La expresión “soberanía alimentaria” se repite constantemente en noticias y otros discursos mediáticos, muchas veces sin que se precise qué quiere decir exactamente o en qué medida hemos avanzado hacia ese ideal.
El ministro de Agricultura y Tierras, Yván Gil, comienza por definir el concepto en términos sencillos, antes de ilustrar la situación real del país en ese sentido.
—Soberanía y seguridad alimentaria suelen usarse como sinónimos, ¿Son la misma cosa?
—No. Soberanía alimentaria es la capacidad que un país tiene para producir los alimentos que mantienen a una población funcionando y correctamente alimentada, sin dependencias, y esto último no se limita a las importaciones, sino a la tecnología y otros factores. Seguridad alimentaria es la capacidad que tiene un pueblo de alimentarse, independientemente de si esos alimentos son producidos en el país o provienen de las importaciones.
En el caso de Venezuela, hemos alcanzado una situación de seguridad alimentaria, es decir, aquí la mayor parte de la población, el 94%, tiene acceso a todos los alimentos. En resumen, la soberanía alimentaria es la capacidad que tiene un pueblo para producir sus propios alimentos, mientras que la seguridad alimentaria se refiere a la capacidad de acceso a los alimentos.
—En el caso de la soberanía alimentaria, ¿Hablamos de producir todos los alimentos?
—No todos, lo que hay que garantizar es que los alimentos producidos cuenten con los requerimientos energéticos, las kilocalorías, las grasas, los carbohidratos necesarios por personas al día. O sea, que ante cualquier eventualidad, el pueblo puede seguir alimentándose bien.
Por ejemplo, nosotros no tenemos condiciones climáticas para producir trigo, aunque lo consumimos bastante, sin embargo, eso no quiere decir que no podemos alcanzar una situación de soberanía. El trigo suple energía, pero ese requerimiento lo podemos sustituir con otros alimentos, como la yuca, el maíz o la papa. Es decir, si los alimentos que necesitamos para cubrir nuestras necesidades dietéticas se producen aquí y están disponibles para el pueblo, podemos hablar de soberanía. En términos técnicos, se habla de que al menos 90% de cada una de las condiciones satisfechas, de las kilocalorías, carbohidratos, grasas, proteínas, deben ser de producción nacional para que estemos en una situación plena de soberanía alimentaria.
—Entonces, en un escenario hipotético de soberanía alimentaria ¿Deberíamos producir al menos los alimentos básicos en la dieta del venezolano?
—En términos prácticos, es más o menos así, pero no solo hablamos de producir en cantidad, sino en calidad y con disponibilidad. Si hay suficiente producción y la gente no tiene poder adquisitivo, de qué sirve. Recordemos ciertos momentos de los 80, cuando hubo buena producción agrícola, pero resulta que fue una época de almacenes llenos y estómagos vacíos.
Además, la soberanía alimentaria debe incluir tres variables fundamentales. Capacidad de producción, distribución y consumo. Nosotros tenemos capacidad de consumo, eso está demostrado; capacidad de distribución también la tenemos, porque hemos desarrollado las redes Mercal, Pdval y Bicentenario, son más o menos 22 mil puntos para el expendio de comida. Nos falta acelerar la capacidad de producción para igualar los índices de crecimiento del consumo.
—¿Cómo es eso de que los venezolanos están comiendo más?
—Ha crecido el consumo, sobre todo en rubros que anteriormente no eran accesibles para gran parte de nuestra población, como la carne y el pollo. Ahora hay más gente que compra estos productos y en mayor cantidad, porque hay mayor poder adquisitivo, por las medidas de lucha contra la pobreza. Como decía, no hemos aumentado la producción en función de lo que ha crecido el consumo, es una realidad.
Pongo un ejemplo, en 1999 el consumo de arroz no llegaba a 10 kilos por persona/año, ahorita está casi en 20. El doble. Si nosotros consumiéramos la misma cantidad per cápita de kilos de arroz que en 1999 ahora estuviéramos en capacidad de exportar 400, 500 mil toneladas de arroz al año.
—En términos de tiempo, ¿Cómo está planteada la meta de alcanzar esa soberanía en nuestro país?
—El Comandante Chávez lo dejó claro en el Plan de la Patria (plan de gobierno para el período 2013-2019), llegar al 2019 en una situación de soberanía alimentaria. Yo creo que eso lo podemos lograr, ahí están los datos, nosotros podemos ser autosuficientes en producción de arroz y maíz blanco en uno o dos años, disminuir la importación de tomate industrial, de soya, de carne, de alimentos para la cría de pollo, es decir, es mentira que estamos en una situación precaria, eso lo han usado como bandera política para atacar la Revolución de Chávez, y ahora la gestión del presidente Nicolás Maduro, sobre todo por el tema de la lucha contra el latifundio. Pero la verdad es que hemos crecido en casi todos los rubros.
