¿Julio Cortázar cuentista o novelista? ¿El Cortázar fantástico, lúdico o el comprometido con Cuba y Nicaragua? Más allá de los debates sobre cuál de estas facetas conserva mayor vigencia, el gran escritor argentino sigue atrayendo lectores a tres décadas de su muerte.
«Suele suceder que un escritor después que muere tiene una etapa un poco oscura, y que luego si es buen escritor es reconocido nuevamente. Creo que está pasando eso con Cortázar. Por suerte, porque es un gran escritor», afirma a Dpa Ricardo Piglia, uno de los grandes autores argentinos contemporáneos. Cortázar fijó su residencia en París en 1951, donde desarrolló su carrera literaria y falleció el 12 de febrero de 1984.
El argentino Martín Caparrós, quien le realizó una de las últimas entrevistas a Cortázar durante su visita a Buenos Aires en diciembre de 1983, coincide en que «hay una especie de recuperación». «Como si ya hubiera pasado el purgatorio que la mayor parte de los escritores sufren cuando mueren y del cual de algún modo vuelven los que vuelven después de una cantidad de años», señala el galardonado autor de novelas y libros de viaje.
Desde Nicaragua -cuya revolución sandinista el argentino defendió apasionadamente-, Sergio Ramírez asegura a Dpa que su amigo Cortázar probó que en poco tiempo una literatura atrevida de naturaleza experimental, que juega con las palabras, puede volverse clásica. Como en el caso de «Rayuela», que marcó a toda su generación. «Y pasada la frontera del siglo parece revivir en cada otra generación. Lo novedoso se vuelve clásico cuando conserva su frescura y no necesita ser embalsamado».
El mexicano Juan Villoro dice a Dpa que la principal aportación de Cortázar es introducir una «zona afectiva» en la literatura fantástica. Hay grandes cuentos previos a Cortázar que se ubican en la región de umbral entre lo real y lo fantástico, pero «él convirtió a esa experiencia sobrenatural en algo íntimo, entrañable, compartible, muchas veces enternecedor. Era un autor que compartía sus gustos (el tabaco oscuro, el jazz, el box, las muchachas con polera) y los incorporaba como talismanes a su universo fantástico».
Ramírez, reconocido escritor y ex vicepresidente del sandinismo, dice que el «humor sereno» de los libros de Cortázar «fue también un rasgo visible de su personalidad». Y evoca: «Julio se burlaba de la solemnidad y de la prosopopeya y de las poses, sin dejar de lado su inocencia, porque a la vez era un hombre transparente, y a través de ese cristal se podía ver al hombre de principios».
La jefa editorial de Alfaguara Argentina, Julia Saltzmann, indica a Dpa que el autor de «Historias de cronopios y de famas» sigue despertando el interés de los lectores, opinión que también comparte Ramírez («Nunca ha dejado de leerse ni de publicarse»). En el año del centenario de Cortázar, y luego de publicar en los últimos años materiales inéditos como «Papeles inesperados» o «Clases de literatura», Alfaguara completará entre febrero y abril las reediciones de todos sus libros.
Piglia (1940) no esconde su predilección por la novela protagonizada por Horacio Oliveira y la Maga, una de las insignias del «boom» latinoamericano. «Admiro especialmente ‘Rayuela’. No creo eso que se dice que era mejor cuentista que novelista». El autor de «Respiración artificial» afirma a Dpa que Cortázar «era un gran cuentista, escribía cuentos tradicionales, y como novelista era un gran experimentador de las formas». «Rayuela» es un punto de referencia que influyó muchísimo en su generación, señala. «La leíamos muy ligada a la beat generation».
Villoro (1956) prefiere a «Los premios» entre las novelas de Cortázar. «En su día no fue tan exitosa como ‘Rayuela’, que ahora me parece envejecida y muy irregular. ’62. Modelo para armar’ y ‘Libro de Manuel’ no resisten la prueba del tiempo». El mexicano, una de las voces más destacadas de la literatura latinoamericana actual, asevera: «Los cuentos, en cambio, mantienen su temperatura, en especial los que van de ‘Bestiario’ a ‘Octaedro'».
El escritor argentino Alan Pauls (1959) dice a Dpa que «Rayuela» es el libro más perecedero de Cortázar, que sólo fue contemporáneo de ese momento. «Pero no encontró la manera de garantizarse una especie de contemporaneidad póstuma». «Quizás los relatos en general de Cortázar, que se presentan como más clásicos, por ahí tienen esa contemporaneidad más asegurada», analiza el ganador del Premio Herralde con «El pasado».
Y Caparrós, nacido en 1957 y compañero de generación de Pauls, comenta a Dpa que difícilmente puede valorar ahora la vigencia de la obra cortazariana, ya que se propone releerla pero no encuentra el tiempo. «Hubo momentos en que yo tampoco lo soportaba mucho más, la música de Cortázar me empalagaba. Supongo que me empalagaba porque había sido retomada, reproducida por tantos escritores de los 70, los inmediatamente mayores que yo, que ya me sonaba como un jingle de la televisión».
Saltzmann, por su parte, asegura: «Como editora, puedo afirmar que a Cortázar se lo sigue leyendo: se lo sigue prescribiendo en las escuelas, los adolescentes siguen buscando claves para vivir en ‘Rayuela’, sus cuentos se siguen citando como modelos del género, las nuevas ediciones se venden al ritmo de las novedades editoriales e importantes intelectuales de nuestro país están revisando sus visiones críticas o vuelven a leerlo con otros ojos o nuevos objetivos».
Por obra de ese azar que tanto lo fascinaba, este 2014 pletórico de aniversarios cortazarianos -el calendario marcará el 26 de agosto un siglo del nacimiento del gran cronopio- continuará debatiendo y celebrando a pleno a Cortázar.
El Universal