Los límites son las columnas del templo de la crianza. El niño se encargará de patearlas a diario esperando ver qué tan sólidas son. ¿Qué hacés (mal) para que tus hijos se porten bien? ¿Todo vale? Seguí leyendo y evaluate.
1 – Dar órdenes por demás.
“Lavate los dientes”. “Ordená los juguetes”. “Ponete los zapatos”. Estas son algunas de las indicaciones que pueden rodear a un niño. Sin embargo, especialistas indican que si obligás a tu hijo a hacer algo, su cerebro enviará un mensaje de resistencia. “Hacer preguntas invita al niño a pensar por sí mismo y le ayuda a sentirse más capaz, conectado y dispuesto a cooperar”, explica Jane Nelsen, Doctor en Educación y autor de la serie de Disciplina Positiva a iVillage. Entonces, recomienda preguntar “¿Cómo podés hacer para que tus dientes estén limpios?” o “¿Cómo podemos hacer para disfrutar más de la habitación?”
2 – Siempre contar hasta tres.
Son padres que quieren resultados inmediatos: “Dejás de golpear la pared a la una… A las dos, dos y medio, dos y tres cuartos…” Pero, ¿ocurre la “magia”? ¿Los niños dejan de portarse mal después de esa cuenta rápida? Lo cierto es que ellos les toman el tiempo a los papás, y saben que tienen algunas chances más de continuar con su conducta. “Contar hasta tres puede reforzar que un niño no preste atención la primera vez, sino que le da varias oportunidades antes de que tenga que tomar medidas”, comenta Amy McCready, especialista en crianza. “Para conseguir que hagan las cosas por ellos mismos, y no como respuesta a nuestros enfados o amenazas, debemos demostrarles que si no hacen las cosas, los resultados dependerán de ellos. Para enseñarlo es muy importante nuestra actitud: sin enfados, sin chillidos, ni amenazas y, sobre todo, sin echarnos atrás y cumpliendo lo que decís”, explica Cristina García en su libro “¿Dónde está el manual de instrucciones? 100 consultas sobre educación infantil”.
3 – Dejar de lado la lección de aprendizaje.
“¡No hagas eso!” “¡Salí de ahí!” “¡No toques!” ¿Cuál es el valor educativo de estos imperativos? Ninguno. En lugar de decirle “no corras en casa”, pedile “por favor, en casa caminá, porque si no podés lastimarte”. La idea es que las indicaciones vayan acompañadas de una explicación, para que los chicos puedan entender por qué un comportamiento es inapropiado o peligroso y puedan aplicar otras alternativas a situaciones diferentes.
4 – Olvidar los límites.
“Cuando se corre el límite, los chicos en lugar de amoldarse a la nueva situación buscan modificarla nuevamente”, dice la psicopedagoga Alejandra Libenson, autora del libro «Criando hijos, creando personas» en una nota de Clarín Mujer. ¿La clave? Apelar siempre al diálogo: en la cena, camino al colegio, o durante el juego. Además, no hay que ver sólo lo que hacen mal: se los tiene que reconocer y felicitar por sus aciertos. En cuanto a los límites, tienen que ser equilibrados: no se debe permitir ni prohibir todo.
5 – Abusar del “no”.
Es una labor educativa importante, pero el “no” constante termina siendo muy aburrido, además de ineficaz. Cristina García, en su libro “¿Dónde está el manual de instrucciones? 100 consultas sobre educación infantil”, recomienda limitar el uso del “no” para momentos necesarios de ejercer autoridad, ya que así será más atendido por los niños y cobrará más sentido.
6 – “Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago”.
Muchos padres no practican lo que predican: se la pasan gritando por toda la casa para decirles a los chicos, justamente, que no griten. ¿Cómo pueden ellos aprender? “Imitar el comportamiento de sus padres es la primera forma de aprendizaje de los niños”, recuerda el doctor Nelsen. Por eso, si querés que los chicos no se asomen a la baranda del balcón o no abran la heladera descalzos, empezá vos por cumplir tus reglas.
7 – Usar el soborno.
Es una técnica que puede funcionar a corto plazo, por ejemplo, para que tu hijo se porte bien en la sala de espera del médico. Pero su principal motivación será conseguir la recompensa, no hacer lo correcto. “El peligro es que los niños pueden convertirse en adicto a recibir premios y elogios y no a limpiar su habitación o ir a la escuela si no comprenden por qué lo hacen”, explica el doctor Nelsen a iVillage. La clave: cambiar el “estoy muy orgullosa de vos” por “tenés que estar muy orgulloso de vos mismo”.
8 – Hacer los retos demasiado personales.
“Sos un mal hijo”. Esta frase claramente envía un mensaje equivocado. Así, estarías atacando a tu hijo como persona, en lugar de marcar como inadecuado determinado comportamiento. “A veces no es suficiente con saber que queremos a nuestros hijos, tenemos que aprender a comunicarnos con ellos con amor, a hablar con ellos sin críticas, sermones, castigos, amenazas y chantajes, porque esta forma de hablar (de relacionarnos) con los niños puede producir que nos desafíen, nos ignoren o, en el peor de los casos, seamos nosotros quienes dañemos, sin querer, su autoestima y sus sentimientos”, comenta Cristina García en su libro “¿Dónde está el manual de instrucciones? 100 consultas sobre educación infantil”.
9 – Jugar al policía bueno y policía malo.
“Esperá a que tu papá llegue a casa” es una amenaza bastante escuchada en las familias. ¿Esto logra que los chicos se porten bien? Cuando sientas la necesidad de consultar con tu pareja podés decirle que, cuando él llegue a casa, discutirán la forma de manejar una situación. Él aprenderá que ustedes, mamá y papá, son un equipo. Lo importante es que no se genere una situación en la que uno de los padres personifica la disciplina y el otro padre, no.
10 – No cumplir con lo que decís.
Si le decís a tu hijo que no vea televisión si no limpia su cuarto, pero luego cedés y dejás ver su programa favorito de todos modos. Esto sólo confundirá al niño y le enviará un doble mensaje. Sin embargo, si mantenés tu palabra él comprenderá que hablás en serio.
“Los límites son las columnas del templo de la crianza. El niño se encargará de patearlas a diario esperando ver qué tan sólidas son. Sus golpes irán cambiando en estilo y fuerza con su crecimiento, pero será constante en el intento hasta adulto. El padre es el arquitecto del templo que se encarga de mantener en pie esas columnas para que transiten la agresión de manera inalterable”, explica Flavia Tomaello, autora de “Qué animales somos como padres” (Editorial Grijalbo), en una nota para Entremujeres. ¿Te sentís identificada?
Fuente. Entremujeres