—Esos sectores que cuestionan las políticas agroalimentarias dicen que tales metas son una suerte de falacia.
—De ninguna manera. Nosotros requerimos alrededor de 3 mil 400 kilocalorías por personas/día. De eso, estamos produciendo alrededor de la mitad, entre un 50 y 60%. Te hablo de algunos rubros, 100% de las raíces y tubérculos que nos comemos los producimos aquí. El 100% de las frutas y hortalizas más consumidas también; 60% de la carne; 50% de la leche; 80% del maíz blanco; 80% del arroz, 85% del pollo.
—¿Venezuela ha sido alguna vez un país soberano en el ámbito alimentario?
—Creo que sí. Recuerda que en Venezuela, antes de que el petróleo comenzara a explotarse masivamente, más o menos hacia la mitad del siglo pasado, la población rural era mayor a la población urbana. Antes de eso, creo que Venezuela llegó a tener una situación de soberanía alimentaria.
—¿Y qué sucedió luego?
—La situación de seguridad y soberanía alimentaria que vino luego está muy relacionada con un modelo de desarrollo que se instauró en Venezuela, tiene que ver con el desarrollo de grandes urbes, inorgánicas, que crecieron anárquicamente, sin una cultura de producción. De allí heredamos una situación de dependencia alimentaria que el presidente Chávez comenzó a combatir. Nosotros estamos convencidos que la manera de alcanzar nuestra soberanía alimentaria es a través del Socialismo.
—¿Cuál es la diferencia entre la forma como se concibe la producción de alimentos en este modelo planteado por Chávez y otros modelos?
—La principal política de este Gobierno en materia alimentaria ha sido garantizar el acceso de todos los sectores socioeconómicos a una alimentación de calidad, en otros gobiernos son más importantes las exportaciones, aunque haya gente pasando hambre en el país. ¿En qué hemos fallado? Bueno, repito, que no hemos sostenido los índices de producción equivalentes a los de consumo.
—Dentro de esa visión, cómo queda el tema de las exportaciones. ¿Nosotros exportamos productos agrícolas?
—Sí, estamos exportando camarones, cangrejo, cacao, cuero, flores. Con el café, llegamos a tener grandes dificultades, pero también hemos superado muchas de ellas; ya estamos comenzando a tener excedentes y podremos exportar. Es decir, no estamos en contra de esa idea, lo que decimos es que es antiético ponderar las exportaciones por encima del hambre de tu propio pueblo. El hecho de que tu exportes no implica valores inversamente proporcionales a la pobreza. Hay muchos países que exportan alimentos y no tienen soberanía alimentaria. Ni siquiera una situación de seguridad alimentaria. Mira lo que pasaba en los años 60 y 70 en Centroamérica, renombradas corporaciones de la industria bananera producían y exportaban grandes cantidades de frutas, pero la situación de pobreza era bárbara.
De hecho, hablando de exportaciones, el presidente Maduro ha dicho que debemos comenzar a forzar la barra para crear una cultura exportadora. Él ha propuesto que, en algunos rubros, deberíamos comenzar a comprometer 10% de la producción para exportarla, usar mínimos excedentes para desarrollar esa cultura.
—La falla que usted refiere, de no haber podido igualar el crecimiento de la producción con el crecimiento del consumo responde, a su vez, a otras fallas. Los productores del campo hablan, por ejemplo, de los financiamientos tardíos.
—Son críticas válidas, aunque no es cierto que se dan los créditos a destiempo. Lo que ocurre es que, si los recursos no están disponibles cuando se debe, no se siguen dando los créditos, porque no tiene sentido que un productor siembre fuera del ciclo. Si esto o pasara es una irregularidad y debe ser denunciada. Nosotros estamos desarrollando un programa de auditorías sobre estos procesos, queremos precisar por qué suceden los retrasos. Evidentemente es un problema asociado al burocratismo y la corrupción, son males que estamos combatiendo. Tenemos casos donde se le ha pedido una comisión al productor para darle el crédito, o dárselo más rápido.
Hay otro factor, no podemos financiar más allá de la capacidad que tenemos para suministrar insumos o de la capacidad para el almacenamiento.
Por otra parte, también es cierto que en los últimos años ha habido un crecimiento importante de la cartera agrícola.
—La gente del campo también se queja de la calidad de la semilla. Dicen que la nacional es de bajo rendimiento.
—En el tema de la semilla hay de todo. Vamos al caso del maíz; allí hay toda una visión de marqueting. Fíjate, habría que preguntarse si un productor, por obtener mayor rendimiento, es capaz de sembrar transgénicos.
