quienes allí residen. “Sería nuestro regalo por ser un hombre ilustre, la eminencia más grande que tuvo el mundo entero”, reafirmó.
Pero quienes fueron víctimas inocentes de esta enfermedad y de la cruel discriminación por su condición aseguran recordar al “responsable de que estén vivos” cada mañana al despertar.
Pedro Ramón Laya fue diagnosticado con lepra a los 14 años. Oriundo de San Fernando de Apure, estado Apure, el hombre de 79 años fue rechazado durante toda su adolescencia por su familia, hasta que en 1984 Jacinto Convit lo remitió a la Isla de Providencia.
“Un inspector de seguridad del pueblo dio la orden de que me aislaran, él le decía a la gente que se alejara de mi y por eso pasé dos años escondido en el monte. En ese tiempo se decía que a los leprosos había que montarlos en una balsa para que el mar se los llevara”, recordó Laya.
Cansado de la discriminación y atacado por la enfermedad, en 1983 Laya fue trasladado al Hospital de Vargas donde conoció a Convit.
“Era cariñoso, tratable, sentía amor por los enfermos. El habló conmigo y me dio los pasajes para venirme por avión hasta Maracaibo y que me llevaran a Providencia, pero yo le pedí que mejor me enviara por expreso porque me daba miedo”, contó el hombre de tez morena y con huellas imborrables en sus manos por las secuelas de la lepra.
Para ese entonces, Pedro tenía 27 años. Hoy vive con su esposa, Francisca González en el Cecilia Pimentel. “Gracias al doctor Convit, cuando yo llegué a Providencia no querían aceptarme porque ya parecía una persona sana, la enfermedad se detuvo por completo”, expresó.
Proveniente de El Junquito, en la capital del país, llegó Juanita Yepez al Zulia, luego de ser paciente de Jacinto desde el diagnóstico, a los 39 años de edad, hasta que 16 años después sus exámenes reflejaron que la bacteria que produce la lepra había desaparecido de su organismo.
Foto: Deivis Oviedo
“Antes de venirme para acá viví en el hospital Dr. Martín Vegas, en Caracas, ahí me casé con mi esposo, quien falleció hace apenas un mes”, señaló “Juanita” como es conocida por los médicos y pacientes, quien a su vez aseguró que a pesar del rechazo que soportó antes de ser internada, ha tenido una vida llena de felicidad gracias al doctor Convit.
La mujer de 74 años, estatura baja y dos largas trenzas que recogen su cabellera color castaño oscuro, guarda con cariño los recuerdos de cada época de su vida y comparte en su pequeña habitación, ubicada en la última etapa del hospital, las fechas significativas con otros sobrevivientes, quienes se han convertido en sus amigos.
Legado de amor y ética
Juana Contreras, viceministra de Hospitales del ministerio del Poder Popular para la Salud. Foto: Deivis Oviedo
La viceministra de Hospitales del ministerio del Poder Popular para la Salud, Juana Contreras, resaltó que Convit ha dejado un legado de amor y de ética en el país, por lo que pacientes aún en vida le agradecen por su indescriptible aporte que dio fin a tan terrible enfermedad.
Asimismo la secretaria de Salud de la Gobernación del Zulia, Tania Meza, señaló que los pacientes que en su momento fueron rechazados por la población y sus propios familiares, enfrentaron una enfermedad más social que degenerativa del organismo.
Jacinto Convit falleció tras 100 años de entrega total a la medicina, su aporte más grande fue devolverle la vida a miles de pacientes rechazados por una sociedad egoísta, convirtiendo a Venezuela en el primer país del mundo en cerrar lazaretos y abrir a su vez servicios antileprosos.
Como él mismo aseguró en vida, la obtención del premio nobel de medicina nunca le quitó el sueño, pero la cura contra el cáncer y otras enfermedades sí, por lo que seguramente su legado permanecerá por siempre vigente en la humanidad.
Fuente: Noticia Al Día