El Festival del Títere ha cumplido su 30º cumpleaños con la inauguración de un museo dedicado a estos pequeños actores
Las marionetas sirven para conjurar los miedos. Lo dice Ismael Peña, músico y coleccionista de títeres desde hace ya medio siglo. Afición que nació durante sus años de estancia en Francia. Se hizo amigo de marionetistas y compró algunos muñecos “por diversión”. Esos primeros títeres pronto tuvieron compañía y, con el paso de los años, tuvo que hacerse con unos almacenes para alojarlos. Hasta que un año estuvo en Cádiz y creyó que sus marionetas podrían tener allí su hogar permanente.
“Somos una zona de una gran tradición titiritera”, confirma Antonio Castillo, concejal de Cultura en Cádiz. El hecho de que su Festival Internacional del Títere Ciudad de Cádiz cumpla con ésta 30 ediciones es prueba de ello. La jornada de hoy cierra un evento por el que han pasado 12 compañías, 25 funciones y 13 montajes. Las marionetas llegan de triunfar en Uruguay, Argentina, Francia y otros escenarios españoles y no han dejado ni un rincón de Cádiz sin visitar.
A los espacios tradicionales, como La Central Lechera, el Baluarte de la Candelaria o el nuevo Teatro de Títeres La Tía Norica, se suman otros escenarios improvisados en plena calle y un nuevo auditorio al aire libre que se ha estrenado en esta edición: el Auditorio Costa Rica del parque Celestino Mutis. Aquí se representará en la sesión de clausura de hoy domingo El espantapájaros fantasma, de Teatro Mutis, a las 19.00. La jornada la completan La boda del piojo y la pulga, de La Gotera de Lazotea; Coup de chapeau, de Veronique des Chapeaux, y El sainete, de La Tía Norica.
Pero aunque el festival echa el telón, las marionetas no se van. El Museo Iberoamericano del Títere de Cádiz acoge desde esta semana más de 300 marionetas de la colección de Ismael Peña, adquirida por el Ayuntamiento en 2008. De diferentes técnicas y realizadas en distintos materiales, hay marionetas de dedo, de guante, de perchas o movidas por hilos. También las hay de cristal, de porcelana, hechas con papel maché o talladas en maderas nobles. Algunas proceden de la tradición europea, mientras que otras muchas han viajado desde África o Asia, donde Peña llegó en algunas de sus rutas en busca de nuevas músicas y nuevos teatros. En la exposición permanente del museo se pueden contemplar también piezas de más de 20 países.
Con su inauguración, el museo se ha convertido en un nuevo aliciente para el Festival del Títere. La exposición cuenta, además de con las figuras de Ismael Peña, con un gran volumen de documentación relacionada con esta tradición que también era propiedad del coleccionista, y con complementos para las funciones.
La instalación, que viene a confirmar la relación entre la ciudad y el teatro de títeres, ha supuesto alcanzar “una de las principales ilusiones del área de Cultura”, según Castillo. La apertura de la muestra permanente de títeres del mundo será sólo la primera fase del museo, que tiene previsto acoger pronto, en su primera planta, a los personajes de La Tía Norica, mítico origen de la relación entre la ciudad y el teatro de títeres.
Los guiñoles gaditanos convivirán con ejemplares tan valiosos como un grupo de marionetas austriacas de mediados del siglo XIX. Su trabajo de tallado en madera y sus articulaciones las hacen especiales para su hasta ahora propietario que, sin embargo, se resiste a decantarse por ninguno de estos muñecos como ejemplar favorito. Porque los títeres no tienen alma; pero Ismael Peña, sí.
Fuente: El País
Foto: Marionetas en el Museo Iberoamericano del Títere de Cádiz. / ROMÁN RÍOS (EFE)