La semilla producida por investigadores venezolanos del INIA cuesta una fracción de lo que cuesta la semilla importada; con lo que yo siembro 10 hectáreas de semilla nacional, siembro una con semilla importada.
Hay que ver, en materia de producción de alimentos, qué es más importante. Supongamos que el rendimiento de la producción con semilla nacional es de 3 mil kilos por hectárea, pero resulta que los costos de esa semilla implican que puedo sembrar 10, o sea, puedo producir 30 mil kilos. En contraste con los costos de la semilla importada puedo sembrar una hectárea, y producir 10 mil kilos, aunque creo que es mucho.
Bueno, con la semilla nacional produzco más ¿A costa de qué? De más suelo. Pues no importa, de eso nosotros tenemos bastante.
El único factor para medir la efectividad de una semilla no es el rendimiento. También debes tomar en cuenta la salud, la soberanía o la dependencia tecnológica, porque las semillas importadas son híbridos producidas por Monsanto. Yo, como venezolano, prefiero una semilla que rinda un poco menos pero que no implique riesgos de salud para nuestra gente, que pueda apartar semilla para la próxima siembra, porque la importada te sirve solo para un ciclo. Estamos produciendo híbridos muy buenos, pero a veces se queda fría porque la gente prefiere comprar la importada.
Ojo, no estoy haciendo una defensa a ultranza del tema, yo creo que tenemos que avanzar en tecnología, tenemos que buscar semillas que cada vez rindan más, pero cómo lo hacemos si no la consumimos, si no creamos un circuito de uso.
—Otras de las denuncias más comunes acusan irregularidades en el sistema de distribución de insumos en Agropatria.
—Sí, hemos tenido retardos, pero no como producto de haber nacionalizado Agroisleña, hoy Agropatria, como ha querido vender la derecha, diciendo que fue una mala decisión. Agroisleña atendía 87 mil productores y Agropatria surte a más de 400 mil productores. Debemos llegar a 200 mil más por lo menos, sí, pero es que antes esos mismos productores no accedían al financiamiento de insumos. El tema de la corrupción lo sabemos y lo estamos atendiendo. Hemos estado persiguiendo mafias, tenemos personas detenidas, más de 15 personas, entre ellas, excoordinadores de Barinas, Mérida y Trujillo. Te voy a hablar de los fertilizantes, que son producidos aquí en el país por Pequiven, Agroisleña distribuía para sus clientes “primium” 172 mil toneladas al año. Nosotros cerramos el año pasado en más de 600 mil toneladas, y aún así no es suficiente, hay una deuda tremenda. La falla que no hemos podido resolver está en la red de distribución; seguimos trabajando con la misma red de hace tres años, pero estamos tomando las medidas, haciendo la inversiones.
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“Las fotografías no permiten ver el contexto”
El titular del MAT reconoce las fallas tras cada pregunta que plantea temas incómodos.
Las críticas que provienen de los productores del campo, especialmente de los pequeños y medianos, son indagadas para evaluar la efectividad de las políticas diseñadas y emprendidas desde las oficinas en Caracas.
El agricultor Omar Oviedo, por ejemplo, quien siembra maíz en Yaracuy, cuestiona la lentitud de los procesos para hacer llegar los créditos a tiempo. Dice que en el ciclo invierno de este año ya dejaron de sembrarse al menos 2 mil hectáreas por los financiamientos tardíos.
La señora Blanca Lozada, que siembra arroz en Guárico, dice que las mafias dentro de Agropatria “son graves e indignantes”.
Pero aunque Yván Gil no desmiente nada, sugiere que la situación debe evaluarse con más sensatez
“Lo primero que hay que decir es que cuando nació la Revolución aquí no existía ningún aparataje del Estado para la producción agrícola. Imperaba la ley del más fuerte, el que tenía más capital era el que mayor producía, los pequeños productores habían desaparecido”, recuerda, y agrega enseguida:
“Hablemos precisamente de Yaracuy.En 1998 se sembraban cero hectáreas de maíz. ¡Cero! El año pasado llegamos a 23 mil hectáreas. ¿Que nos faltaron 2 mil hectáreas este año? Sí, y hacia allá tenemos que ir, hasta más.
Lo que quiero decir es que cuando evaluamos las dificultades a veces no vemos de dónde venimos. Yo creo que evaluarnos tomando una fotografía del momento actual o de cualquier momento es un error, porque no nos permite ver el contexto, la evolución”.
De igual forma, recuerda que la vulnerabilidad del Estado en materia de dependencia agroalimentaria fue determinante en la crisis del año 2003, generada por el sabotaje de las cúpulas empresariales, y que solo 10 años después, la diferencia es notable.
Fuente: Ciudad Ccs