Henrique Capriles vuelve esta semana a la escena internacional y, vista la polvareda que está levantando en Chile el mero anuncio de su visita, parece que se consolida, sí, pero como un huésped incómodo.
La controversia alrededor de Capriles, en cierto modo, lo que hace es pasear por el mundo el reflejo de la alta polarización venezolana, el «conmigo o contra mí» en que está planteada la política de su país.
Además, los gobiernos, por naturaleza, tienden a cuidarse de no inmiscuirse en asuntos internos de los otros. Y Capriles a lo que va es nada menos que a denunciar el supuesto fraude electoral del presidente Nicolás Maduro, cuya legitimidad no reconoce.
Por su parte, el gobierno venezolano, al tratar como afrenta golpista cualquier entrevista de una autoridad extranjera con el gobernador de Miranda, hace que su anfitrión sienta que al recibirlo se está posicionando en la polémica interna que vive el país petrolero.
Y así se lo están tomando en Chile quienes defienden recibirlo porque el chavismo no puede imponer sus reglas, quienes consideran un error diplomático fotografiarse con él y quienes van más allá y lo tachan de «antidemocrático y golpista».
Sí, pero no en La Moneda
En Chile, la intención de Capriles es celebrar un encuentro con el presidente, Sebastián Piñera, y la candidata socialista a volver a la presidencia, Michelle Bachelet.
iñera ya mostró su intención de recibirlo, aunque fuera del Palacio de La Moneda, lo que le ha valido críticas de todos lados. De la izquierda, por aceptarlo y de la derecha, por no recibirlo dentro de la sede presidencial.
El ministro de Relaciones Exteriores, Alfredo Moreno, aclaró que eso no significa un cambio respecto a su reconocimiento del resultado de las elecciones y a Maduro como presidente.
«La posición de Chile es que el gobierno de Venezuela es el que representa a Venezuela», afirmó este miércoles. Bachelet, por su parte, alegó lo apretado de su agenda para justificar que no va a encontrarse con Capriles. Una de las razones por las que recibir a Capriles puede resultar tan incómodo es por el ambiente de fuerte división entre el oficialismo y la oposición que sigue viviendo su país.
Un ejemplo de eso está en que Capriles se refiere a Maduro como «el enchufado mayor» y el presidente no duda en llamar «asesino», «fascista» o «golpista» al que fuera candidato derrotado tanto en los comicios del pasado octubre (por 11%) como en los de abril (1,49%).
Según el analista Carlos Luna, profesor de la Universidad Central de Venezuela (UCV), la polémica que levanta el paso de Capriles por otros países no es más que «un reflejo de lo que está pasando en Venezuela». «Recibir a Capriles, en un ambiente de tanta polarización como el venezolano, significa estar alineado ‘con’ o ‘en contra’ del gobierno nacional. Con base en esa percepción, los Estados se cuidan mucho de aparecer en la foto con Capriles», agregó Luna.
Asuntos internos
Otro elemento importante a la hora de convertir a Capriles en un visitante incómodo está en que los gobiernos se cuidan de no entrar en asuntos internos de otros países.
«Más aún cuando está abierto todavía el proceso de impugnación de las elecciones del 14 de abril. Entonces se manejan con mucha mano izquierda en el sentido de que sean los venezolanos quienes decidan sobre su destino», afirma el profesor Luna.
En ese sentido, un ejemplo claro fue el del presidente de México, Enrique Peña Nieto, quien en su momento declinó recibir al líder opositor venezolano por no querer entrar en asuntos internos del país sudamericano.
«No lo habré de recibir porque el gobierno de México ha reconocido al gobierno de Venezuela y no podemos ser parte de un conflicto interno ni tomar posición al respecto», se justificó Peña Nieto.
El ejemplo colombiano
De momento, Capriles aguarda una respuesta del Tribunal Superior de Justicia respecto a su impugnación de los comicios. A nivel político, continúa denunciando el hecho tanto interna como externamente.
El gobierno, por su parte, contraatacó con las giras internacionales de Maduro, que ha visitado varios países de la región y Europa, así como criticando duramente a quienes pudieran llegar a recibir a Capriles. Eso pasó cuando el gobernador de Miranda se entrevistó con Juan Manuel Santos en Bogotá. El gobierno llegó a acusar al mandatario colombiano de conspirar para favorecer un golpe de Estado.
Respecto a su visita a Chile, es de prever que el gobierno de Maduro exprese su disgusto con quienes reciban al líder opositor. «Es una política», opina Carlos Romero, politólogo de la UCV.
«Maduro no distingue si son amigos ideológicos o receptores de petróleo, simplemente hay una política de evitar que Capriles sea recibido por presidentes independientemente del tipo de relación que tienen con Venezuela», le dijo Romero a BBC Mundo.
Así es que, con el gobierno presionando para que no lo reciban y arrastrando la mochila de la enorme polarización que vive su país, Capriles tiene muy complicado consolidarse como un líder internacional que no sea otra cosa que un huésped bastante incómodo. Su próxima parada será Perú.
Fuente: Bbc Mundo