¿Se puede patentar un gen humano? ¿y un virus? Y, en definitiva ¿se puede patentar la vida? Estas son algunas de las cuestiones de fondo a las que el Tribunal Supremo de Estados Unidos deberá dar respuesta antes del verano. Sobre su mesa, el caso que enfrenta a varias asociaciones ciudadanas contra «Myriad Genetics», una empresa dedicada al desarrollo de pruebas de diagnóstico genético. Esta compañía es propietaria de la patente de dos genes, el BRCA1 y el BRCA2. Ambos están relacionados con la aparición del cáncer de mama y de ovarios hereditario.
Mujeres, como la actriz Angelina Jolie, que portan copias defectuosas de estos genes multiplican el riesgo de sufrir uno de estos tumores. Jolie comprobó con un análisis de sangre la existencia de esta mutación y decidió sustituir sus mamas por unas prótesis para no correr riesgos. El test que le permitió a Jolie conocer el resultado pertenece a Miryad Genetics, la empresa que patentó la secuencia de estos dos genes en los años 90. Lo hizo tras aislar y clonar satisfactoriamente los genes, en colaboración con la Universidad de Utah. Para proteger este importante avance científico, Myriad Genetics decidió patentar cada uno de los genes.
Acto seguido, en 1996, Myriad Genetics había lanzado BRACanalysis, un test médico creado para detectar los genes defectuosos y predecir el cáncer de mama y ovarios por el que cobra entre 3.000 y 4.000 dólares. Este elevado precio ha convertido a Myriad Genetics en una empresa muy rentable, pero también ha hecho que muchas mujeres no se lo puedan costear.
Veinte años de patente
Poco después de que Myriad solicitase las patentes, en 1997 y 1998, estas fueron reconocidas y concedidas, lo que significó que Myriad Genetics tendría durante 20 años la propiedad de los mencionados genes y que nadie salvo esta empresa podría investigar sobre ellos o desarrollar aplicaciones médicas que les conciernan.
Como en su opinión un gen que existe en la naturaleza no es algo patentable, la Asociación para la Patología Molecular (APM) y una retahíla de investigadores de diferentes universidades demandaron a la compañía ante el Tribunal del Distrito Sur de Nueva York. Esta corte le dio la razón a la APM en marzo de 2010, una decisión que Myriad apeló poco después.
Lucha judicial
El tribunal de apelaciones revocó la parte de la sentencia referida a la patente de genes aislados. La decisión fue llevada ante el Tribunal Supremo de EE.UU., el cual obligó al tribunal de apelaciones a repetir el proceso al completo. Cuando el tribunal de apelaciones tomó la misma decisión que un año antes, la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU) y la Fundación de Patentes Públicas llevaron de nuevo la sentencia ante el Supremo y aún está pendiente de tomar una decisión.
A la última apelación ante el Supremo se sumaron en calidad de «amicus curiae», o terceras partes que quieren que su opinión e intereses sean tenidos en cuenta en el proceso, la Red Nacional de Salud de la Mujeres, varios académicos de sectores como el Derecho, la Medicina y de la Política Sanitaria; algunos pacientes, la AARP, el Consejo Australiano sobre el Cáncer y la Asociación Médica Americana entre otros.
Se espera que el Supremo manifieste su opinión en el plazo máximo de un mes. Varios expertos, entre ellos los abogados de la Escuela de Derecho de la Universidad de Cornell, señalan que el Tribunal Supremo ha sido consistente en los últimos años a la hora de defender que las leyes de la Naturaleza, las ideas abstractas y los fenómenos naturales no pueden ser patentados, por lo que es de esperar que revoque la patente de Myriad y que siente precedente para las patentes de genes y secuencias genéticas.
Por el interés científico
El veredicto, sea cual sea, no zanjará la polémica. Médicos e investigadores debaten desde hace años cual sería la fórmula más idónea para compensar el coste de la innovación y, al mismo tiempo propiciar el acceso a tratamientos y test diagnósticos de la mayoría de los pacientes.
Manuel Hidalgo, director del Programa de Investigación Clínica CNIO y del Centro Integral Oncológico Clara Campal está convencido de que prohibir la posibilidad de patentar disminuirá el interés por buscar ese hallazgo. «Es cierto que el gen mutado ya existe en la Naturaleza, ya está inventado. Pero esa mutación se descubrió con esfuerzo, dedicación y con el apoyo de muchos fondos. Debería haber un aliciente para que los centros de investigación se esfuercen en el descubrimiento. Si no fuesen patentables, probablemente no se descubrirían», opina.
El investigador del CSIC, Txetxu Arrieta, abunda en la misma línea. «No sé cuál sería la fórmula pero tiene lógica que la innovación tenga algún incentivo para que se pueda mantener y, por otro lado, propiciar precios razonables para las pruebas de diagnóstico. Desde los años 80 se patentan genes. «Ya es momento de afrontar un cambio en la legislación y resolver la chapuza actual».
Denuncian que la patente del nuevo coronavirus impide su investigación
El debate sobre las patentes no se limita a Estados Unidos. El Centro Médico Erasmus, en Rotterdam (Holanda), está en el centro de una gruesa polémica por haber patentado un coronavirus que mantiene en jaque a Europa y Oriente Medio. Este nuevo virus, similar al de un catarro común pero letal, ya ha causado la muerte de 39 personas. Se ha detectado en Jordania, Qatar, Túnez, Emiratos Árabes y también en Francia, Gran Bretaña, Alemania e Italia.
Se trata de una nueva amenaza similar al SARS, que los investigadores intentan estudiar aunque se encuentran con el muro de la patente, según se denunció en la Organización Mundial de la Salud. El Gobierno saudí asegura que se han ralentizado diagnósticos por los derechos de propiedad intelectual y los compromisos adquiridos con fabricantes de vacunas. /JM
Fuente: ABC