La caza de ballenas en la Antártida llega este martes al Tribunal Internacional de Justicia (TIJ) de la mano de Australia, que ha denunciado a Japón ante los jueces de la ONU por comerciar con la carne de cetáceo y pide que se ponga fin a esta práctica. Tokio, de su lado, asegura que sus incursiones en la Antártida, iniciadas en 1987, son legales y responden a fines científicos. Ambas partes se verán las caras durante las vistas orales del contencioso, al que se ha sumado Nueva Zelanda en apoyo de la postura australiana.
Japón es uno de los principales socios comerciales de Australia, detalle que la delegación de Canberra ha subrayado en su alegato inicial con la siguiente frase: “Diferimos en un solo extremo, la caza de ballenas, para la que pedimos una definición exacta de lo que constituye un interés científico. Porque Japón ejerce una actividad comercial enmascarada. Pero atesoramos nuestra buena sintonía”. De ahí que la demanda, interpuesta en 2010, haya sido justificada como la “mejor manera de resolver diferencias entre dos países amigos”. Ambos pertenecen a la Comisión Ballenera Internacional (CBI), creada en 1946 por la Convención Internacional que regula la caza y comercio de cetáceos. Tanta cercanía no ha suavizado, sin embargo, el malestar de Tokio por haber sido arrastrado ante el TIJ. A su vez, Nueva Zelanda hubiera preferido que el litigio se resolviera por medios diplomáticos.
La defensa de las ballenas a escala internacional se remonta a 1972, cuando la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano, celebrada en Estocolmo, aprobó una propuesta de moratoria de una década en la caza comercial. Así podría recuperarse la población de cetáceos amenazados de extinción. En 1982, la propia CBI decidió por fin detener la caza comercial imponiendo la moratoria, que entró en vigor en la temporada 1985-1986. A pesar de ello, Japón siguió cazando al acogerse al artículo VIII de la propia Convención, que permite la captura con fines científicos. Aunque no participan en este diferendo, también Noruega e Islandia promueven actualmente la caza controlada para usos comerciales.
Según la Comisión Ballenera, unos 1.600 ejemplares son cazados al año a pesar de moratoria comercial de 1986. Desde entonces, más de 33.000 ejemplares han perecido en el mundo a manos de los arpones balleneros. Entre 2008 y 2009, Japón capturó 1.004 cetáceos, 681 en aguas de la Antártida, dice la CBI. Si bien el caso puede tardar años en resolverse, la decisión del TIJ contribuirá a sentar las bases jurídicas para regular de una vez, y sin fisuras, la caza mundial de ballenas.
Fuente: http://sociedad.elpais.com