La relación de Apple y Google con las redes sociales es como la de esos matrimonios mal avenidos. No hay manera que se aclaren y desarrollen una convivencia de valor añadido. Pese a que las dos empresas han sido y son referentes en desarrollos digitales, tan solo han coleccionado fracasos en sus proyectos vinculados a estos entornos.
La cosa podría cambiar. Una lectura atenta de los últimos movimientos que han hecho ambas compañías, nos permite adivinar que su estrategia ya no estaría focalizada en crear “la” red social, sino en sacar rendimiento de las que ya existen aplicando los modelos de negocio que las han llevado al éxito.
Apple intentó tener su red social, hace un par de años, con Ping. Aprovechando el éxito de su tienda iTunes, la planteó como punto de encuentro e intercambio entre los cientos de miles de personas registradas en su tienda. Al poco tiempo y, coincidiendo con el lanzamiento del sistema operativo Mountain Lion, esta red desapareció por completo.
La explicación que dieron los de Apple era todo un reconocimiento a la imposibilidad de competir en el entorno de las redes sociales. Para ser más específicos, tiraban la toalla frente a Facebook y Twitter. Ping desaparecía de iTunes al mismo tiempo que Mountain Lion potenciaba la facilidad de compartir contenidos en las redes sociales más utilizadas.
El siguiente movimiento fue facilitar que se compartieran estos contenidos desde sus dispositivos (iPhone, iPad…). Esto no les debe haber parecido suficiente porque, ahora han movido ficha en otra dirección.
A principios de esta semana anunciaban la compra de Topsy, una empresa que se dedica a la búsqueda de contenidos y medición de los impactos en las redes sociales. Su sistema de medición es considerado un estándar para Twitter porque permite analizar y hacer previsiones de tendencias. La idea parece sencilla. Apple utilizaría Topsy para mejorar las recomendaciones a las personas que compran en iTunes.
El principio de negocio que habría tras esta propuesta sería muy propio de Apple: centrarse en la experiencia de compra. El cliente dirá lo que quiere y iTunes le responderá con un universo impredecible, a la par que lleno de tentaciones, para el comprador.
Pero, si hablamos de indexación de contenidos, tiene más sentido irnos al territorio de Google Al igual que Apple, los de Google han hecho varios intentos para posicionarse en las redes sociales con un entorno propio. El último de sus inventos aún desconcierta a propios y extraños. Se llama Google + y pese a lo que indican las gráficas, tiene todos los puntos para convertirse en el “país virtual” con menos habitantes activos de los “planetas redes sociales”. De ahí que, para ganar relevancia en las redes sociales, no sea extraño que Google haya hecho un movimiento en contra dirección. Sería una estrategia similar a la de Apple. Si no puedes con ellas, súmate.
Google+Growth-25-Millions
Esta misma semana y, de manera un tanto desapercibida, un ingeniero de nombre Ashish Bhatia se presentó en la oficina de patentes de EE.UU. Quería registrar un sistema capaz de generar reacciones automáticas en base a análisis previo del comportamiento de una persona. Bhatia trabaja como ingeniero en Google y en su petición especificaba que la patente sería para un algoritmo que se conecta a sistemas, recolecta la información y, con los datos obtenidos, una herramienta analiza cada situación en particular y crea por sí misma, sin intervención directa de una persona, la respuesta más indicada.
Dicho de otro modo. Esta patente de Google lo que plantea es recopilar la información que una persona publica en sus perfiles en las redes sociales (y en su correo electrónico, en sus blogs o demás entornos digitales), la analiza y ¡magia! se encarga de “fabricar” la respuesta adecuada.
Como dicho así puede sonar terrorífico, los de Google especifican que estas “reacciones” que es como ellos llaman a la respuesta fabricada por el algoritmo, se muestran junto con el mensaje original y las respuestas de otras personas. Lo único que debería decidir la persona en cuestión es si aceptar o rechazar lo que el algoritmo/máquina le indica que es “su” respuesta más adecuada. Ashish explicaba que todo esto es por el bien de las personas. Como cada vez hay más personas conectadas, las listas de contactos crecen y la cantidad de información también, la gestión de todo esto se hace ingobernable.
De ahí el darle “la voz” al algoritmo. Así evitas el que te puedas perder alguna actualización importante de las personas que forman parte de tu red. Por si esto fuera poco, el sistema que ha patentado Google no sólo crea textos. También es capaz de interactuar. Por ejemplo activar el «Me Gusta” o el “Compartir”. Por descontado que también han tenido en cuenta que el estilo de los textos debe adaptarse a las particularidades de cada red social.
Google cual es mi respuestaTratándose de Google hemos de hacer la doble lectura al proyecto. A nivel de personas, está claro que se enfrentan a todo un embrollo comenzando con todos los aspectos relativos a la privacidad. A nivel de empresas, la cosa cambia. Este desarrollo permitiría que las empresas pudieran responder en las redes sociales a las miles de cuestiones que reciben a través de estas plataformas, ahorrándose la contratación de equipos de personas dedicados a esta tarea.
Seguro que, entre los cientos de miles de personas que habitan en las redes sociales, las habrá que estén encantadas con este nuevo invento de Google. Serán felices porque ya no tendrán que ir, todo el día, como locos de una red a otra, revisando lo que se ha publicado y decidiendo que responder. Pero, que quieren que les diga. A mí esto de dejar que sea Google quien responda por mí me da pavor.
Sin ir más lejos porque el algoritmo de Google replica los mismos prejuicios que forman parte de nuestra sociedad. Basta con hacer la búsqueda “las mujeres…” para que Google te responda con cuestiones como “…no pueden conducir”, “…tienen que estar en casa”. Desde la ingenuidad del que piensa que en este entorno de las redes somos libres de decir lo que nos parezca, prefiero tomarme las molestias pertinentes y asumir que nuestras respuestas, caso que las haya, son de nuestra propiedad y no de un algoritmo.